Opinión

Venezuela, o el petróleo como patente de corso

Sábado 02 de agosto de 2008
Hace escasos días se anunciaba a bombo y platillo la normalización de las relaciones entre Venezuela y España, enrarecidas desde el incidente de la última Cumbre Iberoamericana, y el ya famoso “¿Por qué no te callas?”. El encuentro de Hugo Chávez con el Rey, y posteriormente con el presidente Zapatero trajo consigo una sustanciosa rebaja en el precio del crudo venezolano vendido a España, a cambio de tecnología y otra serie de contrapartidas. Los encuentros bilaterales, celebrados en Palma de Mallorca y Madrid respectivamente, destilaban una cordialidad que a todas luces parecía sincera. No en vano, la sintonía entre los ejecutivos de Chávez y Zapatero ha sido una constante desde que ambos llegaron al poder. Por su parte, el Rey de España siempre ha representado a la perfección su papel como primer -y a veces único- embajador nacional, y sus habilidades diplomáticas a la vista están.

Por todo ello, extraña el anuncio de nacionalización que ha efectuado Hugo Chávez ante las cámaras de televisión. Esta vez le ha tocado al Banco de Venezuela, filial del español Banco de Santander. Se trata de una de las entidades financieras más solventes del país, lo que la convertía en un objetivo prioritario de Chávez, quien no ha dudado en argüir: “nos hacía mucha falta; tienen muchas ganancias, pero luego se las llevan”. Un argumento semejante era el que utilizaban los piratas que surcaban las aguas del Caribe para hacerse con el botín de las embarcaciones que navegaban por la zona. Como es lógico, los clientes se han apresurado a hacer cola ante las sucursales del banco, con la esperanza de poder retirar sus depósitos. El impacto financiero va a ser considerable. De momento, la matriz española no ha hecho declaración alguna. Sí, en cambio, la vicepresidenta De la Vega, quien se puso en contacto con el máximo responsable del Santander, Emilio Botín, para “explicarle la situación”. Como si no estuviera clara. El problema del “filibusterismo”de Chávez es que su baza para negociar se llama “petróleo”, y con semejante patente de corso, no hay obstáculo al que temer. Muchos de los que se alegraron ante el descuento en la factura del crudo con que el mandatario bolivariano obsequió al Gobierno español, desean también preguntar si ya entonces no tuvo el Gobierno conocimiento sobre los planes de Chávez. En cualquier caso, se ha producido un ataque a una empresa privada de capital español, y el Gobierno debe tomar cartas en el asunto. El petróleo no debe ser óbice para la defensa de los intereses españoles. Dicho esto, el mayor perjuicio, a la larga, lo pagará la sociedad venezolana, la fiabilidad de cuyo Estado se verá gravemente cuestionada por una medida arbitraria de esta naturaleza: un débito de confianza que no hay petróleo que lo pague.

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