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crítica de arte

Cristina García Rodero: treinta años de gozos y sombras en blanco y negro

viernes 29 de julio de 2011, 19:03h
Adentrarse en el universo fotográfico de Cristina García Rodero se traduce en un torrente de emociones, en el que hay tiempo para admirar cómo es posible captar la tragedia en una instantánea, así como capturar la felicidad y el gozo. La exposición que le dedica el Círculo de Bellas Artes hasta el 2 de octubre es una muestra de la calidad y sentido estético de esta fotógrafa, única española en las filas de la prestigiosa agencia Magnum.
Durante treinta años, Cristina García Rodero ha captado en Galicia los gozos y las sombras de la vida de sus ciudadanos, a quienes ha retratado en instantáneas que provocan a quien las observa un reto emocional debido a su indudable carga psicológica. Prueba de ello son las fotografías que ha reunido el Círculo de Bellas Artes en una exposición hasta el 2 de octubre, en las que permite recorrer su trabajo en tierras gallegas, en donde no le interesa tanto el paisaje rural como el comportamiento de quienes las habitan.

La felicidad, el letargo, el sollozo, la curiosidad o la esperanza se vislumbran en sus imágenes, en las que predominan los rostros surcados de ancianas vestidas aún de riguroso negro -en instantáneas fechadas a finales de los años 70-, así como de niños en actitud jovial, desconfiada o, incluso, moribunda.

En Transtempo, García Rodero da cuenta del paso del tiempo, pero también de lo poco o nada que se evoluciona en determinados entornos. Así, el modo de celebrar las fiestas en A Guarda en los años 80 no difiere, apenas, de los festejos de 2010. Propone, por tanto, un reto visual al espectador, quien deberá de acercarse a leer la cartela para cerciorarse de a qué fecha corresponde cada imagen.

En su universo en blanco y negro, esta fotógrafa, única española en pertenecer a la prestigiosa agencia Magnum, hay también espacio para la risa y el jolgorio. Lo demuestra el modo en el que ha sabido captar el esperpento de unas costumbres en las que no faltan los disfraces, las caretas y la música muda de años de tradición.

Lardeiros, lardeiras, cinceiros y el rebaño de ovejas que pasaba por allí. Buxán. 1985 © Cristina García Rodero/Magnum Photos/Contacto


No hay que obviar el trabajo de María José Villaluenga Garmendia y Miguen von Hafe Pérez, comisarios de la exposición, por su acierto en la disposición de las imágenes, que abarcan temáticas tan diversas como el folclore, las costumbres, la muerte o los rituales religiosos. Es, precisamente, lo mortecino lo que, en otras cosas, más sorprende de su trabajo por el hecho de que lo hace tan cotidiano y asimilable que resulta casi dañino a ojos del ciudadano del siglo XXI, ajeno al sufrimiento de antaño.

Sirven de ejemplo sus fotografías en las que los ataúdes son los protagonistas, aunque no los únicos, ya que nada en el trabajo de esta profesional de la imagen resulta simplista. Las escenas mortuorias -si es posible llamarlas así-, que ha sabido capturar durante estos años son tan inverosímiles que, ante alguna de ellas, resulta imposible creer que sean verídicas.

La exposición merece la pena por sí misma pero, sobre todo, por imágenes como el “El niño enfermo”, en la que se observa a una anciana arrugada, vestida de negro y abatida por el paso del tiempo que sostiene en su regazo a un niño de no más de dos años que yace dormido, en lo que se configura como una composición que recuerda, irremediablemente, a la Piedad de Miguel Ángel y que confirma que el disparo fotográfico de García Rodero está exento de tópicos y pleno de intencionalidad.

Miguel von Hafe Pérez, comisario de la muestra, define así el trabajo de García Rodero:

"Cristina se mueve en una geografía de los sentimientos, le gusta trabajar en contextos límite, de ahí que las fiestas sean para ella un tema particularmente requerido. La devoción religiosa va de la mano de muchas de sus imágenes y en ella se sedimentan gestos, rituales y miradas que tocan la alegría y el más profundo dolor, presuponiendo momentos trágicos de pérdida, de enfermedad, o de fragilidad absoluta. Sabe que estos documentos no nos devuelven la realidad. No nos cuentan historias, no son ilustraciones de un relato particular. Transtempo es un metarrelato que recorre con precisión interrogativa un determinado contexto social y geográfico, que lo supera, que lo desborda para regresar siempre a su lugar original. Y en este camino sorprende el modo en que la memoria se aferra a los detalles aparentemente más insignificantes para aducir una grieta en su significación literal".

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