Usted estuvo al frente de la diplomacia española durante los años en que tuvieron lugar el ataque contra las Torres Gemelas, la segunda guerra del Golfo, en la que España participó, o los atentados del 11-M, hechos que cambiaron el mundo para siempre. Ser embajador en Washington, capital de la primera potencia mundial, no es un puesto cualquiera, es un cargo de enorme responsabilidad. ¿Cómo recuerda sus años allí y cómo vivió esos acontecimientos?Fue una experiencia fascinante. Es posiblemente el puesto diplomático más importante. Un puesto de observación que no tiene comparación con ningún otro. Desde el punto de vista de las relaciones bilaterales, es vital, tanto más para España, un país que además tiene un trato multilateral muy intenso con Estados Unidos. Washington es pura política, no sólo internacional. Hay mucho tema doméstico cuyo seguimiento es muy interesante observar desde cerca, ya que afecta, de una manera u otra, al resto del mundo. Todo lo que ocurre en el mundo tiene una repercusión en y sobre EEUU.
Pero, si bien es cierto que España ha contado con una creciente presencia en el escenario internacional en las últimas dos décadas, las relaciones diplomáticas entre ambos países nunca han sido de igual a igual. Sabiendo eso de antemano, ¿cómo se enfocan los contactos?Siendo la gran potencia mundial, no hay nadie que desarrolle unas relaciones de tú a tú con ellos. Pero España, en esos cuatro años en los que yo estuve de embajador, tuvo unas relaciones realmente privilegiadas. La política exterior, que en aquel momento condujo el ex presidente José María Aznar, y que al mismo tiempo encontró un eco favorable en George W. Bush, hizo que las relaciones bilaterales fueran las mejores que se han mantenido nunca. España se convirtió en un aliado muy especial. No digo que eso nos llevara a una relación de igual a igual, pero sí nos puso en unas cotas privilegiadas de influencia, de interlocución y de capacidad de presencia. Desde ese punto de vista, tuve la suerte de estar en un momento de las relaciones en el que existía una profundidad como nunca han tenido.
Usted fue embajador en Washington en un periodo de enorme trascendencia en la política interior y exterior de Estados Unidos. ¿Cuál ha sido su mejor y su peor momento al frente de la diplomacia española en Estados Unidos?Mis cuatro años los recuerdo como un periodo de una enorme actividad y con una continua atención. Naturalmente, por desgracia, ese periodo coincidió con los atentados contra las Torres Gemelas, la segunda guerra del Golfo y los ataques del 11-M en Madrid. Todo forma parte de un mismo conjunto de cosas, pero son cuatro años que cambiaron el mundo.
Todos los días contaban con un afán importante, más allá de la tragedia. Recibimos a los Reyes, las periódicas visitas del ex presidente Aznar a Estados Unidos y otras muchas cosas de diversa índole. Pero, desde el punto de vista trágico, el ataque a las Torres Gemelas cambió la concepción del mundo y los otros dos hechos, Iraq y los atentados de Madrid, muy directamente relacionados con el 11-S, marcaron mucho mi vida y las relaciones diplomáticas entre ambos países.
En los últimos años, incluso a lo largo de la historia, las relaciones entre Madrid y Washington han sufrido altibajos, desde la pérdida de Cuba en 1898 pasando por la posguerra o el franquismo.Sí. España, por razones muy circunstanciales derivadas de la política dinástica, ayudó a la independencia de Estados Unidos. Qué duda cabe que hay un momento muy bajo un siglo después, con la independencia de Cuba y Filipinas y la anexión de Puerto Rico en 1898.
Más tarde, los americanos, que siempre tuvieron muchas reticencias en torno al franquismo, hasta el extremo de que patrocinaron y votaron en las Naciones Unidas la congelación de las relaciones diplomáticas con España, y también por razones circunstanciales –eran los tiempos de la Guerra Fría-, firmaron los acuerdos defensivos con España en 1956 que supusieron una cierta normalización de las relaciones.
