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NOVELA

Kike Ferrari: Que de lejos parecen moscas

domingo 04 de marzo de 2018, 19:48h
Kike Ferrari: Que de lejos parecen moscas

Alfaguara. Barcelona, 2018. 183 páginas. 17 €. Libro electrónico: 8,99 €.

Por Daniel González Irala

Luis Machi, personaje literario con todas las de la ley, hombre de negocios al que llaman equivocadamente nuevo rico, resulta premeditadamente obsceno y feo de primeras al lector; tal vez esto se explique por estar instalado en el no-lugar de la opulencia, lo excesivo y las falsas máscaras de los self-made men (palabras que ni siquiera él sabe pronunciar en inglés). Producto del final de la dictadura militar argentina, se ve de un día para otro casado con la hija rica de un terrateniente y pronto con dos hijos, lo que no le impide correrse largas juergas con toda prostituta que se le antoje, con la ayuda además de grandes dosis de coca y viagra.

Utiliza aquí Kike Ferrari (Buenos Aires, 1972) un narrador objetivo que alterna con monólogos de Mirta (una de sus frecuentes amantes) y Pereira (entre otros), un despreciable sabueso que tratará, en uno de los múltiples flash-backs que explican la acción principal a través del hecho de hacer desaparecer con éxito a algún que otro cooperante, de hacerle todo mucho más difícil. Este uso del narrador consigue amplificar la acción de un modo brutal y nada anodino, quedando en el lector su voz tan presente como la reflexión camusiana de que después de cierta edad todos somos responsables de nuestro rostro.

El tiempo de la ficción, a pesar de la brevedad del texto, son seis intrépidas horas o asaltos boxísticos en un día, en los que se sumerge en un infierno tan poderoso que nos deja noqueados, producto de la necesidad de sobrevivir con uppercuts y derechazos en la mejilla a su propia autodestrucción.

Cuenta además con escenas y cuadros realmente brutales en su patetismo, como cuando lleva a su habitual lupanar al hijo, al que le paga los servicios de tres mujeres, y este sale huyendo con los ojos rojos, mientras le espera su novio en la puerta. O el mencionado monólogo de Mirta, en el que por vez primera aparecen esas esposas de peluche rosa, y podemos ver algo de su vulnerabilidad tras esa máscara de también coches de lujo, corbatas de seda y gomina en el pelo. El desprecio a todo y todos es también una constante y no puede admitir que su hijo haya estudiado literatura y quiera ser escritor, considerándolo por ello un vago que no sabe lo que es empezar de cero.

Un acontecimiento imprevisto por el que Machi se ve varado en una autopista radial, hará que tome conciencia de cómo “el aire pestilente que agita el abanico de dudas trae nombres conocidos, posibilidades impensadas, descubriendo que hay enemigos potenciales, allí donde no veía más que rivales, molestias, súbditos”.

Tras toda esta superficie de acontecimientos narrados, la novela, galardonada en 2012 con el premio Silverio Cañada a la Mejor Ópera Prima Criminal de la Semana Negra de Gijón, apunta a ser un ajuste de cuentas contra todo un tipo de personaje propio de la fauna bonaerense, que Ferrari tan bien conoce como escritor lumpen que publica de mañana y trabaja de noche limpiando el metro de su ciudad.

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