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Fidel Castro: triste, solitario y final

Carlos Ramírez
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carlosramirezhhotmailcom/14/14/22
lunes 04 de abril de 2016, 20:15h

Mientras el presidente estadunidense Barack Obama aterrizaba no sólo el Air Force One sino las cañoneras del dólar en La Habana, en su refugio geriátrico político el comandante en jefe Fidel Castro parecía la imagen del Patriarca de Gabriel García Márquez, con los gallinazos revoloteando a su alrededor.

La historia, señala José Ortega y Gasset citando a Mommsen, es progresiva. Pero la historia ha demostrado también que la Historia es circular: Cuba tardó sesenta y siete años en llegar al mismo lugar. El asalto al Cuartel Moncada en 1953 inició la hazaña de la utopía comunista para regresar en el 2016 al mismo lugar batistiano. Y siguiendo con las referencias literarias, Castro pareció personaje de Osvaldo Soriano en su divertida novela Triste, solitario y final, un juego argentino de palabras.

Queda, en todo caso, el reclamo de la historia: Castro tomó el poder para instaurar una democracia y terminó encabezando una dictadura familiar con el poder heredado a su hermano y éste pronto a algún otro familiar.

Al terminar su largo alegato desde la cárcel en 1953, Castro se inmoló en el altar de la Historia. Defendiéndose a sí mismo y dándose por condenado, Castro concluyó su discurso con las palabras proféticas; "¡condenadme, no importa, la Historia me absolverá!" Sin las facilidades de defensa que tuvo, víctimas del autoritarismo del Estado castrista y hundidos en la desgracia, los fusilados y condenados por Castro a lo largo de su dictadura de cincuenta y nueve años (1959-2916) podrían parodiar: "¡fusiladnos y condenadnos, no importa, la Historia nos absolverá!"

Como le ocurre a todos los demagogos o dictadores que toman el poder en nombre de ideales pero lo ejercen para congraciarse consigo mismos, siempre caen víctimas de su propia charlatanería. En su defensa de 1953 y para ilustrar la dictadura de Batista, Castro se refirió a la Cuba anterior a Batista: "había una vez una república, tenía su constitución, sus leyes, sus libertades; presidente, Congreso, tribunales, todo el mundo podía reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. El gobierno no satisfacía al pueblo pero el pueblo podía cambiarlo". "Existía una opinión pública respetada y acatada y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión, actos públicos, y en el pueblo palpitaba el entusiasmo".

Luego de Fulgencio Batista, la dictadura de los hermanos Castro hace pensar con nostalgia en la Cuba democrática. El mejor y más severo juicio contra un gobierno puede hacerse en función de sus metas y sus resultados. Castro combatió la dictadura de Batista no para instaurar un régimen de socialismo autoritario de Estado o una nueva dictadura, sino para recuperar las libertades y el funcionamiento de una democracia representativa. Si el castrismo derivó al socialismo autoritario por culpa del acoso de EU después del intento de invasión en Bahía de Cochinos, el pueblo cubano que apoyó la revolución acabó siendo prisionero de otra dictadura.

Castro podría ser enjuiciado con sus propias palabras de 1955 sólo que ahora colocadas en boca de los cubanos fusilados o encarcelados por combatir democráticamente una dictadura. "Cuba está sufriendo un cruel e ignominioso despotismo y vosotros --le decía Fidel al Tribunal que le concedió la libertad de hablar que Castro no le otorgó a los enjuiciados-- no ignoráis que la resistencia frente al despotismo es legítima". A la distancia, Castro podría ser colocado en el banquillo de los acusados como antes lo estuvo Batista. Cuba es víctima de "un cruel e ignominioso despotismo", el de los propios hermanos Castro.

La parte fundamental del alegato de Castro en 1953 podría repetirse puntualmente hoy con los mismos criterios: los métodos de lucha. Hace sesenta y tres años fue el alzamiento armado, la guerrilla; hoy, la huida del país por cualquier medio --la metáfora patética de las balsas-- y, sobre todo, la represión del ejercicio de la palabra libre, la misma por la que luchó Castro. Sólo que ahora el régimen despótico de Castro reproduce los vicios dictatoriales de Batista, aunque en nombre de la Revolución, del marxismo y del bienestar del pueblo, pero la represión es exactamente la misma y a veces hasta peor en el socialismo porque Castro pudo defenderse en 1955 y los disidentes actuales han sido aplastados por las ruedas del gobierno castrista.

El eje de la defensa de Castro en 1953 radicó en el derecho legítimo a la rebelión. Lo paradójico fue que Castro tuvo todo el espacio para defenderse, para sacar de prisión documentos, para salir exiliado a México, para entrenarse en México y para regresar a Cuba a luchar en la guerrilla como parte de la legitimidad del combate a los malos gobiernos. Los fusilados y encarcelados por Castro carecen de condiciones mínimas, padecen aislamientos absolutos, los fusilados no tuvieron defensa y fueron juzgados en tres días, aunque también esgrimieron el derecho legítimo a la rebelión.

Un párrafo de Fidel de 1953 no tiene desperdicio, aunque bien pudiera ser usado, puntualmente y sin quitar ni poner ni una coma, por los fusilados y disidentes pero en contra del propio Castro: "añade Montesquieu que un hombre al que sus cinco sentidos le dicen sin cesar que lo es todo y que los demás no son nada, es naturalmente ignorante, perezoso, voluptuoso. Así como es necesaria la virtud en una democracia y el honor en una monarquía, hace falta el temor en un gobierno despótico". ¿Batista o Castro? O los dos.

La escena de Raúl Castro alzándole la mano a Obama como si hubiera ganado un torneo de box fue la de la derrota histórica de Fidel Castro. Esa foto es el contrapunto de la que dio la vuelta al mundo en enero de 1959: castristas entrando a La Habana montados en un tanque de guerra y alzando su fusil de la victoria. La historia, pues, también es circular.

indicadorpolitico.mx

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@carlosramirezh

Carlos Ramírez

Maestro en Ciencias Políticas

Periodista, Maestro en Ciencias Políticas, columnista político desde 1990, director del Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional S.C., director del portal indicadorpolitico.mx

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