14 de diciembre de 2025, 17:55:44
Cultura

CRÓNICA TAURINA


Salamanca, torera: Morante de la Puebla, Domingo López Chaves y Alejandro Marcos

Inés Montano


En la fiesta taurina

me gusta el pasodoble,

el sonar de clarines,

del timbal el redoble.

Y ese traje de luces

de colores, que brilla

y el equipo que forman

matador y cuadrilla.

Arrancamos una tarde de toros de Salamanca con este poema del gran aficionado Luis Gallego. Los toros son arte. E inspiran obras de arte. Segunda tarde de la Virgen de la Vega en la Plaza de La Glorieta, Salamanca. Los toros provenían de Francisco Galache y los matadores de cartel fueron Morante de la Puebla, Domingo López Chaves y Alejandro Marcos.

Morante de la Puebla brilló con su lote. Sintetizó en dos faenas el saber que atesora y el valor que adquirió a pulso durante estos años. Es uno de los pocos toreros que pueden permitirse el lujo de despreocuparse de los trofeos. Grajillo (1º) saludado con el galleo de pierna flexionada, se empleó en las varas a pesar de escarbar mucho. El toro nervioso, de humor poco claro, pero Morante supo esperar. Manejó al toro bravo y protestón. Casi en los medios le hace una serie de temple y ajuste, sin consentir el roce de la franela. En uno de los pases el toro se queda mirando los tobillos del matador con ganas de lanzarse a por él. Morante se sobrepuso al astado. El toro aplomado no se dejaba cuadrar, la estocada vino tendida casi entera. Una ovación. Enfermito (4º), cargado de pecho y alto de alzada, no lució en el capote de Morante. Recibió una vara fuerte, pero se dolió de las banderillas. Morante apechuga la faena con decisión, pero sin esperanza de lucir. El toro anda con la cara alta, distraído, y aún así, el diestro de la Puebla le hace seguir el viaje circular de la franela. No da un paso en falso, se adorna con un molinete elegante y transmite su gracia a cada muletazo. Suple la falta del toro sin que los tendidos se percaten al principio. El toro le mide, protesta, pero no consigue echar a perder la obra. El astado se rinde antes que el matador. Morante seguía desafiando al contrario: al salir del gran pase de pecho, llamó la atención del morlaco con la espada y le hizo un desplante frente a la testuz. Sonriendo. ¿Por qué? Un misterio. Será porque nadie esperaba esta faena, quizá ni el propio Morante. La inspiración suele pillar al artista trabajando y el torero de la Puebla torea mucho. Todo acaba con un aviso y la estocada casi entera y tendida. Morante dobló la rodilla frente al toro que rodó enseguida. Una oreja. Sigue la petición. Una vuelta al ruedo de gran regusto.

Domingo López Chaves, quien brilló en Bilbao con su lote, también demostró su vocación torera en La Glorieta. Chillón (2º), un toro con trapío, que daba gusto ver su alzada y cuerpo agalgado. Se desentendió del capote, pero Domingo, rodilla en tierra, demuestra el valor del toreo por abajo para sujetar la embestida. Acierta el diestro en darle distancia al toro, que arrancó animoso a tomar la vara magistral de José Palomares. El quite por tafalleras y una media de cierre. Domingo le dio ripio a la muñeca y el torillo a los remos. La faena era de seda, pero el toro tenía bastante bravura para asustar a cualquiera. López Chaves calculó las distancias para dar muletazos límpidos, sin un enganche, con los vuelos de la muleta acariciando el albero. Chillón se dejó convencer y acudía al primer toque. El torero con el compás abierto forja una obra fina del arte taurino a pesar de las malicias del burel, que quiso meter la asta en el pernio del sobaco. Cuadró al toro con unos ayudados por alto y hundió la espada entera. El presidente Carlos Miguel Hernández no se hizo rogar: dos orejas y la vuelta al ruedo en el arrastre. Su segundo, Vagón (5º), fue distinto. Lució en el capote, pero salió huido al sentir el hierro de la vara. Perdía las manos durante la lidia, complicando la labor de los rehileteros. López Chaves lo trató con mimo y templanza, dirigiendo sus pasos hacia los medios. El toro, menguado de fuerza, descomponía la faena. El aguante y la agudeza del diestro permitieron adornar las embestidas con destellos de arte y arrancar los aplausos del público. Dos pinchazos sin soltar antes de la estocada entera, algo desprendida, pero eficaz. Una ovación.

Alejandro Marcos, quien arrancó la temporada en Valdemorillo, sigue firme en su empeño a superarse y aprovechar las oportunidades. Se enfrentó a Mosquetero (3º) que tomó distraído el capote. Rodilla en tierra, le esperó para rematar el galleo con dos medias de gran trazo. Robando el terreno, el torete apretó, pero Marcos resolvió con una especie de revolera a una mano. Héctor Piña puso una puya acertada a primera vista, pero al salir de la suerte, echaba la sangre a chorros por la herida. Con ella, el albero consumía las esperanzas de una faena. Los pares de banderillas quedaron clavados en el mismo sitio por Marín Blanco y Pascual Mellinas. El brindis dirigido a Diosleguarde, convaleciente de una gravísima cornada, y el torero salmantino comienza midiendo la embestida con los pases de celeste imperio. La embestida peca de cierto gazapeo. Marcos, firme, aguanta los achuchones, y al natural logra pases de trazo esplendido. Sigue con el pitón izquierdo, que se convirtió en la base de la obra y acaba con la espada entera puesta entre las agujas. Una ovación. Gadeo (6º) dio a los lances una precisión geométrica: pasaba los pitones rozando al torero. Se resbaló varias veces por el celo que tenía, o quizá también por carecer de empuje. El quite por chicuelinas de paso y un tercio de banderillas complejo. La faena, brindada al público, no llegó a tomar vuelos por desacierto con las distancias. Le citaba de largo, pero el astado no estaba por la labor. La espada cayó atravesada y baja.

El Imparcial.  Todos los derechos reservados.  ®2025   |  www.elimparcial.es