Angrois: “Fue mucho y no fue nada”
miércoles 31 de julio de 2013, 19:50h
Los vecinos de Angrois, el hasta ahora desconocido barrio tres kilómetros al oeste de la emblemática catedral de Santiago, siguen aún sin comprender del todo el revuelo que ha causado en el mundo su actuación tras el trágico descarrilamiento del Alvia a Ferrol la tarde del pasado 24 de julio. No parece acabar de convencerles eso de que les llamen héroes y, aunque el lunes ya recibieron la Medalla de Oro de Santiago de Compostela, aseguran que quieren pensar que los habitantes de cualquier otro lugar habrían reaccionado de la misma manera en la que ellos lo hicieron. En realidad, todos queremos pensarlo. Sin embargo, en este caso, son ellos los protagonistas por su valor, su generosidad y, sobre todo, por lo inmediato y contundente de su respuesta. No hubo vacilación. Fue escuchar el estruendo que rompió el recogimiento de una tarde de lluvia, víspera del día del Apóstol, víspera de fiesta, y lanzarse a la calle para ver qué había ocurrido.
Ni siquiera el ensordecedor ruido - muchos lo tomaron por la explosión de una bomba - que precedió al fuego, ni el increíble aterrizaje de uno de los vagones en el campo de la fiesta consiguió que los vecinos de esta parroquia compostelana miraran hacia atrás, hacia otra parte. Algunos bajaron corriendo a las vías de difícil acceso mientras otros se encargaban del vagón que había subido hasta el barrio, haciendo añicos el quiosco de música en cuyos alrededores suelen reunirse grandes y pequeños. Igual que en una orquesta muy bien afinada, tampoco faltaron encargados de avisar, y hasta de guiar, a los servicios de emergencia, que se vieron obstaculizados por altas verjas y una puerta candada. No faltó agua para los heridos, mantas para cubrir a los muertos, tablas para hacer las veces de camillas improvisadas, palabras de consuelo. Su reacción fue tan temprana, que algunos hombres tuvieron que romper las ventanas del tren con sus propias manos, conscientes de que en el interior aún se escuchaban voces de auxilio y no había tiempo para ir a buscar armas.
Los de Angrois se metieron en el infierno sin esperar refuerzos, sin preguntarse qué había sucedido en realidad, si cabía la posibilidad de ulteriores explosiones. Les bastó saber que había personas que necesitaban ser rescatadas y, ahora, además de ser humildes con las alabanzas, aseguran que, en parte, se sienten frustrados porque no pudieron sacar a más heridos de aquel averno metálico que estalló en la curva de A Grandeira, a escasos metros de sus casas. En Angrois no descansaron cuando llegaron al lugar los bomberos, la policía, la guardia civil, las ambulancias y los servicios médicos. Tampoco, cuando llegó la noche. Siguieron ayudando a arrancar heridos de las garras de la muerte, consolándoles, preocupándose por ellos hasta que eran recogidos por las ambulancias.
Los vecinos de Angrois son, aunque no quieran, la cara de una moneda que nunca debió ser acuñada. Ya se han recogido 77.000 firmas - a través de la página web change.org - a iniciativa de Salvador Corcuel, un vecino de la localidad malagueña de San Pedro de Alcantara, para pedir que el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia 2014 sea para los habitantes de Angrois, por el cariño con el que acompañaron a las víctimas. Seguro que el número de firmas continuará creciendo. Mientras, los habitantes del barrio confiesan que están deseando volver a la normalidad, a su rutina, aunque saben que para ello todavía tendrá que pasar un largo periodo de tiempo. Muchos siguen topándose en su cabeza con las terribles imágenes en cuanto se quedan a solas, escuchan aún aquellos teléfonos móviles para los que ya no había respuesta, las peticiones de auxilio, los ruegos de algunos heridos para encontrar a sus acompañantes, que habían perdido en la oscuridad del brutal descarrilamiento. Y en Angrois también son ya conscientes, por fin, de que si no hubiera llovido esa tarde, obligando a todos a refugiarse en casa, probablemente hubiera habido niños jugando en el campo de la fiesta. Y adultos de paseo, ultimando los planes para el día de Santiago. Una de las vecinas más ancianas del barrio, vestida de negro y con gafas de gruesos cristales, mira con aplomo a una cámara de televisión y sentencia: “Fue mucho y no fue nada”.
Escritora
ALICIA HUERTA es escritora, abogado y pintora
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