En un partido tenso y táctico (1-1), el equipo nacional se manejó bien y sólo un error, al final, le quitó la victoria. Un empate ante Japón les mete en octavos.
"Uno mira a su camiseta y, ojo, ve cuatro estrellas. Un poderío físico brutal. Pero nosotros estamos a la altura de cualquiera de los grandes", analizó Luis Enrique en referencia a Alemania, su rival de este domingo, en el duelo en el que España podía facturar su billete hacia los octavos de final del Mundial de Catar -y casi el liderazgo del Grupo E-. Pinchar el globo de la euforia desatada tras el histórico 7-0 ante Costa Rica se subrayó como prioridad para el asturiano. No iba a ser igual dicha goleada a este tremendo desafío. Y sabía el técnico nacional de la semejanza que su propuesta guarda con la de Hansi Flick: presión alta, voluntad de dominio, defensa muy adelantada y juego de toque. Todo eso se vio en el estadio Al Bayt, si bien el campeón de Europa con el Bayern coquetea más con el contragolpe. Y se notó.
Tanto se parecen los seleccionadores -sólo ha convocado a un delantero centro cada uno- que ambos tocaron muy poco los onces iniciales desplegados en sus debuts respectivos. Los teutones corrigieron el error de colocar a un toro como Sülle en el lateral y volvió al centro de la zaga, donde yace un Antonio Rüdiger que luce como el mejor de su equipo en este torneo. Además, se empeñaron en superpoblar el centro del campo, metiendo el músculo de Goretzka y restando mordiente posicional a su ataque. Pareciera que no navegaban contra las cuerdas, tras hacerse el 'harakiri' en la jornada inaugural. Preponderó el preparador nacido en Heidelberg el respeto a las virtudes ajenas y se centró en contrarrestarlas. Eso casi le cuesta un disgusto nada más empezar, porque los españoles salieron mejor y Dani Olmo avisó rápido de lo encendido que estaba.
El atacante del RB Leipzig recibió un buen pase de Asensio, controló en la frontal y descerrajó un cañonazo que Manuel Neuer alcanzó a desviar al larguero como pudo -minuto 7-. El meta alemán es uno de los escasos supervivientes de aquella semifinal del Mundial de Sudáfrica 2010, en Durban, que coronó a Carles Puyol. El otro es Sergio Busquets, y del buen rendimiento de estos dos tótem iba depender el futuro cercano de sus delegaciones. Porque en duelos cerrados, como fue este, los detalles definen. Y no está permitido llegar tarde al ritmo, así que la 'Mannschaft' se activó y dijo 'presente' ya en el décimo minuto. Igualaron la intensidad y chispa del contendiente ibérico, y se remangaron para destruir y controlar. Lo consiguieron, apagando el fluir entre líneas que proponen Pedri y compañía.

Se vivió un intercambio bonito. Bonito según entiende el fútbol moderno la belleza. Esto es, la táctica gobernando todo lo demás y los artistas, más entregados a levantar tabiques que a pintar la Capilla sixtina, con Ilkay Gündogan y Marco Asensio como víctimas. En esa red de vigilancias y precauciones, siempre dentro de posicionamientos valientes, jugaron con la diana del laboratorio colocada en sus espaldas Jamal Musiala y Pedri. Los dos diamantes llamados a generar la excelencia padecieron emboscadas estudiadas a su alrededor y, por ende, el juego se trompicó. La potencial frondosidad ofensiva que poseen las líneas atacantes puestas en liza se limitó a fabricar un puñado de sustos -mayúsculo el gol de Rüdiger, cabezazo sin marca en el área, que fue anulado por el VAR-. Nada de repiqueteos de llegadas como se les presupone. Y ahí, en pleno nudo, el balón parado y los errores gritan protagonismo.
