En Construir Pueblo. Hegemonía y radicalización de la democracia, Chantal Mouffe e Íñigo Errejón llevan a cabo un interesante diálogo que nos acerca los orígenes teóricos de Podemos y su objetivo de “radicalización de la democracia”. Un aspecto importante a la hora de extraer conclusiones de la obra es la fecha en que se terminó de escribir (14 de mayo de 2015). Dicho con otras palabras, aún no se había producido el éxito de Podemos en las elecciones generales de mayo y junio de 2016, ni las polémicas recientes que vienen marcando su devenir cotidiano, como la que afecta al enfrentamiento entre “pablistas” vs “errejonistas”. Sin embargo, recuperar ahora su lectura resulta muy esclarecedor para la mejor comprensión de lo que está sucediendo en Podemos y sus adláteres.
Hecha esta precisión, Errejón y Mouffe nos presentan su diagnóstico del escenario político actual, con propuestas de resolución para los problemas que ellos detectan. En este sentido, en la obra se mezclan análisis de hechos concretos y argumentaciones de Ciencia Política, lo que supone que el metalenguaje ocupa un lugar protagonista, limitando con ello el número de lectores susceptibles entender ciertos pasajes. Esta afirmación se observa, por ejemplo, cuando Errejón se refiere a la “cuestión nacional” en los siguientes términos: “La cuestión de España es si es posible construir una narrativa nacional al servicio de las mayorías subalternas y al mismo tiempo respetuosa con la plurinacionalidad y el derecho a decidir. Y cuál sería su expresión simbólica. Esto me parece de primer orden y en absoluto anecdótico. Creo que se irá decantando en un proceso de constitución popular” (págs. 135-136).
El análisis de ambos autores parte de la obra escrita en 1985 por la propia Chantal Mouffe y Ernesto Laclau titulada Hegemonía y estrategia socialista, cuyo valor reivindican para el momento actual. Continuando con esta evolución cronológica, en opinión de Mouffe la socialdemocracia cometió una cadena de errores susceptibles de resumirse en ceder ante el neoliberalismo y admitir que tras el fin de la URSS ya no existía el adversario político (p. 17).
Errejón, en lo que a España se refiere, culpa del giro neoliberal a los gobiernos de Felipe González hacia los que realiza una crítica implacable e injusta varias veces, acusándolos de destruir sus propias bases sociales a través del fomento del individualismo y de parecerse cada vez más a su rival (al que define como “par”). Esta sinceridad con la que se refiere al PSOE pone de manifiesto la puerilidad de recientes planteamientos del partido ubicado en la calle Ferraz con los que buscó acercarse a Podemos, cuyas metas reales no entendió o infravaloró.
Asimismo, estos reproches al PSOE hunden sus raíces un poco más atrás en el tiempo, en concreto en la Transición, de la que el político “podemita” transmite una imagen peyorativa y sesgada, asemejándola a una revolución inconclusa que exige su culminación. Para tal objetivo otorga el máximo protagonismo a su partido, lo que encierra dosis de mesianismo, trazando una estrategia centrada en “reconocer, primero, que las posiciones políticas no están dadas, que las identidades políticas no son estables, no hay nada de natural en que la gente se tenga que identificar entre la izquierda o la derecha, eso es histórica y geográficamente contingente” (p. 107). Esta concepción de las identidades políticas como algo en construcción resulta fundamental para entender que el fenómeno de Podemos no debe limitarse a identificarlo solo con el 15M, aspecto en el que incide Errejón.
Dentro de esta estrategia, ambos autores consideran un pilar esencial la construcción de dos categorías enfrentadas: “ellos vs nosotros”. En este punto, las ideas difundidas rezuman un sentimiento victimista mezclado con adanismo lo que suscita diversos interrogantes. El principal de ellos ¿qué destino espera a quienes no comulgan con las propuestas de cambio, si éste llega a consumarse, que difunde Podemos? Cabe responder que de una concepción de la política basada en la confrontación permanente, como la patrocinada por Errejón y Mouffe, difícilmente se pueden derivar acuerdos tangibles, sobre todo si se procede de manera sistemática y recurrente a la estigmatización del adversario.