Saltarse la disciplina de voto sale caro en la política española. Las sanciones económicas son asumibles por los diputados, pero es común que, salvo que se trate de parlamentarios de peso, sus nombres no vuelvan a estar en unas listas electorales. El Parlamento Europeo o Estados Unidos abogan por la libertad plena, aunque este sistema tampoco asegura que el representante actué según su conciencia y las demandas de sus representados.
El Partido Popular ha sancionado al senador por León
Juan Morano al votar a favor de mantener las ayudas al carbón, en contra del criterio de voto de su grupo. "No podía dormir por las noches con 40 hombres encerrados en una mina", justificó.
La
disciplina de partido tiene dos lecturas opuestas. Por un lado, se castiga la voluntad de un parlamentario que, en teoría, obra en respuesta a los electores de su circunscripción. Por otro, este parlamentario ha crecido cobijado por el partido y era conocedor de la línea y programa de sus siglas antes de someterse a las urnas.
Lo ocurrido con Morano no es un hecho aislado. En 2005, Celia Villalobos apoyó la ley que reconoce el matrimonio homosexual, con rechazo del PP, y Federico Trillo votó en contra de la reforma de la ley del divorcio, con abstención 'popular'. Del lado socialista, el caso más reciente lo encontramos con motivo de la reforma laboral y la constitucional del Gobierno Zapatero.
Antonio Gutiérrez, exsecretario general de CCOO, fue sancionado en los dos casos.
Compañeros suyos de la rama Izquierda Socialista se limitaron a ausentarse del Pleno. Paradójicamente, esta corriente crítica no ha logrado representación en el Congreso en la presente legislatura. Una de las consecuencias de la disensión puede ser quedarse fuera de las listas en los siguientes comicios, más efectiva que la económica, que oscila
entre los 300 y los 600 euros en función de la gravedad que estime el partido.
Impensable en Estados UnidosAnte medidas complejas y de acalorado debate incluso dentro de un mismo grupo, hay ejemplos de concesión de libertad de voto. Ocurrió en CiU con la
ley del aborto o con el PSC cuando se planteó fulminar la fiesta de los toros en Cataluña.
Fuera de nuestras fronteras, las constituciones liberales establecen en general que cada diputado es dueño de su escaño y que sólo se debe a los ciudadanos. Sin embargo, no pocos países han matizado este apartado. En realidad, los países anglosajones son los únicos que respetan casi sin excepción el criterio personal frente a la presión del partido.
Estados Unidos es el paradigma, aunque no debe obviarse el peso de los
lobbies en el criterio de los representantes. No obstante, las votaciones son una incógnita hasta que se llevan a cabo, cosa distinta a la que ocurre en nuestra democracia.
El
Parlamento Europeo se mueve en los mismos parámetros que la primera potencia del mundo. Los bloques ideológicos están definidos pero cada eurodiputado sigue el dictado de su conciencia, aunque aquí también entran en juego los grupos de presión, y es improbable vaticinar un escrutinio.
El de Morano es el último de una larga lista de casos. Ya es carne de
Grupo Mixto. Actuar por libre sale caro en la política española, que se escuda en la necesidad de una democracia fuerte y que no penda de opiniones particulares. A cambio, los partidos dan trabajo, nombre y prosperidad a los suyos. Aceptar las reglas del juego es una obligación. La opción alternativa es dedicarse a otra cosa o buscarse la vida al amparo de otros colores.