Las medidas aprobadas por unanimidad por el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas hace unos días a instancias de Rusia, recogidas en la
resolución 2199, con las que se busca ahogar las principales fuentes de financiación del Estado Islámico, empiezan a dar sus frutos, aunque las consecuencias traigan consigo más barbarie si cabe.
La ONU dio luz verde a un paquete de medidas para restringir el acceso de entidades e individuos relacionados con el terrorismo al circuito financiero y crediticio habitual, así como la amenaza de fuertes sanciones para aquellos gobiernos o empresas que compren crudo o gas extraído de los pozos controlados por el EI y arrebatados a Iraq.
De este modo, las dos grandes líneas de financiación de los terroristas liderados por
Abu Bakr al-Baghdadi han quedado
seriamente comprometidas y los ingresos de la organización, que hace unas semanas se contaban por millones de euros al día, se ha reducido hasta los
apenas 250.000 euros por jornada, una cantidad insuficiente para seguir sosteniendo la maquinaria de guerra del Califato Islámico.
Tras la
huida de su tesorero hace unas semanas, gran artífice de la arquitectura financiera del EI en los últimos meses, con un millón de euros bajo el brazo, los yihadistas han empezado a buscar fuentes alternativas de financiación. Una de las que va en auge es la
venta de órganos de víctimas, rehenes y combatientes extraídos contra su voluntad.
La delegación iraquí ante Naciones Unidas ha denunciado que el Estado Islámico roba órganos a civiles, que posteriormente asesina, o a milicianos propios o rivales para después venderlos en el mercado negro por cantidades que van desde los
3.000 dólares de unos globos oculares hasta los
120.000 de un corazón, los
170.000 de un riñón o los
250.000 de un hígado sano.
Como prueba, Bagdad señala que ha tenido noticia de que
doce cirujanos iraquíes fueron asesinados hace unos días después de negarse a practicar intervenciones quirúrgicas a civiles con el objetivo de robarles sus órganos. Las ejecuciones de esta docena de médicos se produjeron en
Mosul, nueva capital mundial del mercadeo ilegal de órganos y una de las dos grandes urbes del Califato Islámico junto con
Raqqa (Siria).
Ya a finales del año pasado se notifico a la ONU que el EI estaba vendiendo por centenares órganos de sus propios milicianos caídos en combate para apuntalar sus libros de contabilidad, pero la presión de Occidente ha llevado a los yihadistas a utilizar también a civiles. El hallazgo de decenas de cuerpos de
cristianos, kurdos, chiíes y yazidíes "desmembrados y vaciados" respaldaría esta acusación.
Según la agencia de noticias AINA, estos procedimientos se llevarían a cabo gracias a la ayuda de médicos provenientes de
Arabia Saudí, precisamente, junto con
Turquía, principal país destinatario de esta macabra mercancía.
Este mercado ilegal de órganos se une al auge del
tráfico de drogas a gran escala desde la región de
Nínive, muy cerca de la encrucijada fronteriza entre Iraq, Siria y Turquía, y del tráfico de personas como nuevas líneas fuertes de financiación para los yihadistas.
El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos calcula que el EI tendría retenidas a unas
30.000 mujeres y niñas listas para ser vendidas a unos 8.000 dólares cada una, lo que supone
240 millones de dólares con los que el Estado Islámico cuenta sólo por este concepto.