RESEÑA
Natasha Solomons: La viola de Tyneford House
domingo 25 de noviembre de 2012, 01:09h
Natasha Solomons: La viola de Tyneford House. Traducción de Mariano Antolín Rato. Alianza. Madrid, 2012. 456 páginas. 18 €
La buena vida es sencillamente genial, si además, con el día a día, vamos mejorando en la escala social, aumentando nuestro patrimonio y viendo la recompensa al trabajo y esfuerzo con una calidad de vida en auge. En este caso, directamente la vida nos está sonriendo y el destino nos trata con mimo, sintiendo que merece la pena cada instante.
Pero como se inicie la caída al abismo todo es mucho más intenso, las alegrías de la buena vida se convierten en un recuerdo, son más duras las amarguras cuando uno inicia una espiral descendente en los diferentes aspectos de su existencia. Dónde han quedado todos esos momentos en los que la vida era relajada, plácida o calmada. Los cambios a peor son convulsos, nos sacuden las entrañas y hacen que las lágrimas se asomen a nuestra mirada.
Todo esto que podría estar muy relacionado con los tiempos actuales y la crisis económica que vivimos, es la introducción de esta novela con instrumental título. Pero no es la base de ese cambio a peor un problema económico, es una guerra en ciernes, es una discriminación racial palpable y patente en la sociedad vienesa en los momentos previos al inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando en las bellas calles de la capital austriaca se dejaban sentir los primeros latigazos del odio racial a los judíos, con independencia de su rango social.
Fue esto lo que transformó a la joven Fraulein Landau, en la señorita Elise Landau. Lo que llevó a la joven hija de una acomodada y artística familia judía asentada en Viena, a ser una de las sirvientas en Tyneford House. Lo que hizo que esas manos delicadas que nunca habían tenido destreza para tocar un instrumento musical a pesar de la insistencia de su madre y hermana, pasasen a limpiar la plata, encender chimeneas o adecentar las señoriales estancias de la majestuosa casa en la que entró a servir. Y, lo más importante, esa fue la razón por la que el resto de su familia se exilió en los Estados Unidos y ella tuvo que irse sola a Inglaterra hasta que sus padres pudiesen llevarla con ellos al país de las oportunidades.
Pero no todo será pura desdicha, Elise es una joven con la cabeza todavía enraizada en la vida que había conocido, ocurrente, con pensamientos joviales y divertidos que hasta en momentos duros hacen esbozar una leve sonrisa. Y como no, el amor también irrumpirá con fuerza y será otra aventura que inicie sin el consejo de su madre o hermana. Poco a poco descubrirá realidades que su vida entre algodones le había ocultado, verá la crudeza del día a día de cientos de personas en las que jamás habría reparado si no hubiese dado ese tremendo giro su andadura vital.
No debemos olvidarnos del título de la novela, ya que al igual que las costuras de los vestidos ocultaban joyas en los viajes al exilio para tratar de protegerlas de cualquier incautación, la viola que viajará con Elise desde Viena a Inglaterra también transportó algo ocultó en su interior. Una viola que no está pensada para emitir su tradicional sonido, ya que ni la propietaria tiene arte para hacerlo, ni las entrañas del instrumento están en condiciones para reverberar y producir música.
Por Jorge Pato García