Elecciones EEUU 2016: Despejando la incógnita republicana
viernes 21 de marzo de 2014, 20:49h
Por más que puedan en este momento parecernos muy lejanas las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, lo cierto es que, en términos políticos –y, especialmente, teniendo en cuenta el dilatado y complejo sistema de primarias en ese país-, dicha fecha está “a la vuelta de la esquina”. A nadie escapa la importancia de tales comicios, pues, al normal interés que suscita la designación del cargo público más importante del planeta –junto con el del titular de la Silla Apostólica-, hay que unir que las próximas elecciones suponen el punto y final de la era Obama, quien, por distintas razones, ha centrado la atención mediática mundial –la agenda ya es otra cuestión- en los últimos años.
Especial expectación despierta el hecho de quién va a ser el candidato del Partido Republicano, pues es muy probable que el mismo sea el ocupante de la Avenida de Pennsylvania hasta, como mínimo, el año 2020. En efecto, en tres de las cuatro últimas ocasiones en las que un mismo Presidente ha agotado los dos mandatos, establecidos como período máximo desde la XXII Enmienda de 1951, su sucesor ha pertenecido al partido contrario. Así ha sido en 1960, con Kennedy respecto a Eisenhower; en 1992, con Clinton en relación con Bush padre; y en 2008, con Obama respecto a Bush hijo (la única excepción es 1988, con Bush padre respecto a Reagan). Este fenómeno se inscribe en lo que bien puede calificarse como verdadera pasión de los norteamericanos por el equilibrio, o, expresado en términos de teoría constitucional, por los frenos y contrapesos.
Por otra parte, ha de tenerse en cuenta que el Partido Republicano viene dominando la escena política en los últimos cuatro años y, para comprobarlo, basta asomarse a las noticias internas estadounidenses. En ello no ha sido ajena la irrupción del denominado Tea Party, fenómeno no suficientemente entendido en Europa –cuando no infravalorado e incluso menospreciado-, por ser muy distante de los parámetros en las que se mueve la política del Viejo Continente desde hace varias décadas. En todo caso, al margen de la valoración que pueda merecer, es innegable que se trata de un movimiento en alza, que ha supuesto una auténtica conmoción en la “vieja” política de Washington, y que sin ser una corriente mayoritaria (ni quisiera en el propio Partido Republicano) responde, en parte de sus postulados al menos, a una de las líneas de pensamiento más arraigadas en la tradición norteamericana y en un sector significativo de su sociedad. Sin duda alguna, la hegemonía en la Cámara de Representantes y la frenética oposición en el Senado se deben en buena medida al soplo de aire fresco propiciado por el referido movimiento (influyendo aun en congresistas que no se inscriben formalmente en sus postulados).
Por todo lo apuntado, en esta ocasión, ante las perspectivas de éxito que se avizoran, la nominación republicana “está cara”. Ello explica que el Grand Old Party cuente –a diferencia de en pasados comicios- con un nutrido elenco de candidatos, muchos de ellos con un potencial atractivo para el electorado. Y así, sin descartar dejarnos algunos nombres en el tintero (como podría ser el de la senadora Ayote), en una primera ojeada a los eventuales “runners” presidenciales por el partido del elefante, los nombres en liza se aproximan a la quincena: Brown, Jeb Bush, Christie, Cruz, De Mint, Jindal, Paul, Pawlenty, Rice, Rubio, Ryan, Santorum, Walker…
Sin pretender realizar aquí una disección pormenorizada de los candidatos enumerados, sí puede efectuarse un somero análisis de las principales coordenadas que permiten explicar sus trayectorias y posibilidades de cara a 2016. Así, cabe distinguir tres grandes claves que, simultáneamente, permiten agruparlos a efectos de síntesis expositiva: su edad, su ocupación política y su adscripción ideológica. Con carácter previo, ha de indicarse que el componente geográfico, importante en el pasado -baste señalar el dominio virginiano en los treinta primeros años de la Unión o el que ejerciera Ohio y los Estados del mid-west en el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX-, ha perdido su significación e incidencia en las últimas décadas y así parece que será en la siguiente elección, en la que, por lo demás, los presidenciables republicanos proceden mayoritariamente del Sur y del Centro del país -ausente el Oeste, por ser desde hace algunos años feudo demócrata. Sí cobra especial relevancia, en cambio, la “procedencia” de algunos candidatos, al personificar la nueva América de las minorías, frente al tradicional WASP. Así, Marco Rubio y Ted Cruz tienen orígenes cubanos, mientras que Bob Jindal pertenece a la minoría hindú (a los citados habría que añadir a Condolezza Rice como integrante de la minoría afroamericana), datos no desdeñables si se tiene en cuenta la urgente necesidad del Partido Republicano de atraer el voto de los nuevos americanos (en las pasadas elecciones abrumadoramente pro-demócratas).
