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RESEÑA

Tahar Ben Jelloun: La felicidad conyugal

domingo 11 de mayo de 2014, 13:13h
Tahar Ben Jelloun: La felicidad conyugal. Traducción de Malika Embarek López. Alianza. Madrid, 2014. 336 páginas. 18 €. Libro electrónico: 12,97 €
Una mosca se posa en la nariz de un hombre postrado. El hombre ha sufrido un ictus hace poco y no puede alejarla. La mosca describe un pequeño vuelo, y se vuelve a posar en su piel. Las ganas de rascarse son irresistibles. El hombre es un pintor mayor, de éxito. Por su vida han pasado muchas mujeres. Y la mosca, esa mosca molesta y desagradable, es su mujer. Desde esa cama y esa mosca, La felicidad conyugal nos proyecta a las cavernas llenas de espanto del matrimonio.

Sobre el matrimonio ha habido bastantes radiografías artísticas y literarias. Casi siempre, escritas por hombres, pero desde el punto de vista de la mujer y centradas en su insatisfacción. La incombustible Bovary es quizá la más popular. Desde el punto de vista masculino, me atrevo a citar tres obras: La felicidad conyugal de Leon Tolstoi, Secretos de un matrimonio de Ingmar Bergman y Ulises de James Joyce. El texto de Tolstoi es ambiguo y podíamos decir que clásico: recurre, a la postre, a la mujer como metáfora de seguro varadero, de paraíso local y doméstico. Joyce, toma como referencia La Odisea, quizá el primer estudio literario sobre el matrimonio en clave de viaje, y relata un día en el matrimonio de Leopold Bloom y su infiel mujer Molly Bloom. Secretos de un matrimonio aúna los puntos de vista masculino y femenino -aunque el sello masculino pese más en toda la obra-, y se adentra en los resquicios del infierno que dos se afanan en construir cuando se unen. Si hay un tema que recorre toda la obra de Bergman es este, el matrimonio, y sus consecuencias, los hijos y las tempestades de la paternidad y la maternidad. El año en que Secretos de un matrimonio se emitió en Suecia, la tasa de suicidios se disparó. Lo que da una medida del eco que la infelicidad percibida en los demás tiene en uno mismo.

La felicidad conyugal escrita por Tahar Ben Jelloun y publicada por Alianza editorial recientemente es una heredera de esta tradición de inmersión en los infiernos de la pareja, que no es otra cosa que adentrarse en los limitaciones de uno mismo. Tahar Ben Jelloun es un escritor y pintor marroquí de setenta años, que siempre ha escrito en francés y tremendamente popular gracias a obras como El niño de arena, Papá, ¿qué es el racismo? o La primavera árabe. La felicidad conyugal combina los dos puntos de vista, el del hombre y el de la mujer, pero de forma desequilibrada. Mientras que el relato del hombre merece casi trescientas páginas, el de la mujer, poco más de cincuenta.

La estructura del libro es interesante. Cada capítulo es una unidad temporal y espacial, una escena antecedida por una cita. Las escenas no están ordenadas cronológicamente, sino que viajamos continuamente en el tiempo. El libro carece de una estructura lineal unitaria, pero funciona en su conjunto, con una lectura amena que acepta las detenciones. El resultado final depende del conjunto, por lo que a medida que avanza el libro se coordinan sus partes y gusta más. Es una especie de bosque de columnas iguales o muy parecidas que el lector debe entrelazar para disfrutar en su totalidad. Una mezquita cordobesa de recuerdos y sentimientos de un matrimonio. ¿Y cuáles son esos sentimientos?

Uno podría pensar que el protagonista es un típico macho norteafricano, pero parece más adecuado decir que es un típico macho mediterráneo. Arrogante, seductor, inseguro, caprichoso, egoísta, manipulador… Vanidoso hasta en las confesiones más lacerantes, o precisamente en esas confesiones. ¿Sincero? Seguramente sincero, y humano, pero no por eso menos amargo. Para el protagonista, la relación con la mujer en el matrimonio es algo que hay que sufrir, minimizando los daños. Digamos que es un reducto inevitable que equilibra la situación entre la felicidad (infidelidad) y la infelicidad (matrimonio). A medida que el narrador nos adentra en su historia personal, pasamos de lo banal a lo desagradable, de lo dulce a lo amargo.

En un momento de la lectura surge una pregunta inevitable: ¿Por qué estas dos personas siguen juntas? ¿Por qué no se divorcian, se separan y rompen su negativo vínculo? La mujer piensa que él es muy marroquí (ella misma lo es); el marido, simplemente vive la mosca de su mujer como algo inevitable. Y el lector acaba con la sospecha de que, en algunas sociedades y culturas, de las que quizá la española forme parte, hacer la vida imposible al otro es una forma más del amor.

Por José Pazó Espinosa
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