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CRÍTICA DE CINE

Mommy: relaciones sórdidas, juegos de estilo, pop

Laura Crespo
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lauracrespoelimparciales/12/5/12/24
viernes 05 de diciembre de 2014, 00:22h
Mommy: relaciones sórdidas, juegos de estilo, pop
Xavier Dolan, el niño mimado del cine independiente canadiense, suma y sigue. Por Laura Crespo
El niño mimado del cine independiente canadiense sigue jugando a ser un prodigio y, episodios de insolencia aparte, no se le puede negar que lo hace muy bien. Xavier Dolan (Montreal, 1989) estrena en España su quinta película como realizador, Mommy, tras recibir el Premio del Jurado en el último Festival de Cannes, en la que continúa avanzando en su tesis sobre las relaciones humanas puestas al límite y la capacidad del individuo para sobreponerse en los márgenes de lo socialmente aceptable. Para ello, sigue significándose detrás de la cámara, haciéndose notar tras cada recurso formal y extendiendo sus funciones a este lado de la pantalla: Dolan dirige al espectador.

Mommy arranca en una Canadá actual pero ficticia, en la que los padres de menores problemáticos tienen, por ley, el deber de abandonarlos en centros del Estado. Sin embargo, Diane ‘Die’ Depres afronta la educación y el cuidado de su hijo Steve, de quince años y diagnosticado de trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Para el director, la relación de una viuda inculta, exadinerada y extra tenaz con su hijo violento y descontrolado no gozaba de enjundia suficiente, así que en los primeros minutos del metraje nos presenta también a Kyla, la nueva vecina, con pocas habilidades sociales y un episodio oscuro a sus espaldas, que aparece en la vida de madre e hijo como una tercera pieza portadora de equilibrio.

La puesta en pantalla del personaje de Steve, interpretado por un genial Antoine-Olivier Pilon que ya había trabajado con Dolan en Laurence Anyways (2012), es un ejemplo de la maestría del cineasta. Al principio se presenta a un adolescente malhablado, en plena catarsis hormonal y sumamente cretino. Pero ya. “No es para tanto”, piensas. Hasta que estalla y la película deja de ser lo que era para convertirse en una goma elástica: a ratos más o menos relajada pero que incita a estar siempre alerta por si acaso, como los personajes.

Dolan refuerza esta tensión contenida con un logrado contraste entre el fondo gris del argumento y una fotografía colorida, amén de la música pop, vitalista, que recubre la cinta de una pátina de fina ironía. Se trata de que contar las miserias humanas no está reñido con la estética ni el tono, un poco al estilo de Almodóvar, al que también recuerda la no omisión de lo soez y lo ‘barriobajero’.

El ratio de la pantalla abandona la ahora convencional panorámica para acogerse al 1:1, un aspecto más reducido aún que el 4:3 de los televisores antiguos. El cineasta deja muy poco espacio al espectador y lo llena de primeros planos que parecen hablar a cámara. No hay escapatoria posible, Dolan obliga a mirar, a compartir la sensación de asfixia de los personajes, en un ejercicio estilístico arriesgado, original y efectivo.

Como ya demostró en cintas anteriores, el precoz cineasta –actor desde los cuatro años, estrenó su primer trabajo de dirección a los veinte- es un claro ejemplo de la ruptura con el sistema de géneros del cine moderno. Mommy baila entre el drama social, la comedia costumbrista, el terror psicológico e, incluso, la distopía de la construcción social.

Anne Dorval hace un espectacular trabajo en la piel de ‘Die’, a quien admiramos en unos planos y que en otros nos provoca repulsión. La naturaleza de las cosas, en toda su escala de grises posibles, hecha cine. Mommy es una película de subtexto, en la que la insinuación y la provocación de los pensamientos más sórdidos del espectador pesan más que lo que se muestra en pantalla. Los diálogos, especialmente las conversaciones entre Dorval y Suzanne Clément –Kyla en la ficción-, ejercen de perfectos embajadores de lo que se dice sin decirlo.

Dolan vomita un alegato pro esperanza en su versión menos amable, la de la esperanza irracional, sin una base real a la que agarrarse, ciega… ¿acaso es así todo tipo de esperanza? Sin ánimo de 'spoilear' al lector, Mommy es casi un círculo que abre y cierra más o menos en el mismo punto. Lo interesante es lo que ocurre en el camino y, sobre todo, como se cuenta en pantalla. Insolente, arrogante o pretencioso son adjetivos que suelen acompañar el nombre de Xavier Dolan. Puede que los artificios de su cine revelen una personalidad acorde con ellos, pero lo cierto es que hasta el momento logran despertar el interés y crear historias propias. Veamos si el niño mimado no muta en monstruo.
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