Periodismo y política
Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
viernes 21 de febrero de 2014, 20:12h
Las recientes sustituciones de los directores de “La Vanguardia”, “El Mundo” y “El País”, no sólo se inscriben dentro de la llamada “crisis de ventas de los periódicos de papel”, sino que parecen obedecer a los cambios socio-políticos que se apuntan en España (a la vez que en otras democracias atlánticas).
En diciembre de 2013, el conde de Godó sustituyó a José Antich al frente de “La Vanguardia”. Antich había sido nombrado director del diario barcelonés en el año 2000, siendo, por lo tanto, uno de los más longevos en el cargo, después del legendario director Luis de Galinsoga, un conocido y convencido franquista. José Antich, periodista muy brillante, fue la persona que el conde de Godó puso al frente del diario en un momento clave para los medios de comunicación españoles.
En efecto, en el año 2000 se consolidó el modelo económico que nos llevaría a las crisis encadenadas de nuestros días: la crisis financiera, de la deuda, de la producción y la crisis global (que aún durará muchos años). Cuando se iniciaba el siglo veintiuno, España se disponía a entrar en el euro, el crédito bancario fluía sin límites -financiando muchas veces negocios imprudentes-, y al tiempo, el segundo gobierno de Aznar -que alcanzó mayoría absoluta-, se sirvió de las nuevas empresas privatizadas -destacadamente “Telefónica”- para consolidar su poder político en la sociedad. “Telefónica”, con su publicidad, y con su participación directa, condicionó empresas periodísticas, que empezaron, además, a entrar en negocios del espectáculo.
Fue cuando la política se convirtió en “política espectáculo" -la “video-política” de la que habló por entonces Giovanni Sartori-, con su tendencia a reducir el debate democrático en simple debate electoral. El espectáculo, la ferocidad inútil, y la pérdida de sentido histórico y del Estado arrastraron a la política al lugar donde está hoy. Política y periodismo fueron vistos como auxiliares de las “relaciones públicas” de grandes compañías económicas, y esa situación se dio también con negocios que bordeaban la ilegalidad.
El conde de Godó, en aquellas circunstancias, nombra director a José Antich. Fue una manera de situarse a favor del gobierno de Aznar, y al tiempo, del último gobierno de Jordi Pujol. Cuando el PP y CiU salen de los gobiernos de España y de Cataluña entre 2003 y 2004, Godó y Antich logran mantener sus influencias tradicionales, y ampliarlas con los gobiernos de Zapatero y el tripartito de Pascual Maragall. En la red existe buena información sobre las ayudas económicas que recibieron en aquellos años los proyectos de Godó, por parte de los distintos gobiernos hasta hoy.
Cataluña es un microcosmos de lo que sucedió en otros lugares de España. Los empresarios del periodismo necesitaban de los dirigentes políticos y gubernamentales para sus negocios, y los políticos consideraban imprescindibles las ayudas de uno o varios medios de comunicación para tener éxito en un escenario en perpetua campaña electoral.
Todo eso está también en crisis. Los lectores se dan cuenta de la falta de objetividad a la que conducen las luchas partidarias -y en muchos casos, a la vez, empresariales-, en sus periódicos habituales. Si el lector tiene que contrastar la información, ya no se compra varios periódicos, sino que acude a internet para forjarse su propia opinión y disponer de información.
Esa crisis en Cataluña alcanza la intensidad modélica de una tormenta perfecta. Cuando todos los periódicos de Cataluña -con “La Vanguardia” de José Antich al frente- firmaron un “editorial-manifiesto” advirtiendo al Tribunal Constitucional que no tenía legitimidad para juzgar el “Estatut” (26 de noviembre de 2009), el independentismo alzó el vuelo. Se leía que: “Si es necesario la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable”.
Según parece, el argumento de Godó para cesar a Antich, en diciembre de 2013, fue que inclinaba el periódico hacia el independentismo. Si eso es cierto, nos descubre, una vez más, que la política, y la información sobre ella, necesitan una ética de la responsabilidad. Es decir, pensar con inteligencia sobre las consecuencias de los actos. Pero entonces, ni preocupaba el futuro, ni se consideraba el pasado histórico. Ahora, la política y el periodismo tienen que adaptarse a una sociedad civil desengañada.
Los ceses y sustituciones en las direcciones de “El Mundo” y de “El País”, en mi opinión, responden a la misma situación. La politización partidista de la prensa escrita aparece en crisis, como lo está la credibilidad de los partidos políticos. El lector echa en falta la objetividad informativa, y le desagrada que sus representantes elegidos sean poco más que galeotes encadenados a viejas naves de combate.
¿Estamos en el inicio de una nueva fase de objetividad en la prensa escrita? Si la sociedad civil se recupera de sus males de estos años de fantasías, algo así puede ser posible. Los partidos políticos, al buscar acuerdos en lugar de innecesarias discrepancias, dejarán de prestar apoyo a un periodismo de mero combate. Si la objetividad informativa triunfara, algunos medios informativos desaparecerían a continuación. Sería la prueba de que España se sitúa dentro del grupo de las naciones que cuidan y defienden su régimen democrático.
Consejero de Estado-Historiador.
JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.
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