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La Restauración de los jesuitas

Francisco Delgado-Iribarren
martes 18 de marzo de 2014, 20:32h
La Compañía de Jesús celebra este año el bicentenario de su Restauración (1814-2014). Este motivo, unido a la canonización equivalente de Pedro Fabro, cofundador de los jesuitas, por el también jesuita Papa Francisco, justifica la organización de un ciclo de conferencias por la Universidad Pontificia de Comillas, en su sede de Alberto Aguilera de Madrid. Lleva por lema Jesuitas. Fundación y Restauración y se extiende a lo largo de toda esta semana.

Este lunes arrancó la serie de la mano de los historiadores Manuel Revuelta González, S.J., y Henar Pizarro Llorente. El rector de Comillas, P. Julio Luis Martínez, destacó su condición de especialistas en la materia: “Podría haber otros, pero no con más autoridad ni mejores”. El primero es autor –por encargo- del libro titulado: El restablecimiento de la Compañía de Jesús. La segunda es Directora del Servicio de Biblioteca de Comillas y ha organizado la exposición bibliográfica que puede disfrutarse en el recibidor de la facultad.

La profesora Pizarro repasó los hechos históricos que rodearon la expulsión de los miembros de la orden de la mayoría de las monarquías europeas. En España su verdugo fue Carlos III, quien les arrebató nacionalidad y bienes mediante la Pragmática Sanción de 1767. En total, unos 5.000 jesuitas fueron expatriados de la Corona, 2.700 en la Península y unos 2.300 en las colonias. En Portugal, Francia y los territorios italianos los “déspotas ilustrados” adoptaron medidas semejantes, si bien en Francia no fueron expatriados.

Los jesuitas no sólo habían hecho acopio de enemigos entre los poderosos políticos de la época, sino también en el seno de la propia Iglesia. Así, se acabaron aliando unos con otros, es decir, el hambre con las ganas de comérselos. El ministro español José Moñino y Redondo viajó a Roma con el cometido de mover los hilos, lo que hoy se diría mangonear, y consiguió que el Papa Clemente XIV, que era franciscano (los franciscanos y los jesuitas ya se llevaban como el perro y el gato) decidiera la supresión de la orden el 16 de agosto de 1773, por el breve Dominus ac redeptor. Moñino fue a continuación premiado por Carlos III con el condado de Floridablanca.

Durante 41 años los jesuitas vivieron, o sobrevivieron, extramuros de la Iglesia. Curiosamente fueron dos monarcas no católicos, el rey protestante Federico II de Prusia y la zarina ortodoxa Catalina II de Rusia, quienes se negaron a prescindir de la labor educativa de los jesuitas. Federico II cedió tres años más tarde, en 1776, no así Catalina La Grande. Después de cuatro largas décadas de penurias, deserciones y destierros, cuyo mayor testimonio histórico es el diario de Manuel Luengo, S.J., (la “joya” del Archivo de Loyola, escrito durante 49 años) el Papa Pío VII decidió el restablecimiento de la Compañía de Jesús por la bula Sollicitudo omnium ecclesiarum, de 7 de agosto de 1814. El nombre de este documento viene a indicar que el retorno de los jesuitas “lo pedía toda la Iglesia”.



Del martes al viernes las conferencias versarán sobre la figura de San Pedro Fabro, uno de los fundadores de la orden, canonizado por Francisco el pasado 17 de diciembre de 2013. El rector de Comillas resaltó que con él ya son tres los santos entre los primeros diez miembros de la Compañía, junto con San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. También recordó que el Papa argentino comunicó al Padre General de la Compañía, Adolfo Nicolás, su “voluntad decidida” de canonizar al saboyano, en el primer encuentro que tuvieron tras su elección, en la Casa de Santa Marta el sábado 16 de marzo de 2013.

La figura de Pedro Fabro (1506-1546) puede ayudar a entender la personalidad del Pontífice más que muchos artículos, análisis o libros. No en vano Francisco declara que es “uno de los jesuitas que más le han impresionado y que constituyen para él un verdadero modelo de vida”. Y destaca los siguientes rasgos que ahora se nos presentan como familiares: "El diálogo con todos, aun con los más lejanos y con los adversarios; su piedad sencilla, cierta probable ingenuidad, su disponibilidad inmediata, su atento discernimiento interior, el ser un hombre de grandes y fuertes decisiones que hacía compatible con el ser dulce”.

En la web de Comillas se puede leer una nota biográfica que pone de relieve lo que ambos jesuitas, Fabro y Francisco, tienen en común: “De carácter tímido, se le reconoce una gran capacidad para consolar y animar, y se le considera un auténtico maestro en los ejercicios espirituales, hasta el punto de que para Ignacio era el mejor para dirigirlos. Fue un jesuita ejemplar en su tiempo, uno de los más brillantes intelectualmente y, al mismo tiempo, humilde y dispuesto a servir y ayudar a los demás”. En esta nota también se le califica como “trabajador incansable” y “precursor del ecumenismo”.

Por todo ello recomiendo como interesante la temática de este ciclo de conferencias. Interesante no sólo desde un punto de vista eclesial, sino también histórico y cultural. El viernes se cerrarán los actos con un cine fórum sobre la película Lutero. Como dijo el P. Julio Luis Martínez: “No somos tan católicos que no podamos mirar fuera de nuestras fronteras de la Santa Madre Iglesia Católica”.
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