14 de diciembre de 2025, 17:57:38
Cultura

CRÓNICA TAURINA


Puebla de Don Rodrigo: siete orejas para Ferrera, Galdós y Aranda

Inés Montano


El público en la plaza de toros de Puebla de Don Rodrigo triplicaba la población de esta villa. Sorprendía la cantidad de niños: algunos disfrutaban del festejo en el tendido especial y otros muchos diseminados por toda la plaza. Los diestros, Antonio Ferrera, Joaquín Galdós y Carlos Aranda, han trenzado el paseíllo desmonterados por presentarse en este coso. Los campos agostados ya, dorados, avanzaban impasibles hasta los montecillos del horizonte. Los árboles, como las manchas de verde oscuro, estaban en permanente movimiento, peinados por las rachas de viento. Como si la borrasca de Tomelloso aguardase hasta hoy para seguir entrometiéndose, como un protagonista más, en esta tarde de toros. Éstos procedían de dos ganaderías Pablo Mayoral y La Peregrina que mudó de dueño y, actualmente, es conocida por Cueva Baja.

Antonio Ferrera venía de triunfar en Tarazona de Aragón, donde con su arte salvó la vida al quinto de la tarde de Fuente Ymbro. Tempranero (1º, Pablo Mayoral) andaba sospechoso, hociqueaba todo y enderezaba sus pasos con parsimonia. Al desperezarse, dejó una muestra del genio casi desmontando el burladero. Antonio Ferrera manejó el capote envuelto en un vendaval, arrancando la primera ovación de los tendidos. Las chicuelinas señalaron el camino al astado para alejarse del caballo. El torero comienza componer la faena. El toro acude pronto. Las series por el pitón derecho tuvieron hondura y continuidad. Eso creíamos todos al llegar unos pases al natural trazados con un gesto, que empezaba por el pie derecho para vaciarse en la muñeca izquierda. Todo esto con el vendaval que no paraba, enfurecido por no poder con la franela roja, manejada con esmero. El burel seguía sus vuelos, pegados al albero, en los terrenos de cercanías peligrosas. Tempranero se permitió un derrote, sin consecuencia, y colaboró en otra tanda sentida, ceñida, adornada. El acero se resistió a entrar entre las agujas. El público animaba al maestro, que recibió un golpe de gavilanes en la cara. Un aviso. Aplauso. Descabello a la primera. Aplauso.

Fabriquito (4º, La Peregrina/Cavas Bajas) salió veloz y brusco, ni así logró emborronar los lances. La puya, algo caída y barrenando, levantó una tormenta de protestas. Estuvo a punto de alcanzar al banderillero Alberto Carretero. La faena fue una obra de alquimista. El toro sopesa cada embroque, precisa un manejo afiligranado de los terrenos. Las tandas son trabajosas, pero, pase a pase, el toro mejora. ¡Quién diría que Fabriquito iba a embestir! Los muletazos crecen, se alargan, ganan en profundidad. El maestro convence al contrario de su buen fondo. Este duda todavía se para y mira a él. Aguanta el torero. El estoque queda olvidado en el albero. El cambio de mano en la misma cara del toro y pases mirando al tendido redondean la obra de dominio e inteligencia. Dos orejas. El público ni se acordó de la estocada al tercer intento. El toro rodó sin puntilla.

El segundo (La Peregrina/Cuevas Bajas) de la tarde se mostró muy distraído. Se paraba después de cada lance y desparramaba la vista. El defecto condicionó toda la lidia. Joaquín Galdós salió al ruedo decidido y supo adaptarse al animal: después de las series de ajuste, llega una con ligazón, rematada con un pase de pecho largo. Galdós derrochaba el estilo con los pases redondos. Es astado muestra no rehuye la pelea, pero no puede repetir. El torero lo anima para dejar las tandas rematadas. Una obra de orfebrería se corona con los ayudados por alto y uno de firma. La estocada entera, algo delantera, atraviesa al toro, permitiendo al diestro pasear dos orejas.

Galdós se esmeró en los lances con Barquero (5º, Pablo Mayoral). En este caso, la dificultad consistía en mantener al toro en pie. Sonaban las protestas, pero la faena ya había comenzado. Un rato permitió refrescarse al astado, que siguió la muleta con más aguante. Entre las tandas serias, logradas, se destacaron unos pases al natural y remates variados. Con todo, el toro ya no podía aguantar más y llegó otra estocada entera, pero contraria y atravesada. El toro se resistía en doblar y Galdós en usar el descabello. El público se impacientó. Sonó un aviso. Una oreja.

Carlos Aranda, el torero de Daimiel, fue doctorado hace poco en Manzanares por Morante de la Puebla y Juan Ortega. Su toro de Pablo Mayoral, Quesero (3º), anduvo tras los engaños encantado por sus vuelos. Aranda veroniqueó con estilo y realizó una faena aprovechando las magníficas embestidas de su lote. Quesero iba con fijeza, sin hacer ninguna tarascada. Un regalo. El público emocionado seguía las series que surgían por ambos pitones. El remate de rodilla en tierra y pases ayudados altos. La espada le dejó sin trofeos. Prestador (6º, La Peregrina/Cuevas Bajas) no tenía mucho trapío, buenas hechuras, pero la cornamenta escasa. Carlos lo llevó a los medios con los pases flexionados. La faena no llegó a la altura de la anterior: el toro se quedaba parado, le costaba seguir la muleta. Hubo muchos tiempos muertos. Dos orejas. La estocada cayó entera y remató buena tarde de Carlos Aranda.

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