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RESEÑA

José María Merino: El río del Edén

domingo 02 de febrero de 2014, 13:19h
José María Merino: El río del Edén. Alfaguara. Madrid, 2013. 334 páginas. 18 €. Libro electrónico: 9,99 €
El manejo de la segunda persona como instancia narrativa resulta esquivo por violento. El plus de exigencia requerido al lector en tal construcción suele desagradar la lectura cómoda. Pero no es José María Merino escritor apocado ni complaciente. Atiende en exclusiva a las exigencias de la alta literatura y para ello cruza géneros, prueba recursos y no le es ajeno formula literaria o cauce alguno. Es más, ya en 1998 probó buena fortuna con la segunda persona autorreflexiva en la novela Intramuros, una deliciosa rememoración de la infancia.

En su afán de buscar el más difícil todavía el autor gallego añade ahora al reto un espinoso argumento como resulta la fragilidad del amor deshilachado por traiciones pero también, y acaso más importante, la capacidad regeneradora de eros, su poder para limar nuestras aristas e imperfecciones. El hábil y matizado manejo de tan actual asunto con sus distintas irisaciones: la deslealtad, la inconstancia, el egoísmo, las inseguridades,…, y una cuidada corrección en la forma es el modo en que la presente narración coge vuelo. Y es que la literatura siempre es un problema de forma y buen escritor es aquel que detecta cuál es la más conveniente en cada momento.

De la mano de su hijo y con las cenizas de su mujer Tere en la otra, Daniel recorre el Alto Tajo hasta las orillas de una laguna que enmarcó un verano muy atrás los días de Edén donde la pareja fraguó su amor. Al trasluz de la caminata el hombre rememora la pérdida de ese paraíso sin tiempo tras la retahíla de deslealtades que carcomerá su intenso amor. La irrupción de Silvio, el hijo con Síndrome de Down de la pareja, terminará de fragmentar la misma. Al recuerdo del paisaje, Daniel troquela la realidad presente con el recuerdo del pasado que enlaza en constante pugna, entre el egoísmo y la melancolía, desde la comprensión hasta el desaire, escindido en dos voluntades. Todo lector atento y persona con sentido reflexivo comprende que las deslealtades aquí narradas surgen como una respuesta acaso como una forma de venganza (quizá todas en realidad funcionen con semejante dinámica). Por ello tal vez sobra el párrafo explicativo que resume el mecanismo de esa trama de traiciones (pág. 185).

Se ha resaltado la técnica y la muy acabada resolución entre otras virtudes de esta novela que llevó a José María Merino a alzarse con el Premio Nacional de Narrativa del pasado año.. Resulta al menos curioso que sea una narración de corte realista y alejada del tono fantástico connatural con la que el escritor logra semejante mérito. Y más aún que la novela resuma buena parte de las obsesiones del escritor: la configuración de la identidad, las relaciones entre ficción y realidad, las constantes alusiones a la literatura, los flecos metaliterarios. Pero no debe extrañar pues la unidad es una más de las muchas virtudes de la extensa obra de Merino. Tampoco debiera ser necesario recordar el río como símbolo del fluir de la vida pues vertebra toda nuestra cultura europea desde los clásicos. En nuestras letras tiene ejemplos de máxima belleza de las Coplas de Jorge Manrique a la puntillosa novela de Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama. El río del Edén se suma a tan glorioso listado con nota. Una novela excelente y acorde radiografía del signo de los tiempos de deslealtades y egoísmos que nos toca transitar. Pero también un tiempo de esperanza: el resurgir de la conciencia que con capacidad de aceptar los propios errores, voluntad de enmienda y tesón quizá un día alcancemos un nuevo Edén.

Por Francisco Estévez
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