La impunidad de Bashar al Asad
miércoles 29 de febrero de 2012, 00:56h
Este pasado fin de semana se llevaba a cabo en Siria un referéndum para aprobar un supuesto aperturismo del régimen de Bashar al Asad. El resultado -casi un noventa por ciento de sufragios afirmativos- es tan ficticio como inútil: cualquier parecido con un proceso electoral con garantías es pura coincidencia, y además, nadie duda de que el presidente sirio va a seguir haciendo su voluntad, con o sin urnas. Mientras tanto, la situación que se vive en la ciudad de Homs roza la tragedia humanitaria: los hospitales están colapsados, faltan los servicios básicos esenciales y el ejército del país bombardea sin cesar objetivos civiles.
Todo lo anterior vuelve a poner de manifiesto nuevamente la incapacidad de la comunidad internacional a la hora de poner coto a determinados comportamientos que, como en el caso de Siria, suponen un flagrante atentado contra los derechos más elementales. Son lógicas las reticencias norteamericanas a la hora de armar a los rebeldes sirios: hace tres décadas hicieron algo parecido en Afganistán con los muyahidines que luchaban contra los soviéticos, los actuales talibanes; y el resultado a la vista está. La solución debe pasar forzosamente por el consenso entre naciones, tal y como sucedió en el caso de Libia. El totalitarismo de al Asad no es mal visto ni en Rusia ni en China, sus principales valedores. Sus regímenes distan mucho de ser referentes democráticos; de ahí su frontal oposición a cualquier tipo de condena. Pero por difícil que sea, el resto de la comunidad internacional tiene que redoblar esfuerzos para hacer ver a Bashar al Asad que sus prácticas genocidas no pueden quedar impunes. Y, hasta la fecha, dichos esfuerzos han sido infructuosos.