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Opinión | |||
El imperio del sol |
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Antonio Hualde | |||
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A mediados del siglo XIX un ingeniero alemán, August Berns, obtuvo licencia para fundar una compañía minera en Perú. Nada de particular, si no fuera porque Berns tenía la intención de explotar una zona concreta en busca de oro, así como dar una pátina de legalidad a lo que se convertiría en un verdadero expolio. La compañía en cuestión recibió el nombre de “Compañía Anónima Explotadora de las Huacas del Inca”, y su centro de operaciones fue nada menos que Machu Picchu. Se desconoce lo que pudo llegar a encontrar allí, pero debió de ser importante, ya que dos de los libros de contabilidad que se conservan de su empresa dan fe de la cantidad de “artículos valiosos” que Berns vendió a coleccionistas europeos y norteamericanos. Fue precisamente Estados Unidos quien hizo famoso a Machu Picchu, atribuyendo su hallazgo a un aventurero a sueldo de National Geographic, Hiram Bingham. La realidad es que había noticias de la que desde 2007 es una de las Maravillas del Mundo hacía mucho antes, como atestigua la empresa minera de August Berns. Aún hoy no se sabe a ciencia cierta si Machu Picchu tuvo un carácter eminentemente religioso, o si habría que añadir un cariz militar y administrativo a su existencia, pero de lo que no hay duda es de su magnificencia. Ni era una ciudad perdida ni un refugio secreto, y si bien su esplendor se data entre los años 1430-1470, lo cierto es que paulatinamente iría decayendo. Tan es así que los conquistadores españoles nunca le dieron una excesiva importancia. Quizá porque se hallaban en un país con uno de los legados culturales más importantes de la historia. Chavín, Mochicas, Wari, Nazca e Inca son sólo algunas de las culturas precolombinas que poblaron estas tierras andinas, y su trascendencia es enorme. La mitología popular y ciertas leyendas decimonónicas relacionan a los incas con El Dorado, habiendo a día de hoy quien todavía va en su busca. Los incas eran maestros en orfebrería -sus trabajos en oro son magníficos-, cantería y agricultura, amen de unos formidables guerreros. Pero si hay alguien cuya mención sigue siendo sinónimo de misterio, ésos son los Nazca. Poco se sabe de este pueblo en cuanto a organización cultural, administrativa o militar. Pero si algo los distingue en el mundo entero son los geoglifos hallados en sus tierras. Efectivamente, las “líneas de Nazca” son un conjunto de figuras geométricas, representaciones animales y formas antropomórficas que sólo pueden distinguirse a una altura superior a 200 metros. ¿Cómo entonces fueron capaces aquellos hombres de trazarlas, si se estima que se hicieron entre el 200 A.C y el 700 D.C.? A esa incógnita han intentado dar respuesta, hasta ahora sin mucho éxito, estudiosos de medio mundo. De ellos destaca la matemática alemana María Reiche, quien sostiene que tales figuras forman parte del calendario astronómico más grande del planeta. Así, figuras como “el colibrí” o “la araña” guardarían una estrecha relación con los cuerpos celestiales. Pero aún queda mucho por descubrir. |
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