Entrevista
Dragó: "Este país es fruto de la envidia, en cuanto destacas van a por ti"
jueves 31 de enero de 2008, 21:21h
El título critica a los que critican España. Pero usted se permite hacerlo.
Ya lo reconozco en el título y en la cita que le da pie. Efectivamente, despotrico continuamente contra España lanzando sapos y culebrinas. Mi familia y los amigos siempre se ríen y me dicen: "¡Pero si tú eres más español que nadie!". La verdad es que sí, en eso demuestro que soy bastante español, lo reconozco.
Su condición de incansable viajero le habrá dado una perspectiva más amplia de la cuestión, ¿no?
Los viajes te dan un inevitable término de comparación que, a lo mejor, otras personas menos viajeras no tienen. Yo estoy yendo y viniendo continuamente. Cuando deje "Diario de la Noche" [en Telemadrid], el 14 de marzo, me voy directo al África negra. Todo eso te lleva a comparar, y de eso hablo en la parte central del libro, "A contraespaña", en donde cuento mi cabreo un día que regreso de Japón, llego a Barajas y ya en la ventanilla de pasaportes empiezo a toparme con España. Claro, estoy comparando uno de los países que peor funcionan del mundo, con el que mejor funciona del mundo, Japón.
Veo que le molestan los aspectos técnicos.
España es un país cómodo para vivir, pero Japón es el país más cómodo para vivir porque la gente no te engaña, no hay pícaros, no hay chapuzas. Todo el mundo cumple con su deber, y eso es un relax formidable. Aquí estamos siempre tensos porque desconfiamos de todo el mundo, algo que convierte a España, a pesar de las cosas buenas que existen, en un país bastante incómodo en el día a día.
Pero en países desarrollados como Finlandia, o el propio Japón, la depresión, el alcoholismo, o incluso el suicidio están a la orden del día... Es una de las contradicciones que tiene la sociedad, pero me gustaría matizar. Los españoles tienen la visión de que Japón es un país muy aburrido, como Finlandia. No lo es. Japón es un país extraordinariamente divertido, y su vida nocturna no existe en ningún otro lugar de la Tierra. Es el único lugar, con España, donde hay miles y miles y miles de tabernas, con tapas y tapas y tapas. Y en cuanto al suicidio…, sí se suicidan mucho, es verdad, pero no por los motivos por que lo hacen los finlandeses, sino por tradición de los samuráis. La vida y la muerte tienen allí un valor muy diferente, no son paralelismos aunque lo parezcan.
¿Cuál es el paradigma de la "España hortera" de la que habla? ¿Marina D Or?
En el libro, digo que España ha pasado del Jardín de las Hespérides -la España Mágica-, a Marina D Or. Hemos pasado del Cid al Pocero, como héroe y modelo de vida. Comprendo que mi libro es injusto porque generaliza, pero claro, si hablas de España hay que generalizar. Lo que uno ve cuando va por la calle, cuando va a un bar, cuando llega al aeropuerto, cuando enciende la televisión es esa España hortera brutal. Con este libro cierro un ciclo colosal sobre España, que va de la España mágica a la España trágica, para desembocar en la España hortera.
Hay cierta tendencia ahora a despreciar a España. Javier Marías lo hace a menudo en sus artículos. ¿No es pecar de esnob?
Mi libro, "Y si habla mal de España… es español", se suma a un género literario y filosófico, muy caudaloso, que se llama "España como problema". El español está siempre poniendo en duda su propia identidad, y ve su identidad como un problema, y esto no le sucede a nadie, si acaso a los rusos. A un japonés, un italiano, un alemán, un sudafricano eso no le sucede, uno es italiano y punto. Este río caudaloso empieza a partir de la Guerra de la Independencia, cuyo bicentenario celebramos este año. Creo que allí el corazón de España se parte: los mismos que quieren defender la modernidad, la Ilustración, tienen que enfrentarse por una serie de motivos del corazón a Napoleón y a Francia, que representan precisamente eso. Ahí se produce ese desgarro de las dos Españas, dentro de cada corazón, de cada españolito, están entonces esas dos Españas. Está el que se echa a la calle cuando la Constitución de Cádiz con el ¡Viva la Pepa! pero también el que grita ¡Vivan las "caenas"!, de la monarquía. Si no hubiera habido Guerra de la Independencia, no habría habido guerras carlistas. Sin guerras carlistas, no existiría ETA, etcétera, etcétera.