Por lo que respecta a la edad de los candidatos, cabe distinguir dos grandes generaciones: la de los nacidos entre los 50 y 60 (la mayoría de ellos) y la de los “freshmen”, nacidos a comienzos de los 70 (Rubio, Cruz y Jindal, de nuevo), hecho que hace que desde algunas tribunas se haya especulado sobre la posibilidad de que estos últimos finalmente no comparezcan en el proceso de primarias, “guardándose su carta” para más adelante. La trayectoria pública previa también es un parámetro relevante. Predomina el binomio (o disyuntiva) gobernador-senador, con mayoría de los primeros (Jindal, Walker, Brown, Bush, Christie, Pawlenty…). En las últimas décadas parece que la experiencia de gobierno en los Estados ha contado con la preferencia de los electores por delante de otros puestos en el “cursushonorum”. Sin embargo, la ya mencionada frenética actividad en las Cámaras por parte de los congresistas republicanos hace que en esta elección el haber contado con el altavoz senatorial pueda ser un factor clave (Rubio, Cruz, Paul…).
Finalmente, la trayectoria ideológica, o mejor dicho, la inserción en determinadas corrientes de pensamiento y, sobre todo, de acción, es otra de las claves en la consecución de la meta final. En términos quizás demasiado reduccionistas, pueden identificarse dos grupos. En primer término, los denominados candidatos del “establishment”, por adscribirse a la praxis de gobierno tradicional republicana, en donde el elemento conservador prima sobre el liberal. En este grupo cabe citar a Christie (no en su mejor momento tras el episodio del “puente”), Jeb Bush (esperanza blanca del aparato republicano y que aseguraría el Estado clave de Florida) o Brown (que enlaza con el republicanismo de la Costa Este, en horas bajas en las últimas décadas, y famoso por sus posiciones “avanzadas” en determinados temas del debate cultural). En segundo lugar, se hallarían los candidatables en los que el elemento liberal o incluso libertario sería predominante, adscritos algunos de ellos al Tea Party o en cierta medida influenciados por él. Aquí se incluyen, entre otros, nombres como Paul (máximo favorito en la última encuesta de relevancia entre los posibles candidatos republicanos), Cruz (identificado con el Tea Party y cuya elocuencia y preparación han tenido indudable repercusión mediática), Rubio (el más atractivo a priori entre todos los candidatos, con algunas posiciones cercanas al conservadurismo clásico, como demostrara con su, por el momento, fallida propuesta de reforma inmigratoria), De Mint (actual presidente de la fundación Heritage y uno de los máximos ideológos del Tea Party) o Walker (que desde la gobernación de Wisconsin ha protagonizado una célebre contienda con los sindicatos de la función pública).
En definitiva, con el panorama descrito, se prevén unas más que interesantes primarias, con Iowa como topónimo de referencia ya en muchos despachos. El perfil y nivel de los candidatos hacen de la inminente selección natural un proceso muy atractivo, en donde sólo se echa en falta la presencia de un mayor número de mujeres.
¿Y enfrente? La nominación se Hillary Clinton se ha dado por muchos como cosa hecha, aunque sin embargo habrá que esperar todavía al devenir de los últimos meses de la presidencia para escudriñar el surgimiento de “underdogs” (Rahm Emanuel, actual alcalde de Chicago y ex jefe de gabinete de Obama puede ser uno de ellos). En cualquier caso, habrá que esperar…
Que empiece el mayor espectáculo del mundo, que comience la más importante expresión democrática de los tiempos modernos.