EN LA CASA DE CANTABRIA DE MADRID
Jesús Carasa presenta una exposición y su segundo libro, La toma de la pastilla
EL IMPARCIAL
miércoles 24 de febrero de 2016, 19:19h
En la Casa de Cantabria de Madrid.
El pasado 15 de febrero, Jesús Carasa presentó en la Casa de Cantabria de Madrid la exposición de su obra pictórica La abstracción volumétrica y su segundo libro, La toma de la pastilla.
Carasa empezó a pintar en 1964, "sin más ambición que llenar convenientemente mis tiempos de ocio, pero la contemplación, detenida, de El Greco, me hizo comprender la hondura que podía lograrse con la pintura", explica.
Sobre su libro confiesa que el título "es una broma, pero sí que quiere ser iconoclasta y asaltar murallas que, actualmente, tienen muchas defensas en la pereza de pensamiento". De ahí que muchas de las “pastillas” comiencen con el “Penetro en campo minado” que avisa de la peligrosidad de pensar libremente y a contracorriente, sobre todo en los campos dominio de “lo progre”, “el buenísmo” o “lo políticamente correcto”. Esa seudofilosofía, añade, que ha logrado impregnar el pensamiento y la moral de nuestra sociedad, impartida por esos arrogantes pontífices que del “nosotros hacemos esto porque es lo mejor” han llegado al “esto es lo mejor porque lo hacemos nosotros”, y en la política al “todo es válido para impedir que gobierne la derecha” a la que los "autoproclamados repartidores de pedigrí niegan legitimidad democrática".
El autor aborda también los campos minados del nacionalismo a cuya doctrina considera con la misma capacidad de adicción que las drogas duras. En su libro atiende a un asunto que nunca ha visto comentado: "La carnicería que se ha hecho con Castilla, su solapado desguace. Castilla ha sido siempre el elemento aglutinador, centrípeto y hegemónico de España, por lo que la consecución del objetivo último del nacionalismo, la independencia, pasa por su destrucción. Con sus exigencias de partida, en la Transición, a cambio de una prometida lealtad, siempre traicionada y sus caros apoyos al PP y al PSOE en sus penurias electorales, lo ha conseguido. Castilla, lo que ellos llaman España y nosotros hemos acabado llamando '“el resto de España', tras sucesivos desmembramientos, ha quedado reducida, en la formación de las artificiales autonomías, a dos territorios, sin la salida al mar por Cantabria o Asturias, sin el poder económico de Madrid y hasta sin la raíz del Castellano desgajando la autonomía, nunca soñada, de La Rioja".