Economía

Cinco economistas para una crisis: Keynes

crónica económica

Domingo 19 de agosto de 2012
Vamos a distanciarnos de los acontecimientos diarios de esta crisis, que dura ya cinco años. Y vamos a mirarla según el prisma de cinco autores: Keynes, Friedman, Marx, Hayek y Buchanan.


En realidad, las ideas que vamos a recoger no dejan solo a ninguno de esos autores. Pero los hemos elegido a ellos frente a otros porque son más representativos. El primero de ellos es el padre de la macroeconomía moderna, John M. Keynes.

Él llamó a su libro más famoso La teoría de la ocupación, el interés y el dinero. Y era general, según Keynes, porque incluía a la teoría clásica que, a la luz de este libro, no era sino un caso particular.

Keynes fijaba en su Teoría general el concepto de demanda agregada. Esa demanda estaba formada por dos conceptos, también “macro” (es decir, agregados): el consumo y la inversión. En principio, y así lo entendía la teoría clásica según la versión falaz y simplificada de Keynes, todo lo que no es consumo es ahorro y todo ahorro va a la inversión. Pero él había puesto de manifiesto que había una demanda de dinero para atesoramiento. Ese atesoramiento hurta demanda agregada. No va ni al consumo ni a la inversión.

Keynes ofrece una serie de razones independientes para el consumo, para la inversión y para el atesoramiento. Una vez en marcha, llegan a un equilibrio. Pero ese equilibrio puede no ser óptimo. Como cuando la preferencia por la liquidez lleva a que la demanda agregada no fuera suficiente. En ese caso, los empresarios contratan a los suficientes trabajadores como para cubrir la demanda agregada. Pero ese equilibrio puede dejar a otros trabajadores en el paso, si la demanda agregada no es suficiente. Es decir, Keynes habría descubierto que el libre mercado es compatible con un equilibrio que no llevase necesariamente al pleno empleo. El pleno empleo es el caso descrito por la economía clásica, pero es un caso particular. Keynes había dado con el general.

A partir de ese planteamiento, las opciones de política económica son claras: Aumentar la demanda agregada, bien por la política monetaria, bien por la fiscal. Keynes dijo en su momento que la gran depresión de los 30 se debía a una falta de demanda agregada.

Progresivamente, los keynesianos fueron desconfiando de la política monetaria, y se concentraron en la fiscal. Abba Lerner, en su libro The Economics of Control (1944), apostó por unas finanzas funcionales frente a las finanzas saneadas. Las saneadas son las que dicta la hacienda tradicional: presupuestos equilibrados. Lerner dijo que la política fiscal debería encaminarse a tres objetivos: pleno empleo, estabilidad de precios y crecimiento. Y que el tamaño o la recurrencia de los déficit no tenía importancia.

Keynes es relevante para esta crisis. Incluso sus ideas, desprestigiadas tras la experiencia de los años 70 (y la acumulación de críticas teóricas), están ganando de nuevo predicamento. De hecho, la primera reacción de los gobiernos tras la crisis, orquestados por el Fondo Monetario Internacional, fue clásicamente keynesiana: Aumentaron el gasto público para aumentar la demanda y estabilizar así la economía. A pesar del desprestigio de las ideas de Keynes, no tanto de su figura, fue a él a quien recurrieron los gobiernos.

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