Así las cosas, antes del descanso la tribuna sólo medio-cortó su respiración ante despejes defectuosos de los porteros. Uno fue conectado por Gnabry con un zurdazo desviado y el otro acabó con un pase venenoso de Olmo -faro absoluto- que Ferrán Torres desaprovechó por lentitud. No gozó de su día el extremo del Barcelona y lo leyó su técnico. En resumen, el público asistió a dos tiros a puerta, uno por equipo, en un primer tiempo de remates lejanos -como el de Jordi Alba, que hizo estirarse a Neuer-. Rüdiger, en jugadas de estrategia, se atribuyó el discreto peligro germano. Con todo, se marchó a vestuarios España con satisfacción, pues el empate le valía de sobra; y a Alemania le entraron de repente de las urgencias. Flick ordenó máxima presión a su centro del campo para la reanudación. Y pescó un chut de Kimmich que repelió Unai Simón, como no, centro del pentagrama que evidenció este partido, tras un mal pase. Esta vez del arquero vasco.
El problema para los germanos es que cuando se estiran con ardor, y van a robar la pelota de verdad, su estructura no funciona con la cohesión necesaria. Este matiz negativo, que no es poca cosa, le costó acabar por detrás de Italia y de Hungría en la Liga de Naciones. Y le valió el frío de la angustia en este domingo. Arriesgó su equilibrio y se encontró vencido por la precisión y velocidad de las salidas en transición nacionales. En el camino lleno de broza en que discurrió el primer acto, se desnudó que había dos maneras de deshacer la red teutona: con cambios de orientación en diagonal, exigidos de finura en el desplazamiento, como intentaron Busquets, Rodri -que volvió a ser central, por mor del cuidado de la pelota- y Laporte; y con desmarques de ruptura de los extremos, en profundidad. Y ahí brilló el omnipresente Dani Olmo.

Suyo fue el movimiento que detectó 'Busi' en el minuto 61. El capitán giró el juego rápido y el extremo cedió para la subida de Jordi Alba. Al veterano lateral catalán le declararon objetivo a dañar colocándole en mano a mano con el regateador Gnabry. Pues bien, defendió con solidez y, de vuelta a la acción en cuestión, dibujó un centro que Álvaro Morata empujó a la red con astucia y clase en la definición. Vivan las reivindicaciones personales. Alba y el delantero del Atlético, tan discutidos, regalaron la ventaja a un escuadrón español que dispondría de contragolpes nítidos. Pero perdonó sus intentos más claros -el de Asensio en el minuto 65- y la entrada del afilado Leroy Sané, cuya participación en este torneo no se dio hasta este momento -por molestias en su delicada rodilla derecha-, cambió la dirección del viento. Le faltó aplomo al conjunto nacional para domar el desenlace a través del esférico. Y Unai Simón, firme, hubo de multiplicarse.
Como dijo Luis Enrique, la 'Mannschaft' compite con cuatro estrellas en su escudo y esos galones hay veces que bastan. En el cuarto de hora final apretaron y alcanzaron a tambalear a la placidez ibérica y a empatar. En el 83, Alejandro Balde y Laporte fueton presa del sino de este enfrentamiento y cometieron un fallo por la presión sufrida, la pelota le cayó a Musiala, que con un control exquisito facilito el latigazo de Füllkrug que batió a Unai. Para conservar un hilo de vida en este Mundial. Tienen que ganar a Costa Rica y esperar que España y Japón no empaten -resultado que clasifica a 'la Roja'-, si no quieren quedar eliminados a las primeras de cambio. Como en Rusia 2018. Hay transiciones que cuecen antes en unas latitudes que en otras.
Ficha técnica
1- España: Unai Simón; Jordi Alba (Alejandro Balde, min. 82), Laporte, Rodri, Carvajal; Sergio Busquets, Gavi (Koke, min. 66), Pedri; Dani Olmo, Ferrán Torres (Morata, min. 54) y Asensio (Nico Williams, min. 66).
1- Alemania: Neuer; Raum (Schlotterbeck, min. 87), Rüdiger, Sülle, Kherer (Klostermann, min. 70); Kimmich, Goretzka, Gündogan (Sané, min. 70); Musiala, Gnabry (Hofman, min. 75) y Thomas Müller (Füllkrug, min. 70).
Goles: 1-0, min. 61: Morata; 1-1, min. 83: Füllkrug.
Árbitro: Danny Makkelie (Países Bajos). Amonestó a Kehrer, Busquets, Goretzka y a Kimmich.
Incidencias: partido correspondiente a la segunda jornada del Grupo E del Mundial de Catar, disputado en el estadio de Al Bayt (Municipalidad de Jor, Catar).