14 de diciembre de 2025, 17:54:48
Opinión


Cataluña contra Cataluña

José Antonio Sentís


Si hay algo que debe ser terrible es que te roben tu propia historia. Y aún lo es más que te presenten de bruces contra tu pasado revelando que has sido esclavo sin saberlo, que lo han sido tus padres y tus antepasados.

Más o menos eso es el simposio “España contra Cataluña”, el magno evento cultural que narra la historia de trescientos años en la que los catalanes no se han enterado de nada, han sido sometidos, humillados y manipulados, han aceptado sumisamente su inferioridad, han preferido la servidumbre a la libertad y han paseado sus grilletes por la historia con tan poca rebeldía como con tanta cobardía.

Todo esto les explicarán estos días a los catalanes los señores Homs y Sobrequés. El primero, como inspirador ideológico y económico (no con su dinero, claro, sino con el del conjunto de los españoles). Y el segundo como científico pensador que debe inspirarse en la caída del caballo de Pablo de Tarso para sus reconversiones intelectuales. Sólo que él se ha caído varias veces, desde sus cargos en el franquismo a su militancia socialista para terminar en el pesebre nacionalista.

El consejero Homs es la punta de lanza de Artur Mas. Creo que su éxito mayor ha sido sobrevivir a su propia capacidad de destruir lo que defiende, porque una buena parte del retroceso electoral de CiU a él se le debe, con sus fantásticas campañas electorales. Y lo cierto es que cuanto más activo está Homs, más se hunde su jefe de filas. Cuanto más habla Homs, más se trabuca Mas.

Nunca hay que despreciar la influencia de los consejeros en el liderazgo político. Por eso hay que valorar en lo que se merece la gestión de Homs, que un día se pone solemne en rueda de Prensa para anunciar persecuciones contra los periodistas, y otro día se pone estupendo para anunciar una revolución cultural que diga que Cataluña es lo que no es, que ha sido lo que nunca fue, y que será lo que Dios quiera, pero quiera Dios que no sea lo que quiere Homs.
El consejero Homs hace el papel de termita política de Mas, pero eso sería lo menos grave, puesto que el presidente de la Generalitat parece satisfecho con él, pese a los líos en los que le ha metido, y en los que es evidente que le meterá. Pero supongo que no hay líder que no esté contento con quien no sólo le apoya, sino le eleva a los altares, le explica lo brillante que es y le empuja hacia una misión histórica. Ni más ni menos que la de Moisés, como retrató a Mas (literalmente, en los carteles electorales) su jefe de campaña Homs.

Ahora, el consejero Homs ha dado un paso más. Explicar a los catalanes que su pasado es miseria y abyección, indignidad y miedo. Trescientos años humillados y oprimidos, y ellos sin saberlo. Un país expoliado por las tropas bárbaras del oeste, donde ni ciudadanos ni empresas han podido moverse con libertad, subyugados por la dictadura del Boletín Oficial del Estado. Y hay que asombrarse porque si hay algo degradante es no caer ante ejércitos, sino ante páginas impresas.

Homs ha decidido exponer a los catalanes la gran revelación, que ya era hora. España, no solo es una potencia opresora sino un ente provisto de exquisita esquizofrenia. Porque ha dedicado todos sus afanes a atacar una parte de sí misma, como las personas que presentan síndromes de odio al propio cuerpo y se autolesionan.

Para Homs, España, que incluye a Cataluña desde su propia existencia, ha sido el gran enemigo de Cataluña, que a su vez es y ha sido siempre España. Por lo tanto, o el simposio de Homs debe titularse España contra España, o al menos, Cataluña contra Cataluña. Difícilmente aguantaría el título que le han puesto, España contra Cataluña, salto lógico producto del fanatismo cuando viaja a la estupidez, que suele ser lo que hace el fanatismo.
El consejero Homs no sabe seguramente que la frontera entre lo sublime y lo ridículo es una línea muy delgada. Y tampoco se da cuenta de lo terriblemente humillante que resulta para los suyos, a quienes llama a la vez indocumentados y flojos, que les dice que necesitan liberarse de su libertad, como quien convence a alguien de lo agradable que es salir de la calle y meterse en la cárcel.

El consejero Homs no parece capaz de distinguir lo crudo de lo cocido, y no ha podido entender lo básico. Que Catraluña ha estado siempre dentro de la norma del Estado moderno español (y más antiguo de Europa) lo mismo que Madrid o que Sevilla. Lo mismo que los ciudadanos gallegos o murcianos. Sometidos, por supuesto, por las leyes, por los impuestos, por las convenciones, incluso con los deberes morales hacia sus ascendientes y sus descendientes. Pero sometidos por acuerdos conjuntos, por decisión libre de pertenecer a una sociedad común, más fuerte cuanto más grande, cuanto más entrelazada, cuanto más amistosa. Y no precisamente por acuerdos seculares, sino permanentemente renovados hasta ayer mismo.

En todo caso, el consejero y portavoz Homs es muy libre de sostener lo que quiera, aunque siempre es molesto que lo haga con dinero público. Si él odia su historia o se desprecia a sí mismo, es cosa suya. Si considera cobardes a sus conciudadanos, allá él. Pero ese síndrome de autoodio no se cura con referendos, sino con psiquiatras. Y no puede estar media España cavilando cómo se puede contentar al señor Homs, que si con reformas constitucionales o con encajes artificiales, si con dinero o con himnos, si con cesiones o simulando que tiene razón, como los terapeutas de tanto Napoleón imaginado.
Pues tal parece que Homs y Mas estén penando en Robben Island, o acosados por francotiradores como Luther King, cuando son ellos, precisamente ellos, los que tienen el poder ejecutivo constitucional en el Gobierno catalán. Son ellos los que tienen policía, bandera, banda y música. Son los que hacen leyes y administran, es un decir, decenas de miles de millones de euros con la eficacia que a todos han demostrado.

Preveo, en cualquier caso, que Homs todavía está dispuesto a darnos muchas alegrías. Todavía no ha llegado a las ocurrencias de aquel otro independentista que proponía un ejército chino para la Cataluña independiente a cambio de alguna concesión portuaria. Pero lo hará, o mejor dicho, hará que lo haga Mas, que se ha especializado en hacer el ridículo con las genialidades de Homs.

De acuerdo, resulta indignante. Pero alimentemos la esperanza. A los nacionalistas hay que darles cuerda. Al principio, no saben si utilizarla para salir del pozo o para adornar su cuello. Pero, tras algún momento de reflexión, siempre se deciden por lo primero. Salvo, quizá, el consejero Homs, ese tipo no demasiado conocido al que se le cayeron las tablas de la Ley cuando iba a pasárselas a Moisés.
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