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Lo tuyo y lo mío

Mariana Urquijo Reguera
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lacajadelostruenosyahooes/18/18/24
martes 06 de julio de 2010, 18:55h
En los últimos días he tenido la oportunidad de contrastar multitud de ediciones de un mismo libro en épocas y países diferentes. Se trata de un autor muerto, sí. Se trata de un autor no español, sí. Y justamente por eso es más fácil encontrar una edición crítica de sus obras, siempre y cuando no se busque en español.

La búsqueda, a muchas manos, ha resultado chocante, sobre todo cuando comparamos los resultados con investigaciones parecidas sobre autores españoles. La tradición de edición y de ediciones críticas en el ámbito de la filosofía en España es más bien escasa, tanto en autores españoles como extranjeros.

La búsqueda derivó en una polémica, (de las sanas) sobre qué hacemos en España con el patrimonio de lo que vinimos a denominar genéricamente como “nuestros abuelos” intelectuales.

La primera idea fuerza fue que si tratamos así de mal a nuestros abuelos, ¿cómo trataremos a nuestros hijos?. El tema no es tontería, porque cuando la investigación y la innovación se supone que son un valor en alza en la sociedad capitalista, sin embargo, maltratamos a nuestros hijos intelectuales, expatriados y malpagados, mal contratados y sin ningún tipo de reconocimiento social.

En China, los ancianos son una prioridad en su sistema social. En un pueblo de la profunda China que visité hace años, tenían en una casa una planta reservada exclusivamente al ataúd de la matriarca. Llevaba 20 años cogiendo polvo, y la futura habitante seguía envejeciendo con salud y alegría resistiéndose a pasar a la otra vida.

Con la crisis del espacio que vive Europa, imagínense ustedes que en cada casa ocurriera lo mismo. Más bien, no solo no hay espacio para los ataúdes sino tampoco para los vivos de la eufemísticamente llamada “tercera edad”.

Una sociedad que repudia a sus mayores, a sus tradiciones, a sus abuelos intelectuales, es una sociedad sin futuro, o si se quiere, con un futuro lleno de miseria y pobreza intelectual y humana.

Si no cuidamos el patrimonio intelectual de nuestra historia más o menos creciente, estamos echando por tierra el futuro, repito. Ahora bien, ese patrimonio debe ser reivindicado como un patrimonio público, de todos, por mucho que haya instituciones más o menos privadas que lo custodian. Confundir custodia con propiedad es un atentado, pero como siempre, parece que la propiedad prevalece sobre cualquier derecho o valor.
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Mariana Urquijo Reguera

Filósofa, profesora e investigadora.

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