RESEÑA
Juan Carlos Velasco: Habermas. El uso público de la razón
domingo 08 de septiembre de 2013, 16:34h
Juan Carlos Velasco: Habermas. Alianza. Madrid. 2013. 317 páginas. 20 €
Con Habermas, de Juan Carlos Velasco, los lectores en castellano disponemos de una excelente monografía, perfectamente documentada y actualizada, sobre la obra y el pensamiento de Jürgen Habermas (n. 1929), sin lugar a dudas, el teórico social más significativo de la filosofía mundial desde hace 30 años. Estamos ante una espléndida obra de divulgación que aclara, precisa, discute y valora en sus justos términos el imponente legado habermasiano. Es un libro imprescindible para el que quiera adquirir un conocimiento fundado de la aportación del autor germano y extremadamente interesante para los que ya están familiarizados con sus textos. Este libro aborda y clarifica todos los estratos en los que ha venido tomando cuerpo el pensamiento del principal heredero de la Escuela de Frankfurt: su genealogía intelectual, la conexión programática entre acción comunicativa y teoría social, la fundamentación de la ética discursiva, la legitimidad de los sistemas jurídicos y la teoría de los derechos humanos, la democracia deliberativa y el Estado de derecho, el patriotismo constitucional y la identidad postnacional, la influencia de la religión en el espacio público, y, como anexos: datos biográficos, glosario básico y una extensa bibliografía con guía de lectura. Y no es mérito menor de Juan Carlos Velasco que todo su discurso mantenga un diálogo crítico con el pensamiento del autor, huyendo de los modos hagiográficos que suelen acompañar a este tipo de volúmenes monográficos.
El autor pone en primer plano, a través de todo el texto, la ubicación de Habermas en la Teoría Crítica contemporánea, que se fundamenta aún en los principios enunciados por los autores clásicos de la Escuela de Frankfurt: Adorno y Horkheimer. Tanto entonces como ahora, la Teoría Crítica se manifiesta sucesora directa del espíritu de la Ilustración: el movimiento que pugna por situar a la Razón práctica (moral y política) en el eje del desarrollo social. Habermas ha respondido afirmativamente a este propósito cuando ha enunciado: “Los filósofos son los guardianes de la razón”.
Cuando en 1968 saltó a la fama internacional por la publicación de Conocimiento e interés, la autorreflexión crítica del conocimiento sobre los intereses de la razón supuso una deslumbrante actualización epistemológica de la Teoría Crítica. Pero Habermas abandonó esta senda porque no pudo entrever el modo de reconvertirla en filosofía política. Muy influenciado por el neopragmatismo que se había inoculado en la rama estadounidense del Instituto de Frankfurt, dio paso a la teoría de la acción comunicativa (en la monumental obra de igual título de 1981), como instrumento indispensable para orientar la autoimagen de la democracia como práctica deliberativa de alcance universalista. Pero el problema que aquí surge es que no resulta evidente (como Habermas presupone una y otra vez), que la razón se halle inscrita en el propio proceso cotidiano de la comunicación lingüística. El único vínculo que Habermas puede establecer entre los atributos comunicativos de la racionalidad -esencialmente formales- y sus derivaciones ético-políticas -esencialmente concretas e históricas- se basa en una idealización: la comunicación irrestricta libre de coacción en busca del consenso. Pero este proyecto carece por completo de dispositivos catalizadores de su realización efectiva.
No obstante, hay otros espacios de reflexión donde la Teoría Crítica habermasiana no pierde su conexión con la realidad histórica. Especialmente, la fundamentación del Estado de derecho democrático a través de la doctrina de los derechos humanos (Facticidad y validez, 1992 y La inclusión del otro, 1996), y toda su participación como articulista en los foros públicos, en su papel de “intelectual comprometido” con la formación (y agitación) de la opinión pública. En este terreno Habermas ha sembrado un vivero de ideas fértiles para nuestro presente: patriotismo constitucional, política deliberativa cada vez más inclusiva, la defensa por principio del Estado de bienestar, la articulación política y jurídica de la Unión Europea como alternativa que supera a los caducos Estados nacionales (en la dirección de una ciudadanía cosmopolita)...
Tal como decía Hegel en una cita a la que Velasco acude más de una vez en sus páginas, la función de la filosofía es aprehender su tiempo mediante conceptos. Más allá de todas las controversias legítimas, el tejido conceptual más sugestivamente elaborado que podemos encontrar de nuestro tiempo es el que figura en la obra de Jürgen Habermas.
Por José Antonio González