La entrada de España en la OTAN en 1982 oficializó el status de aliado y, poco a poco, las relaciones fueron mejorando de manera significativa desde la muerte de Franco hasta el año 2004. Sí es verdad que han existido momentos críticos desde entonces, como el referéndum sobre la Alianza Atlántica o la retirada de las tropas españolas en Iraq, cuando estaban desplegadas de acuerdo con las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Hoy se caracterizan por lo que yo llamaría una educada tibieza.
¿Cómo se nos ve en Estados Unidos? ¿Somos un país de segundo o tercer orden mundial en materia de diplomacia? ¿Se nos enmarca dentro de la política conjunta de la Unión Europea o tenemos un status propio?España es un aliado de Estados Unidos a través de la común pertenencia a la OTAN. Eso, para la Casa Blanca, obliga mucho. Washington siempre ha sido muy reticente a entrar en tratados de alianza. Conviene recordarlo y apreciarlo. Hay un fondo de estabilidad sobre el que se debería basar la relación bilateral entre nuestros países.

Naturalmente, hay alternancias y cambios. Entre los años 2000 y 2004, España era para Estados Unidos un actor estratégico fundamental en su despliegue diplomático, tanto dentro de Europa como fuera. En ese momento, los norteamericanos querían diversificar cada vez más sus relaciones para que sus contactos con los países europeos no estuvieran sólo condicionados por alemanes, franceses o ingleses.
Más tarde, hubo un momento crítico con la retirada de las tropas de Iraq. No tanto por el anuncio en sí, sino porque no hubiera aviso previo por parte de La Moncloa de la decisión. Estados Unidos tiene una diplomacia sólida y con memoria. Eso ha creado una cierta corriente de pensamiento de que España no tiene un comportamiento fiable y previsible.
Su etapa como embajador en Washington coincidió con la segunda legislatura de José María Aznar, ¿qué papel jugó el ex presidente en las relaciones exteriores españolas?Aznar tuvo una gran intuición en cuanto a la política exterior. Primero, supo que las relaciones internacionales deben apoyarse en una política interior sólida. Desde ese punto de vista, es de alabar todo lo que él hizo para reforzar el papel de la economía española y su proyección. Lo que Aznar comprendió es que, dentro de la Unión Europea, España podía jugar un papel diferenciado que estuviera más de acuerdo con una determinada visión de los intereses nacionales y no únicamente confundida o subordinada a los intereses de los demás. Así, esa misión le llevó a fomentar las relaciones con Estados Unidos. Washington es el gran factor de diferenciación de las relaciones exteriores de la UE y eso Aznar lo comprendió claramente. En la medida en que España tuviera una buena relación con los Estados Unidos, su papel en Bruselas y fuera de Europa, sobretodo en Iberoamérica y el norte de África, se vería reforzado, como así efectivamente sucedió.
Al ex presidente Aznar le ha pasado mucha factura dentro de España la decisión de acompañar a Estados Unidos en la segunda guerra del Golfo, pero su política exterior es alabada de puertas para fuera.Sí, es cierto. En Estados Unidos, José María Aznar disfruta y sigue disfrutando, incluso entre sectores ideológicos nada próximos, de un gran reconocimiento y de un gran aprecio como el representante de un país que se comportaba de manera contundente, sólida, fiable y previsible. Eso no quiere decir que se plegara a todo lo que decía la Casa Blanca. También tenía una capacidad de diálogo crítico con los americanos que logró gracias a una proximidad que sólo se obtiene si realizas suficientes muestras de amistad. Eso lo desarrolló de manera brillante. Conviene precisar que no hubo tropas españolas en el momento de la invasión. La izquierda ha creado intencionadamente una gran confusión en ese terreno.
Además, hay que recordar la decisión que toma George W. Bush al poco de llegar a la Casa Blanca. A la hora de planear su primer viaje a Europa, escogió España como primer país a visitar de su gira. No se había producido nunca en la historia de nuestras relaciones diplomáticas y no fue algo casual o logístico. Fue una decisión política, muestra de la solidaridad con la España machacada por el terrorismo, con la España democrática. Este gesto creó una relación de proximidad que se acentuó con los atentados del 11-S tras los que se gestaron una solidaridad y una fraternidad reforzadas.
