RESEÑA
Amélie Nothomb: Barba Azul
domingo 09 de febrero de 2014, 16:59h
Amélie Nothomb: Barba Azul. Traducción de Sergi Pàmies. Anagrama. Barcelona, 2014. 138 páginas. 14,90 €
La nueva novela publicada en nuestro país de la tan extravagante como sólida escritora Amèlie Nothomb está impregnada del glamour del champán, que baña las chispeantes conversaciones entre los dos protagonistas del relato, aunque no fuera con esta bebida, sino con cava, con lo que brindó la autora belga en la presentación de su recién nacida criatura literaria. Una criatura que hará las delicias de los cada vez más numerosos seguidores de quien cuenta ya con una prolífica y muy personal y singular producción comenzada por Higiene del asesino y seguida por títulos, algunos de ellos de carácter más o menos autobiográfico, y siempre llamativos, como Estupor y temblores, Metafísica de los tubos, Cosmética del enemigo, Ácido sulfúrico y Ni de Eva ni de Adán, entre otros.
En la presentación de la novela, breve, pero sin duda con la medida exacta para su planteamiento, Nothomb confesó que Barba Azul, de Charles Perrault, era uno de sus cuentos preferidos de pequeña, si bien al releerlo en la adolescencia le pareció que su autor trataba desacertadamente a las mujeres, a las que, entre otros aspectos, presentaba poco menos que como idiotas. Quizá por eso en esta vuelta de tuerca al célebre cuento -pasto, sin duda, de jugosas interpretaciones psicoanalíticas-, Amèlie Nothomb hace que su personaje femenino, la joven belga de veintiocho años Saturnine Puissant, que está realizando en París una sustitución en la Escuela del Louvre, resulta más que avispada. Y no podía ser de otra forma, pues tiene que estar a la altura y jugarse los cuartos con su antagonista, el aristócrata español Elemirio Nibal y Mílcar, exquisito gourmet y compulsivo lector de textos en apariencia dispares, como son las actas de la Inquisición y los escritos del místico Ramon Llull, que le dobla la edad a Saturnine, pero no la astucia y el ingenio. Nibal y Mílcar es propietario de una suntuosa mansión en la que alquila una habitación, para lo cual convoca una especie de casting para elegir a la huésped, en el que, naturalmente, la ganadora es Saturnine, que se siente muy feliz por haber conseguido, tras pasar por infectos tugurios a precios exorbitantes, semejante chollo.
Pero la joven descubre que antes ocho mujeres habían alquilado la habitación y desaparecieron en extrañas circunstancias, tras haber caído en la tentación de internarse en una estancia del palacio cerrada a cal y canto para los intrusos. Y comprueba, entre sorprendida y halagada, cómo el noble español se ha enamorado de ella porque “enamorarse es el fenómeno más misterioso del universo”, deleitándose en un juego en el que “cenar con un hombre al que has amenazado con un cuchillo en la garganta la noche anterior no carece de atractivo”. Quizá ese alquiler no sea un chollo. O sí. Si quieren saberlo, no dejen de acompañar a Saturnine en su aventura en esta deliciosa revisión de la clásica y célebre fábula de Perrault.
Por Adrián Sanmartín