Un triunfo absoluto de Chávez contribuiría a fortalecer el poder que ya ejerce con mano férrea, pero un avance de la oposición podría poner en jaque el proyecto hegemónico del mandatario, que ya sufrió un duro revés en el pasado referéndum constitucional, celebrado el 2 de diciembre de 2007.
Precisamente para evitar que se repita un fracaso como el de la reforma de la Carta Magna, Chávez ha puesto en marcha toda una maquinaria electoral que no escatima en medios para desprestigiar a la oposición. El presidente ya no oculta que todo vale para alzarse con el triunfo y su habitual juego sucio se ha acentuado a medida que se aproximaba la cita electoral. Sus exhibiciones de poder totalitario son constantes: los tanques de guerra han ocupado los barrios residenciales y los helicópteros de combate sobrevuelan las viviendas por las noches para infundir miedo a la población. Las inspecciones policiales y el acoso a los candidatos opositores son constantes. De hecho, Chávez ha organizado una campaña para hostigar a sus rivales cuyo lema es “vas a ir preso”, y que busca disuadir a los opositores más peligrosos para que retiren sus candidaturas, bajo la amenaza de ser encarcelados. Otros han pasado directamente de la calle a la cárcel sin el trámite del insulto y la amenaza. Es el caso de Abdalá Makled, ex adepto al régimen que se unió a la disidencia y presentó su candidatura a la alcaldía de Valencia, en el estado de Carabobo. El Gobierno “le había aconsejado que no se presentara como alcalde”; insistió, y lo pagó caro. El pasado viernes, la juez Carina Zachei dictó prisión contra él por la incautación de 394 kilos de cocaína en una finca de su propiedad. Al parecer era de sobra conocida su implicación en asuntos turbios, por lo que resulta llamativo que la Justicia haya esperado justo al momento de las elecciones para ordenar su detención.

Chávez se ha quitado la máscara, dejando al descubierto todas las inclinaciones antidemocráticas que, aunque ya evidentes desde hace tiempo, no todos se habían atrevido a admitir. El desencanto de la población es patente. Son muchos los que un día confiaron en el proyecto del líder bolivariano y hoy contemplan defraudados los verdaderos instintos totalitarios de su presidente. Chávez lo sabe, pero poco le importa. Él se lo ha jugado todo a una carta y, para ello, tiene que garantizarse el triunfo en las elecciones municipales, aunque sea a base de prácticas dignas de un régimen fascista. En juego están 22 gobernaciones, 328 alcaldes, dos alcaldes metropolitanos, 233 legisladores a los consejos legislativos de los estados y 13 concejales a los cabildos metropolitanos. Chávez ha volcado todo su esfuerzo en varios estados clave, sobre todo en Miranda, Carabobo, Sucre y Zulia, a los que podríamos añadir Barinas, de gran importancia simbólica por tratarse de su estado natal.
El presidente sabe que el estado de mayor importancia es el petrolero de Zuila, donde gobierna la oposición desde 2004. En este contexto se entienden los continuos ataques a Manuel Rosales, actual gobernador de Zulia y candidato a alcalde de la capital, Maracaibo. Chávez lleva más de un mes acosando a Rosales. Además de llamarle mafioso e inmoral, le ha acusado de corrupción y golpismo, afirmando que está “decidido a meter preso a Manuel Rosales”. De hecho, el presidente de la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional, Mario Isea, ha afirmado que Rosales tiene que explicar cómo ha financiado sus “dos casas en Miami”, sus viajes en aviones privados y sus vínculos con empresas internacionales de seguros.
Chávez no da tregua a la oposición: “Vamos a seguir acorralándolos en todo el país. Vamos a lanzar la misión ‘Acorralamiento sin clemencia’ para que sepan de qué somos capaces los revolucionarios”, ha proclamado recientemente. Su actitud sigue siendo soberbia y desafiante, pero lo cierto es que el mandatario llega bastante debilitado a la cita con las urnas. Al desencanto de la población ya señalado, hay que añadir las dificultades que suponen la caída del precio del petróleo, que ha bajado un 60% en tres meses, así como el ascenso de una inflación que ronda el 30%. Sin embargo, el caudillo sigue lanzando soflamas incendiarias y mensajes de firmeza.
Además, al peligro de los líderes opositores hay que sumar el de la disidencia, que por primera vez podría perjudicar seriamente las aspiraciones de Chávez e imponerse en tres gobernaciones (Guárico, Barinas y Portuguesa). Los partidos Podemos y Patria para Todos (PPT), se negaron a ingresar en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y ahora concurren en solitario y con muchas opciones de ganar.
Mientras todos los líderes internacionales aguardan los resultados electorales entre la preocupación y la esperanza, Chávez no duda en proclamar que “el mundo quedará boquiabierto con lo que va a pasar aquí el domingo”. En unas horas sabremos a qué se refería.