Donde hay toros, nadie lo dude, hay fiesta. Y viceversa. Hoy la fiesta estaba en Guijuelo. Fue el día de los Comuneros, conocido como el día de Castilla y León. La plaza con el cartel de “No hay billetes”. Los seis toros de El Capea para la reaparición de Manuel Diosleguarde, acompañado por Morante y Emilio de Justo. Una gran ovación para la terna y unos cuantos jamones de regalo para todos los protagonistas. El ganado del 2019, bien presentado, altos y brochos, algunos acusaron escasas fuerzas, pero los diestros resolvieron esta dificultad. Los rehiletes se pusieron a dos pares sin más y sin salidas en falso. Las cuadrillas se esforzaron para hacer las lidias aseadas y bien ejecutadas. El director de la lidia, Morante, siempre estuvo al quite.
Al cobrar la vara Botinero (1º) desarmó a Morante. Éste plantea la pelea en el tercio. Se resbala el toro, Morante lo embarca en bellos derechazos, pero el embroque bronco desbarajusta la serie. El diestro no consiente lo mismo en la siguiente que sale redonda, abrochada con un molinete. Por otro pitón protesta, tira de la franela para desarmar sin éxito: Morante encuentra la distancia para pases irreprochables. Al final, el bicho se resiente y emborrona punteando cada muletazo. Abaniqueo certero le preparó para la suerte suprema y la estocada cayó en los blandos con travesura. Una oreja entre aplausos y protestas. La faena de Veteranoriojano (4) fue una obra de gran lidiador. El toro luchó con el caballo, pero marcó un comportamiento desconcertante en las banderillas, se revolvía y mugía. Morante comenzó pegado a las tablas, tumbó al morlaco con un molinete. Construyó una faena ahorrando la fuerza al toro, limando las asperezas de la embestida, aguantando sus malas maneras. Con altibajos, entre series espléndidas y otras de pura protesta del morlaco, Morante llegó a una serie de pases circulares, con la banderilla rozando la cara, tan templada como bella. Pinchó sin soltar, una entera y atravesada. Fulminante. Dos orejas.
Emilio de Justo, recién llegado de Sevilla, se enfrentó con Beterano (2). Éste cobró dos varas y colaboró en una buena faena de pases largos, seguidos y trazados en un terreno acotado. Sin perder tiempo, Emilio de Justo ganó terreno por flexionados. Las series se sucedían sin cesar con grandes derechazos y naturales desmayados. La ejecución de la estocada fue impecable, saliendo el diestro enganchado por la pierna. Mas la ubicación fue deficiente y el toro tardó en rendirse. El manejo del descabello mejorable. Una oreja y la vuelta al toro. Gorrilo (5) tomó los primeros capotazos rebrincando, pero se atemperó. Se empleó en las varas, levantando la cabalgadura. Otra faena grande en poco terreno. Un pinchazo y una media baja. El toro tarda en caer. Un trofeo con petición de otro.
Diosleguarde celebró su vuelta con Olvidado (3), brindado a la medico que le salvó la vida. Se tropezó con su propio capote, quizá demasiado largo, lo que dificulta los lances limpios: el enemigo siempre engancha los vuelos. El salmantino espera el arranque de rodillas, Olvidado se hace rogar. La faena, planteada con aplomo y seriedad, arranca los aplausos del paisanaje. Sin embargo, al ser muy larga el toro se amohína y se rebela desarmando. La estocada salió malpuesta por baja, al irse de la suerte el torero. Dos orejas. El último, Avellano (6), dio oportunidad a Diosleguarde de adornarse con el capote: abrochó el quite con una larga con oro, o sea el envés. Al comenzar la faena, se clavó los cuernos en la arena, que agudiza sus ganas de rehuir la pelea. El diestro basa la faena en largas series y cambios de mano oportunas. Manuel consiente el cambio de terrenos y desafía al morlaco frente al burladero: los circulares inversos de valor un punto menos que temerario. La estocada bien ejecutada. Una oreja.