A. Álamo
|
Una reseña lúcida y simpática. Lo de tener un espíritu canalla para enfrentarse a la vida con humor e ironía es una necesidad, como un paraguas un día de lluvia, pero conviene matizar: eso de enfrentarse suena a combate. Y en un combate se gana o se pierde e incluso corremos el riesgo de que nos coman vivos. Y, además, no veníamos a este mundo a pegarnos con nadie sino a tener buenos recuerdos. A veces una foto, por ejemplo, lo es. En resumen: hay que tirarla los tejos (a la vida), incordiarla y provocarla a diario para que se ría. Ya lo hacían el mayordomo Jeeves, el detective desastroso (de desastre) de Eduardo Mendoza e incluso periodistas de carne y hueso como Jorge Ibargüengoitia, y no hay que perder las buenas costumbres.
¿El espíritu? Pues sí, canalla. Pero con comillas, escrito así: espíritu “canalla”.
Bonita crítica.
|