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España-Suiza: ¿mala suerte o mala puntería?

miércoles 16 de junio de 2010, 22:04h
Vuelve a sonar la banda sonora de la decepción, se pliegan las banderas patrias, y las lágrimas y el sudor se encargan de desdibujar la pintura amarilla y roja con la que muchos españoles se habían entretenido en adornar sus mejillas mientras esperaban ilusionados el estreno más prometedor del Mundial de Sudáfrica. Las calles se habían vaciado como en una tarde de domingo en agosto, pero en noventa minutos del sueño se ha pasado a la realidad. Decepción. Una vez más, estoicos, nos disponemos a lidiar con la mala suerte y a cargar, lo más dignamente posible, con la pesada cruz del gafe. Pues no. Es más, ya que coincidían en día y hora, se podría haber aprovechado el Consejo de Ministros para decretar su prohibición. Terminantemente prohibido ir por la vida en plan Calimero, “maldita suerte la mía”.

Es preferible tener un equipillo que juegue de pena, o sólo medianamente, para que, si pierde, o, más bien, cuando pierda, uno pueda criticarle abiertamente. Siempre es más sana la rabia que el mediocre complejo de perdedor. O poner a caer de un burro al seleccionador, o decir que el considerado mejor portero del mundo no da una desde que está enamorado de la periodista deportiva más sexy del mundo, o, incluso, que cuando a un grupo le puede el ego y la arrogancia, la vida le da sorpresas desagradables para colocarle en su sitio. Y sin embargo, nada de esto es verdad. Si por algo han conquistado los jugadores de la selección a los españoles, ha sido, no sólo por la forma de jugar, si no también por su humildad y su cercanía. Nunca han ido de estrellas, así es que el palo es peor.

Y claro, esto de contar con una selección que danza en el campo con una coreografía que ni la de “El lago de los cisnes”, pero incapaz de materializar un gol, no hay quien lo soporte sin apelar a la mala suerte. La prensa deportiva extranjera ha tardado poco en volver a sacar a relucir esa especie de nube negra que persigue a España en los Mundiales, uno tras otro, y que igual que la del Volcán islandés de nombre impronunciable, convierte a nuestra selección en una proverbial “ceniza”. Y más alto llega uno, más tremenda es la caída. Porque ahora, encima, con el cártel de favorita colgado de la camiseta, la torta ha sido de aupa y la carnaza, a los buitres les sabe mucho mejor. “Las Furias rojas hoy han tenido poco de furioso”, titulaba el Corriere Della Sera en su edición digital nada más terminar el desafortunado encuentro y continuaba: “La calidad indiscutible de España ha chocado con la organización suiza”.

En todo caso, lo que sí quedaba claro desde el principio del partido es que la “Sinfónica Roja de Del Bosque”, aunque bien afinada, más que el día del estreno parecía estar interpretando su papel en un ensayo general. Y que frente a un muro de hormigón, la elegancia de su juego tenía poco que hacer. En ocasiones, hasta parecía que en el equipo helvético, en vez de once jugadores, había dieciséis. E incluso veinte, ya puestos. Y eso siempre es el primer síntoma de la catástrofe. Mala suerte, me argumentarán. Pues no, en realidad, señores, mala puntería. A ver si dejamos de una vez ese aire quijotesco de caídos párpados, mirada lánguida a los pies y nos decimos que en este juego, como en todo en la vida, la suerte (la buena) también se puede construir. Luis Aragonés declaraba, nada más ver la derrota de “La Roja”, que el equipo se recuperará de la derrota y luchará con todas sus fuerzas en los próximos partidos. Y eso nadie lo duda, aunque les confesaré que entre el disgusto de hoy y el que me dio Buffon el otro día con su maldita hernia discal, me he quedado con un tremendo mal sabor de boca. “Más se perdió en Cuba”, habría dicho mi abuela para consolarme. Y más perdió Carmen Lomana, hasta su glamour, con esas fotos en topless bronceándose bajo el sol de Marbella, añadiría yo.

Alicia Huerta

Escritora

ALICIA HUERTA es escritora, abogado y pintora

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