AL SUR DE TARIFA, AL NORTE DE ESPARTEL
Afganistán: Amagos de un proceso de paz angosto
domingo 04 de marzo de 2012, 11:35h
Proponemos hoy hacer un recorrido veloz por el listado de percepciones y apuntes que han aparecido en esta columna de EL IMPARCIAL, inspiradas todas en la guerra americana contra los talibanes insurgentes de Afganistán. Y hacerlo de acuerdo, además, con una sencilla voz indicativa que proclama: “reculemos para ver más claro”. Para ver más claro un panorama bélico, teñido de connotaciones antropológicas muy profundas que ayudan a entender el “impasse” en que sigue atrapado el conflicto armado que sostiene Occidente (OTAN), con Estados Unidos a la cabeza (PENTÁGONO), en pleno territorio del Islam asiático -al menos geográficamente visto-.
En varias de aquéllas columnas de prensa se puede recuperar el pulso mantenido por la insurgencia talibán contra las fuerzas militares de Occidente, con la complicidad paquistaní desde la retaguardia de la frontera del noreste afgano.
Cuando el presidente Obama anunció primero y dispuso inmediatamente después (mayo, 2011) un desplazamiento político y militar entre las más altas magistraturas y jefes americanos con mando y competencia en Afganistán, la idea primordial de la operación consistía en adelantar la evacuación militar del país asiático a 2013-2014; previo mantenimiento de conversaciones de paz con el frente talibán y con Hamid Karzai, quien es considerado por los guerrilleros afganos como si de un “hombre de paja” en manos de Washington se tratara. De esta manera, se intentaba conciliar una nueva proyección exterior de Estados Unidos en la esfera del Islam, una reducción del gasto en guerras costosas, y -a efectos de política interior- un desarme de la argumentación pre-electoral del partido republicano. Es del género de la evidencia que acertar al cien por cien en asuntos de la índole que tiene el que aquí se aborda, obteniendo una feliz combinación de variables estratégicas, no es propósito baladí. Reconozcámoslo.
El calendario, sin embargo, fluye, como de costumbre, con soltura, y, mientras discurre, no se avizora una posible aceleración de las necesarias “peace talks” entre los contendientes principales en esta guerra; para desaliento del general en jefe Dempsey y del embajador Crocker en Kabul. Obama no deja de alentar para que fuerzas militares y policía afganas puedan establecer con celeridad el principio de “ley y orden” en Afganistán, bastión históricamente inexpugnable. Las conversaciones de paz con el frente de la insurgencia se sustentarán en la garantía de una ayuda económica substanciosa prorrogable desde 2014 hasta 2025, como solicitó Karzai en persona durante el encuentro preparatorio entre las partes involucradas, que se celebró en Bonn a finales de 2011. En principio, Estados Unidos se comprometería, además, a mantener un contingente de tropas aptas para llevar a buen fin las denominadas “Operaciones Especiales” (¿?) en territorio afgano, mientras que el proceso electoral y constituyente iniciable en el país asiático, le abriría a éste horizontes idílicos, aunque lejanos.
Naturalmente, la contrapartida a negociar la paz con los adversarios de Estados Unidos residiría en la renuncia talibán al terrorismo, su “desenganche” definitivo de la ubicua base islamista de “Al-Qaeda” y la entrega de las armas. Se da por supuesto que la teórica delegación de los insurgentes estaría dispuesta a aceptar, además, la Constitución que vertebra nominalmente el supuesto estado republicano de Afganistán. En estas conversaciones de paz, Obama presume una mediación virtuosa por parte del gobierno de Paquistán, cuyo primer ministro (Reza Gilani) es una encarnación más de la política dual que, en asuntos afganos, viene desplegando Islamabad desde el inicio de una encerrona en la que la administración del partido demócrata americano se encuentra metida hasta el pescuezo.
Hasta aquí el estado de la cuestión. Procede, ahora, ver lo que ha sucedido en Afganistán, no tanto para sopesar la plausibilidad del programa para la paz y la consecución de una estabilidad duradera en territorio afgano, sino más bien para subrayar cómo el calendario de negociaciones prefijado desde Washington, y suscrito por la OTAN, el PENTÁGONO y los aliados de Washington, no lleva visos de poderse cumplir en 2012.
Ha sucedido que, en Afganistán, ha vuelto a llover sobre mojado durante las dos últimas semanas de febrero. Se recordaba líneas arriba el acontecimiento (en rigor, lo fue) que significó la eliminación de Bin Laden cerca de una base militar de Paquistán, que tanto hirió el prurito de soberanía paquistaní. Hubo, más tarde (noviembre, 2011), las matanzas que por “inadvertencia” -aunque NO por vez primera- causaron las fuerzas aéreas de los aliados en Afganistán, al confundir a 24 soldados paquistaníes con adversarios talibanes. Y, finalmente, se ha producido el “incidente” (Washington “dixit”) de la quema de varios ejemplares del Corán en una pira encendida dentro de la mayor base aérea (Bragram) de que dispone Estados Unidos en Afganistán. Y como siempre ocurre lo inesperado, el acto “bibliocida” que ordenaron subalternos del ejército americano, fue detectado, a lo que parece, por jóvenes nativos que erraban por los alrededores del lugar del crimen y dieron rápida notificación del asunto a nativos del lugar.
El desencadenamiento de una oleada de insurrecciones, atentados -con víctimas mortales de extranjeros y afganos al servicio de la causa occidental en el país de marras- y el ascenso de un clima de reacción anti-americana, previo al fatídico descuido cultural al que nos hemos referido, han venido a dar al traste con los preparativos que se venían diseñando para impulsar el plan de paz; un plan al que muestran buena disposición negociadora, no sólo Karzai sino también algunas facciones insurgentes.
Todas las excusas y disculpas que se han precipitado a formular el ejército, la diplomacia y el personal competente estadounidenses en misión en Afganistán -y, de paso, en Paquistán- culminaron en la carta enviada por Obama a Hamid Karzai en términos que se reproducen a continuación: “Deseo expresarle mi profundo sentimiento por el incidente del que se me informa. Hago extensivo a Vd. y al pueblo de Afganistán mi más sincera excusa”.
El estropicio alcanzó su pico el viernes 24 de febrero (día de la oración para los musulmanes). Han perecido 10 personas y se han registrado más de 100 heridos de gravedad aleatoria en revueltas iracundas que proliferaron espontáneamente en todo Afganistán. Ésta no es sino una mera constatación de los efectos regresivos que la falta de preparación cultural puede provocar en la conducción de las delicadas conversaciones de paz afgano-paquistaní-americanas, que no han hecho sino empezar a germinar con dificultad en una primavera que viene adelantada.