RESEÑA
Ángel Xolocotzi y Luis Tamayo: Los demonios de Heidegger. Eros y manía en el maestro de la Selva Negra
domingo 06 de enero de 2013, 15:10h
Ángel Xolocotzi y Luis Tamayo: Los demonios de Heidegger. Eros y manía en el maestro de la Selva Negra. Prólogo de Franco Volpi. Trotta. Madrid. 2012. 240 páginas. 16 €
El “mito Heidegger” se ha convertido en una fuente continua de ensayos y análisis críticos. Los publicados en los últimos tiempos pueden encuadrarse, muy grosso modo, en dos grupos: por un lado, los que resaltan la importancia de la identificación del autor con el nazismo, tratando de demostrar que existe un nexo entre esta filiación ideológica y el hermetismo enigmático de las figuras del pensamiento del “sabio de Messkirch”. Es la tesis desarrollada en los célebres libros de Farías o Faye. Por otro lado, hay estudios que tratan de hacerse cargo de la trascendental importancia del legado filosófico del genio, tratando de contextualizar cuidadosamente el error de su adhesión al nacionalsocialismo, y suavizando las aristas que esta “incursión en los infiernos” pudiera haber generado en la estimación del valor -tanto teórico como moral-, de su obra.
Este libro pertenece al segundo grupo, si bien presenta novedades en su enfoque, relacionadas con la publicación paulatina de la voluminosísima correspondencia del maestro. Al parecer, éste quería que se le recordara como aquel que simplemente “vivió, trabajó y murió”. Bien, pero, ¿qué vivió? Hanna Arendt evocaba a Heidegger como autor “de un pensar apasionado en el que el pensar y el estar vivo son una y la misma cosa”. Como si su obra hubiera sido siempre escrita “en trance”, esto es, en conexión inmediata con experiencias límite por las que fue transcurriendo su existencia. Los dos estudios que integran este pequeño volumen, escritos por los especialistas mexicanos Xolocotzi y Tamayo, procuran desentrañar el carácter de esta singladura biográfica: el primero en clave de los sucesivos enamoramientos y relaciones extraconyugales que el catedrático mantuvo prácticamente a lo largo de toda su vida (H. Arendt es solo uno de los “casos” de más renombre); el segundo, en relación con una interpretación vagamente psicoanalítica de las contradicciones del joven Heidegger con su procedencia familiar católica, devota y campesina.
El libro nos ofrece, por tanto, material inédito francamente interesante. Pero subsiste una cuestión esencial que se obvia aquí quizá con demasiada ligereza: más allá de su infortunada elección política de 1933, ¿qué razones podía tener Heidegger para impedirle pronunciar una sola palabra condenatoria del régimen nazi después de la guerra? A pesar del clamor y de la necesidad que tanta gente sentía de escuchar un testimonio, por insignificante que fuera, de justicia y verdad de labios del venerado ermitaño, la opinión pública se vio privada de algún pensamiento profundo por su parte en que se cifrara la solidaridad con las víctimas, con la Humanidad doliente, angustiada y desalentada por la magnitud del genocidio y la hecatombe bélica.
Probablemente Heidegger consideraba que él había pagado ya personalmente el precio de su desvarío, pero su figura pública desbordaba con creces el ámbito de sus sentimientos particulares; circunstancia de la que el filósofo era plenamente consciente desde los inicios de su magisterio (pero no asumió finalmente con el sentido de la responsabilidad que podía esperarse).
Para bien o para mal, la influencia de Heidegger ha sido decisiva en todo el panorama de la cultura contemporánea (como los autores notifican con detalle a lo largo de esta investigación). Hoy por hoy, y en un futuro cercano, conforme salga a la luz la ingente cantidad de trabajos inéditos que el sabio dejó a la posteridad, la fecundidad de su proyecto filosófico continuará poniéndose a prueba para la reflexión crítica sobre la esencia de la civilización occidental y su más que incierto destino.
Por José Antonio González