La última memez del periodismo: la objetividad
lunes 03 de febrero de 2014, 15:21h
La objetividad no existe. Se trata de un término utilizado torpemente desde siempre en el periodismo, como si el periódico objetivo fuera la panacea de la ética. Gran chorrada. Cada periodista, cuando escribe, cuando titula, cuando aborda una información lleva en sus alforjas sus ideas, sus principios, su moral. Y, eso, es inevitable. Y hasta bueno. Cada cual defiende esos principios. Con toda libertad.
Nos es más objetivo El País por atacar al Gobierno que La Razón por defenderlo. Son, o deberían serlo, independientes. Siguen lo que se llama una línea editorial, una línea trazada por esos principios: políticos, morales, ideológicos. Y, en teoría, defienden lo que creen mejor para España y para el mundo. Y el lector lo sabe. Y el lector sabe lo que lee y compra lo que le gusta. Pero no busca objetividad. Busca la verdad. Su verdad.
Lo único esencial de un periódico es la independencia. Un medio de comunicación no puede deberle nada a nadie. No puede ceder a las presiones de los poderes políticos, empresariales, culturales, ni de ningún tipo. Tiene que ser libre; esto es, independiente.
De tanto manosear los términos estamos confundiendo a la opinión pública, engañándola, mintiéndola. El Gara, con todo su derecho, defiende la independencia del País Vaso al igual que El Avui, la de Cataluña. ¿Son objetivos? No. Simplemente representan a un sector de la sociedad. Y a ella se deben. Con todo su derecho. Aunque nos repugne.
Los periódicos sólo tienen un dueño: el lector. Y a él se debe el medio en cuestión. Lo demás son pamplinas. El Periodismo debe de ser independiente y libre. Objetivo no lo es ni el Papa. No hay más que escucharle. Que no hace caso ni a la Biblia. Y hace bien. Porque tampoco la Biblia es objetiva.