La actriz, directora y autora teatral Paloma Pedrero ha lamentado que sólo el 23% de las obras de teatro españolas estén escritas por mujeres: “El machismo sigue campando a sus anchas”. Cree que “es penoso porque las mujeres son muy buenas escribiendo teatro. Pero estamos así en todos los terrenos del arte”. Tiene claro que “el teatro, como todos los mundos, tiene sus grupos, sus intereses, sus miserias”.

Paloma Pedrero es en la actualidad una de las figuras de la dramaturgia española más reconocida. De hecho, un reciente estudio en colaboración con el Centro de Documentación Teatral revela que es la autora más representada en nuestro país. Preocupada porque sólo el 23% de las obras de teatro españolas estén escritas por mujeres, ha criticado el machismo existente “en todos los terrenos del arte”.
Con una treintena de obras estrenadas, y ninguna en teatro público, Pedrero reconoce que “las relaciones con el poder no se me dan demasiado bien”, aun así, sabe que “poner en escena un texto es caro y muy laborioso. Más aún en un país tan desafecto con la cultura”.
Pero Paloma Pedrero es optimista. Su experiencia le ha llevado a recibir numerosos premios, como el Tirso de Molina, el de la crítica del Festival Internacional de Roma o el de la crítica en Cuba y sabe que “hasta las dificultades pueden ser un motor” porque te hacer ser mejor.
En una entrevista a El Imparcial explica estos aspectos y alguno más:
Según un estudio elaborado por el Grupo Barraquianos de TRAGYCOM a partir de los registros de la base de datos del Centro de Documentación Teatral, eres la autora española más representada en la última década. Imagino que te causa una gran satisfacción, ¿no es así?
Sí, sí. Yo no vengo del mundo del teatro ni he tenido nada fácil dedicarme a la escritura teatral. La verdad es que he tenido que trabajar mucho. No sólo escribir mucho, que también, sino trabajar por encontrar aliados artísticos y recursos de todo tipo. En el teatro soy una mujer orquesta. Hago de todo menos poner los focos, me muero de miedo. La luz sí que la he diseñado alguna vez.
No obstante, de lo que estoy más orgullosa es de ver que las Compañías teatrales siguen representando mis obras aquí y en otros países. En las Escuelas, en las universidades, en las salas alternativas, en donde pueden. Eso me hace pensar que las obras están vivas. Y sí, es una gran satisfacción.
Por otra parte, ¿a qué crees que se debe que ningún teatro público haya producido una sola de tus obras en toda tu carrera, y ya van 31 años desde tu primer estreno?
No sabría contestarle. A mi misma me resulta extraño que en tantos años ningún director de teatro público se haya parado a pensar que sería interesante, incluso necesario, producir una obra de Paloma Pedrero. Tenga en cuenta que cuando yo comienzo a estrenar en el 85, y aunque había otras mujeres escribiendo teatro, sólo Ana Diosdado lograba llegar a los teatros comerciales.
Yo, desde mi primer estreno, en el Centro Cultural de la Villa, tuve la suerte de ser considerada una autora por la crítica y por el público. Fue un fenómeno curioso porque, aunque la crítica fue implacable conmigo, eran todos varones y mayores, y ‘La llamada de Lauren’ habla sobre la identidad sexual. Ninguno dejó de escribir sobre ella. También sobre mí. No daban crédito de que una chica tan joven y con ese aspecto dulce, pudiera ser tan perversa (eso dijo alguno, no se lo pierda).
A pesar de esas críticas, o mejor dicho, seguramente por ellas, el público se interesó por la obra y tuvimos que prorrogar. Desde entonces no he dejado de escribir y de estrenar. He sido una pionera, y creo que mis obras, que han sido producidas en algunos teatros públicos de otros países, deberían haber estado en el mío también.
¿Que por qué no me han producido en mi país? Debe ser que las relaciones con el poder no se me dan demasiado bien. La mayoría de los que tienen cargos se trastornan bastante al poco tiempo, y yo no sé cómo llegar a ellos (me refiero a sus despachos y exaltaciones). Mi independencia tampoco parece entusiasmarlos. No, no se les ha ocurrido. Quizás tendría que quejarme mejor.
