"Nadal está más fresco, pero no será un problema, porque estaré listo el domingo", aseguró Roger Federer después de poner su físico al límite para deshacerse del australiano Nick Kyrgios y confirmar la final número 23 entre el español y el tenista de Basilea. Amenaza con que no le afligirá la erosión de esta semifinal en su rendimiento en otro capítulo de la emblemática rivalidad, esta vez en pos de otro título. Pero habrá de evidenciar una capacidad de recuperación sensacional, pues el esfuerzo del balear frente a Fognini queda en nada si se compara con la batalla de este sábado.
Un triple desempate fue necesario para dilucidar cuál sería el segundo finalista del Masters 1.000 de Miami. En un duelo en el que el servicio resultó un arma casi inquebrantable, la igualdad entre el campeón del Abierto de Australia y el 16 de la ATP se desnudaría con celeridad como un partido de compresión extremada. Crandon Park asistió, quizá, al mejor enfrentamiento del torneo, un envite que terminó durando más de tres horas y cuyo desempeño quedó retratado por el marcador: 7-6(9), 6-7(9) y 7-6(5).
Federer, que se mostró feliz por la recuperación del nivel de Nadal, recordó la final de Miami en 2005 como un "punto de inflexión" y expuso que "será como en los viejos tiempos, en los que jugábamos uno contra el otro cada dos semanas, y no nos cansábamos de enfrentarnos", necesitó de su mejor versión mental para sobreponerse al crecimiento, ya irrebatible, del poliédrico Kyrgios. Y es que tras sufrir para defender sus primeros servicios, salvando un break, el aspirante se desató y fue aumentando la presión sobre el favorito, con un estilo agresivo y desacomplejado que completó un estandar de ejecución extraordinario.
Tras sacar para sellar la primera manga amanecería su primer arrebato. Cometió un error no forzado, se desesperó y regaló el empate a cinco a su rival con una doble falta. En el primer tie-break se experimentarían hasta 11 minibreaks de los que saldría a flote Federer. El suizo récogió otro fallo de cálculo de su oponente al saque (con 9-9) y a los 72 minutos se apuntó la leyenda la primera manga.
El precedente entre ambos se resolvió, curiosmente con otros 3 desempates, en el Masters 1.000 de Madrid y con el recuerdo de aquel sorprendente triunfo Kyrgios recobraría las ínfulas para intercambiar golpes, siempre sobre el cimiento de la defensa seria del servicio. De hecho, hubo de salvar un 15-40 que allanaba el camino a Federer. Sin embargo, reaccionó el aussie y el set se disparó hacia un nuevo desempate. En este caso, el tú a tú caería del lado del aspirante por 11-9. Daba la impresión que la inercia favorecía a un Kyrgios cada vez más convencido.
Pero reaccionó el ganador de 90 títulos con un juego de saque rotundo. Ese punto en blanco restallaría como un golpe de personalidad al que el de Camberra no se retrotraería. Y, otra vez, la compresión de la devenir condujo al tie-break determinante. Allí, con el billete a la final en juego, fue Federer el que impuso su mejor ejecución sobre presión y amortizó una nueva doble falta del joven al que terminó arrodillando (7-5). De este modo tan sufrido (hubo de enfrentar a un jugado que sólo perdió un punto al saque y llegaba al duelo con un 96% de productividad y tras ganar a Djokovic en Indian Wells y Acapulco), Roger descansa al tiempo que trata de preponderar la clase y la competitividad en el duelo que este domingo le citará con otro veterano ilustre. "Es genial ganar de esta forma, y más teniendo en cuenta que perdí con él en Madrid y espero que no sea el último partido frente a frente (con Nadal)".