Siempre se ha dicho que nuestro mejor embajador en el extranjero es el Rey, ¿qué papel juega Don Juan Carlos en las relaciones que mantiene España con la comunidad internacional, en general, y con Estados Unidos, en particular?El Rey goza de, afortunadamente, una capacidad de continuidad representativa y simbólica que no atesora ningún político por muy brillante que sea. Lo que él ha hecho es encarnar la mejor España, la democrática, la que recupera las libertades, la que proyecta una visión influyente y positiva de las relaciones internacionales. Desde ese punto de vista, el Rey es nuestro mejor embajador.
Hay que recordar también que el primer viaje que el Rey realizó al extranjero fue precisamente a Estados Unidos, donde, también por primera vez para una personalidad española, fue invitado a dirigirse a una sesión conjunta de las cámaras del Congreso. El segundo y, hasta ahora, último español en recibir esa invitación fue Aznar, en 2004.
Uno de los grandes reproches que se le hace al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero han sido los constantes vaivenes en materia de política exterior, ¿está de acuerdo con esas críticas?Hay que atenerse a los hechos. Las relaciones internacionales no se pueden medir por el número de visitas oficiales pero, entre 2004 y 2008, el presidente del Gobierno no visitó ni una sola vez la Casa Blanca a pesar de que España tiene una intensa relación bilateral con Estados Unidos. Es una situación única, algo insólito.
Los norteamericanos tienden a moderar pragmatismo con ideales. Ahora hay otros presidentes, otras administraciones, pero la intención del Ejecutivo de Zapatero de presumir que con Barack Obama las relaciones bilaterales iban a cambiar después de las inexistentes mantenidas por su Gobierno con la Administración Bush ha quedado en poco. Se ha vuelto a una cierta normalidad, de la que me alegro, pero no observo nada que me permita pensar en la calidez que existía antes. La “coincidencia cósmica” de la que algunos socialistas llegaron a presumir no ha tenido lugar. No parece que sepan controlar las leyes de la astrofísica.
Estados Unidos tiene memoria institucional y aún se recuerda que el presidente del Gobierno español, entonces en la oposición, no se levantó al paso de la bandera estadounidense en un gesto de manifiesta hostilidad y que no avisó de la retirada de las tropas españolas de Iraq en un momento en que EEUU más necesitaba a sus aliados.
Al igual que la memoria institucional que usted menciona que ha jugado en contra de Zapatero por la histórica postura de los socialistas hacia Estados Unidos, ¿puede ese mismo elemento jugar a favor de Mariano Rajoy en caso de que logre alcanzar La Moncloa?Estados Unidos, como se ha demostrado en los sucesos acontecidos en el Magreb últimamente, actúa poco o nada en los procesos internos de otros países. Seremos los españoles los que tendremos que decidir qué gobierno queremos.
¿Qué es lo que hará un Ejecutivo encabezado por Mariano Rajoy en cuanto a política exterior? Los tiempos cambian y, con ellos, el detalle de algunas decisiones. Pero estoy convencido de que la política exterior propugnada por el PP, basada en hondas convicciones europeas, democráticas y occidentales, convicciones que guiaron a Aznar en la oposición y en el Gobierno, seguirán siendo las líneas básicas de actuación de un Ejecutivo presidido por Mariano Rajoy.
El PP ha mostrado una notable coherencia en sus planteamientos exteriores, cuyas últimas inspiraciones ya estaban presentes en las decisiones adoptadas por los gobiernos de la UCD en los delicados momentos de la transición hacia la democracia. Una promoción de la estabilidad basada en la democracia. Es una verdadera lástima que en los últimos siete años nos hayamos desviado gravemente de tales planteamientos.
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Memoria de Washington: Embajador de España en la capital del imperioJavier Rupérez - La Esfera de los libros
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