¿Sobrevive ese concepto de España como problema, de hablar de los males de España, como en el 98, como el "me duele España" de Unanumo?
Están saliendo una barbaridad de libros sobre España, el español sigue muy preocupado por sí mismo. El dolor de España, "el me duele España", es sorprendente. Como decía José Antonio, inspirándose en Ortega: "Te quiero España, porque no me gustas". Dos frases paradójicas, que sólo a un español se le pueden ocurrir.
¿Con el modelo territorial, la identidad de España se atomiza o se amolda a su complejidad?
El Estado de las Autonomías es un disparate, pero confieso que eso me interesa poco. Distingo en el libro entre nación y patria. Seguramente, España se va a romper, a medio plazo, eso lo veo como una inevitabilidad histórica. Pero no pasa nada, Suecia y Noruega eran una sola nación y nadie se acuerda de eso. Las naciones no me interesan, porque son conceptos administrativos. En la historia universal, hay infinidad de naciones pero, en cambio, patrias no, porque la patria es un sentimiento, y para que haya una patria, esa comunidad tiene que tener rasgos propios, carácter propio, originalidad. Hay muy pocas patrias a lo largo de la historia y de la geografía. Grecia o Roma fueron patrias, por ejemplo. España también lo era. Cuando yo era pequeño, España era un país cargado de carácter, con una vigorosa personalidad, con sus luces y sombras, pero había un sentimiento español. Eso ha desaparecido, por eso sólo somos una nación y estamos dejando de ser patria. Pero me agarro, como náufrago que busca su islote de Perejil al que agarrarse, a unas cosillas por las que sigo sintiéndome español.
Confiesa su debilidad por los toros, por la lengua española, ¿y la gastronomía?
La cito, lo que pasa es que es muy buena en todas partes, en Francia o en el propio Japón. ¿Monumentos? Sí, muy bonitos, pero los hay en todas partes, no son rasgos propios que definen un carácter, pero, en cambio, la lengua sí. Y en el caso español, los toros son un fenómeno tan extraordinario en pleno siglo XXI que marca territorio.
¿La envidia es otra de las marcas de la casa?
Es el pecado capital, el origen de nuestros males, porque conduce a la aristofobia, y la aristofobia conduce al odio a la excelencia y allí es de donde emana directamente la telebasura, esa transformación del país en un patio de comadres desgreñadas. Este país es fruto de la envidia, en cuanto destacas por algo van a por ti, y esto no sucede en ninguna parte.
¿Qué responsabilidad ha tenido la Iglesia en que España sea lo que hoy es?
La Iglesia es uno de los factores del problema, pero hay que tener en cuenta que la Iglesia no está sólo en España, y hay países en que la presencia de la Iglesia ha sido y sigue siendo infinitamente más abrumadora en lo político que en España. Sin ir más lejos, Italia, donde el peso que puede tener el Vaticano es muchísimo mayor que el que tiene aquí la Conferencia Arzobispal. Pero la Iglesia ha sido una de las grandes líneas de fuerza y tiene una responsabilidad directa tanto en lo bueno como en lo malo.
Si Francia se asocia a la literatura, Alemania a la música, Inglaterra al pragmatismo, a la economía... ¿España?
Sería la pintura, sin duda alguna. Pero con la excepción de Dalí, soy de los que sostienen que la Historia mundial del Arte se detiene en Goya. De todas formas, los dos mayores genios que ha dado España en la modernidad son catalanes: Gaudí y Dalí. Dos figuras extraordinarias.