El caos griego
martes 08 de noviembre de 2011, 22:04h
En la mitología griega, el caos era el estado de confusión y desorden que precedió a la ordenación o creación del mundo. En su clásico libro sobre los mitos griegos, Robert Graves, comienza su relato –siguiendo a Homero y a Plinio- escribiendo que “en el principio Eurínome, la Diosa de Todas las Cosas, surgió desnuda del Caos, pero no encontró nada sólido en que apoyar los pies y, en consecuencia, separó el mar del firmamento y danzó solitaria sobre sus olas”. La moderna Grecia, ahogada en el mar de sus descomunales deudas y sin encontrar “nada sólido en que apoyar los pies” parece haber regresado a aquel mítico tiempo, anterior a la propia aparición del tiempo, y vaga sin rumbo como aquella diosa creadora, antes de instalarse en el Olimpo. Pero ni está para danzas ni está en soledad, porque su suerte y su destino pesa, quiéranlo o no, sobre todos sus socios de la UE que son, a la vez, las víctimas de sus dispendios y disparates y los verdugos que la aplican el doloroso correctivo. Grecia ha jugado alocadamente con un euro, en el que nunca se la debía haber permitido el ingreso, y que a la postre se ha convertido en el garrote que la asfixia. El mal griego tiene difícil remedio y los médicos, alemanes y franceses, que tratan de curarla no acaban de saber cómo tratar al enfermo. Todas la recetas al uso se han mostrado impotentes y, lo peor de todo, es que el mal parece estar a punto de contagiar a otros miembros de de familia, incluidos los propios médicos.
Papandreu ha desaparecido, o está a punto de desaparecer de la escena política griega y europea, a pesar de sus esfuerzos de los últimos meses que, evidentemente, no han sido suficientes. Ha fallado en las dosis correctoras que había que aplicar a la economía griega. Se ha quedado corto y los fármacos no han producido el efecto deseado. Finalmente, todo lo ha echado por tierra con su atolondrada convocatoria de referéndum que todo el mundo sabía –seguramente también él mismo- que era de imposible realización: se trataba de jugar imprudentemente a la ruleta rusa y era evidente que sus socios-acreedores no iban a consentirlo. Resta por saber qué motivaciones animaban a Papandreu, pues es imposible que un hombre inteligente como él y con una amplia experiencia política, no calculara los seguros efectos de este órdago sin sentido. Al final retiró su imprudente propuesta, pero volvió a equivocarse al postularse como presidente de un gobierno de concentración nacional, que seguramente es ahora lo más conveniente para Grecia, pero no con él a la cabeza.
Pero también se ha equivocado el líder de la oposición, Samarás, al pretender que se convoquen inmediatamente elecciones generales. No está el país heleno para perder tiempo con unas elecciones generales y, menos aún, para una campaña casi a punta de cuchillo que dividiría aún más a la fragmentada sociedad griega. Grecia tiene ahora, urgentemente, que aprobar los planes acordados en la última cumbre de la UE y empezar a ejecutarlos y no puede perder el tiempo en apresuradas convocatorias electorales. Parece lógico que Samarás exija la retirada de Papandreu, que se ha quemado totalmente con su descabellada convocatoria de referéndum. Pero dada la actual composición del Parlamento, lo lógico es que ese deseable gobierno de unidad o concentración nacional sea presidido por otro miembro del socialista PASOC.
Ahí aparece la oronda figura del ministro de Economía, Evangelos Venizelos, que, como Papandreu, tiene un apellido con larga tradición política. Y que tuvo que ser hospitalizado cuando se enteró de la disparatada convocatoria del referéndum. No he logrado saber qué relación familiar le une con Eleutherios Venizelos, el más importante político griego de principios del siglo XX que tomó una importante parte en la Conferencia de Paz de París de 1919, tras el fin de la I Guerra Mundial. Aquel Venizelos fue denominado “el más grande estadista griego desde Pericles” y era hijo de un luchador por la independencia griega. Fogoso nacionalista, era partidario de una Gran Grecia (la “megali idea” o gran idea) que tendría que tener su capital en Constantinopla.
El Venizelos de hoy, Evangelos, tiene 54 años y es un buen abogado y profesor universitario de Derecho Constitucional. Europeísta convencido rechaza cualquier idea de sacar a Grecia del euro y aunque su fuerte no es precisamente la economía, Papandreu le encargó esa cartera hace bien poco, el 17 de junio pasado. El nuevo cargo iba acompañado de la condición de viceprimer ministro. Es por todo ello el sucesor lógico de un Papandreu agotado. Venizelos ha ocupado anteriormente diversas carteras -la última la de Defensa- e incluso aspiró a liderar, frente a Papandreu, al PASOC, pero fue derrotado en el intento, por el hasta ahora primer ministro.
Voluntarioso y trabajador, no lo va a tener fácil pues Grecia está, como decíamos al principio, sumida en un auténtico caos y con unas perspectivas poco estimulantes. Según las encuestas, no es probable siquiera que los dos grandes partidos, el PASOC y la Nueva Democracia, tengan unidos la mayoría absoluta. Hay en Grecia una multitud de pequeños partidos, muchos de ellos antisistema pero que, como en todas partes, no proponen ninguna alternativa creíble. Un buen ejemplo de esta actitud irresponsable es el grupo que se denomina “Yo no pago”.
Sería, quizás, deseable que los economistas aplicaran, a situaciones como la griega, la moderna teoría del caos, que nada tiene que ver con el aludido mito helénico (más bien pre-helénico). La moderna teoría del caos es una rama de las matemáticas que trata de los llamados “sistemas caóticos”. Se pone como ejemplo una plataforma petrolera que está sometida a tensiones irregulares e impredecibles procedentes de los movimientos marinos. El origen de la “caología” se atribuye a matemático francés Henri Poincaré (1854-1912) y, más recientemente, ha trabajado en ella el matemático americano Edward Lorenz (fallecido en 2008) que también era meteorólogo y que ha creado modelos informáticos, como instrumentos de previsión del tiempo. Podemos imaginarnos a los políticos griegos intentando controlar, con el ordenador como instrumento, la tormenta perfecta en se han sumido por la afición de sus predecesores a hacer trampas y a vivir por encima de sus posibilidades. Que les vaya bien porque su suerte será, en muy buena medida, la suerte de todos los europeos.
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Catedrático de la UCM
ALEJANDRO MUÑOZ-ALONSO es senador del Partido Popular
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