Juan J. Yániz
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Hasta ahora, poner nombre a las cosas era poseerlas, definirlas, diseñar su esencia.
Su artículo, que no sé si he entendido bien (pero que me ha gustado, eso es lo mejor) me trae recuerdos de los “jardines que se bifurcan” o de los diagramas de flujo.
Total que los ingleses se van pero nos dejan un neoidioma, que oye, para estar en desacuerdo constantemente vale todo.
Saludos y buen jueves.
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