En los últimos diez años has estrenado 25 obras. ¿Estás especialmente orgullosa de alguna de ellas? ¿Cuáles destacarías?
Aunque suene a tópico, es cierto que las obras son como los hijos. A unos se les quiere por una cosa y a otros por otra, al menos los autores vocacionales. Las que más gratificaciones me han dado podrían ser: ‘La Llamada de Lauren’, ‘El color de Agosto’, ‘Noches de amor efímero’ (que son 9 obras breves), ‘En la otra habitación’, ‘Una estrella’, ‘En el túnel un pájaro’, ‘Ana el once de marzo’, ‘Caídos del Cielo’… (Seguro que me dejo alguna)
Volviendo al estudio, ¿qué valoración haces de que sólo el 23% de las obras de teatro españolas estén escritas por mujeres?
Es penoso, porque creo que las mujeres son muy buenas escribiendo teatro. Pero estamos así en todos los terrenos del arte. Y esto es el reflejo de la sociedad patriarcal en la que vivimos. El poder sigue estando en manos de varones, también la crítica, las preferencias estéticas dominantes… El teatro, como todos los mundos, tiene sus grupos, sus intereses, sus miserias.
Hace poco, Albert Boadella, ante la petición de un grupo de autoras de algunos datos para realizar un estudio sobre la discriminación de la mujer en las artes escénicas, contestó con una carta inaceptable en la que nos llamaba "caballeras" y otras delicias. Sí, el machismo sigue campando a sus anchas e, incluso, la mayoría de ellos se hacen cómplices callados de esta barbaridad.
Las mujeres tendremos que seguir luchando con valentía y autenticidad. Reconociendo que somos diferentes, afortunadamente, y que los temas masculinos no son más universales que los de otras identidades de género. Eso no quiere decir, que no se me malinterprete, que una dramaturga no puede crear personajes masculinos complejos y fascinantes (la empatía es el talento primordial de los autores teatrales), o hablar de asuntos políticos y sociales, que de hecho lo hacemos. Pero personalmente creo que ciertos asuntos varoniles están ya gastados y que, según evolucione la sociedad, cada vez van a interesar menos.
Hemos leído y visto en teatro mucha literatura de guerras, o políticas; sobre aventuras o asuntos policiacos… Hay que empezar a desvelar otros universos. Que ya están ahí, pero que la sociedad todavía tiene mucha resistencia a dejar ver.
¿Entonces, crees que somos diferentes?
Claro, lo somos en el cerebro, en el sistema hormonal, en el nervioso… En el cuerpo y en el alma. Pero esas diferencias no significan que el hombre sea superior en ningún sentido. Bueno, quizá sí en la fuerza muscular, aunque veo hoy en día chicas que se trabajan mucho ese aspecto.
Somos diferentes, lo que no significa que no tengamos que lograr la igualdad de oportunidades. El mundo se ha hecho a imagen y semejanza de los deseos masculinos. Eso tenemos que transformarlo. Hacer un mundo más femenino, humanizado, pacífico. Educar tanto a niñas como a niños en el encuentro con su esencia. Permitir la diversidad sexual y ver qué ocurre. Creo que por ahí van a ir las cosas. Aunque muy lentamente.
¿Cuáles siguen siendo hoy los principales problemas para trabajar? ¿Crees que es más difícil por ser mujer?
Para todos los autores es difícil estrenar teatro. Si a eso le sumas que las autoras tienen que conciliar el peso de la vida familiar con la escritura y la puesta en escena de sus obras, imagínese. El teatro, una vez finalizada la obra, implica mucha labor fuera de casa: relaciones con productores, compañías, actores… Poner en escena un texto es caro y muy laborioso. Más aún en un país tan desafecto con la cultura.
Para terminar, ¿qué futuro crees que les espera a la nueva generación de dramaturgas?
Tendrán que seguir luchando sin decaer. El teatro te lo compensa con creces. Es maravilloso tener el talento de la escritura, poder transformar el dolor en belleza, ver tus obras en otros países y en otras lenguas, sentir al público conmoverse. Mi vida está llena de momentos preciosos, de viajes, de amigos con los que comparto la pasión de cambiar el mundo a través del teatro. Si volviera a nacer haría lo mismo, hasta las dificultades pueden ser un motor. Nos hacen más fuertes y mejores.