La extraordinaria complejidad del proceso de producción del cigarro habano, un producto artesanal y exclusivo, ha hecho que se hayan tardado más de setenta años en conseguir esta cifra. Por eso, hay que celebrarlo. Será esta semana y rodeados de caras conocidas.
Cuatro son los puntos cardinales, cuatro las estaciones, los jinetes del Apocalipsis, los palos de la baraja, las mueles del juicio, las cavidades del corazón, los colores del parchís, las fases lunares, los años de legislatura… un número mágico que, como no podía ser de otra forma, identifica la vitola de la marca de cigarros habanos más conocida y quizá más apreciada: Montecristo.

Montecristo es una de las marcas más prestigiosas y conocidas de cigarros Habanos en todo el mundo y a ello ha contribuido, sin duda, su vitola Montecristo No 4, que este año alcanza la cifra de ventas de mil millones de puros desde su aparición en 1935, reforzando su posición de liderazgo. La extraordinaria complejidad del proceso de producción del cigarro habano, un producto artesanal, exclusivo, que se elabora manualmente, ha hecho que se hayan tardado más de setenta años en alcanzar esa cifra. Considerando todos los pasos del proceso y el tiempo que lleva cada uno de ellos, un cigarro Montecristo No 4 puede tardar aproximadamente unos dos años en elaborarse.
Montecristo es el gran clásico de los Habanos, la marca con más solera del mercado, y principal referencia cuando se juzga una nueva vitola o marca del resto de Habanos. Siempre ha sido considerada como una marca potente y recia, de gran fortaleza y con gran aroma y sabor, además de garantía de calidad. Las vitolas de esta marca se elaboran exclusivamente con hojas seleccionadas procedentes de Vuelta Abajo, en la provincia cubana de Pinar del Río, la tierra del reconocido como mejor tabaco del mundo.
La gama de productos Montecristo, compuesta inicialmente por las vitolas numeradas del 1 al 5, se ha ido completando a lo largo de los años para incorporar una oferta que cubre todos los gustos de los fumadores más exigentes, desde el majestuoso Montecristo “A” hasta los formatos de menor tamaño. Ahora, con motivo de alcanzar la cifra mil millones de cigarros vendidos de su vitola No 4, la firma ha querido celebrarlo con el lanzamiento de un “Reserva”, un magnífico puro que se presenta en una caja de lujo, lacada en negro, con 20 unidades y a la venta al precio de 360 € de las que únicamente se han producido cinco mil unidades para todo el mundo.

El nuevo Montecristo Reserva No 4 (Mareva, 129 x 16,67 mm. Cepo 42) ha sido elaborado, totalmente a mano, con tabacos que han sido añejados un mínimo de tres años, lo que se percibe, sobre todo, en el color y textura de la capa, así como en el sabor y aroma de la fumada, mucho más sabrosa, penetrante y aromática que la del No. 4 tradicional.
Montecristo quiere celebrar también este acontecimiento con una fiesta que tendrá lugar en Madrid esta misma semana y que contará con la presencia de numerosos rostros conocidos del panorama nacional, pero también del internacional. Porque un cifra tan especial no se consigue en dos días. Además, detrás hay mucha historia que contar.

Casi un siglo después de que la novela "El Conde de Montecristo" viera la luz, un asturiano, Alonso Menéndez, registró en 1935 una marca con el nombre de su protagonista: Montecristo. Se dice que la novela de Dumas era una de las lecturas favoritas de los torcedores de las fábricas cubanas, donde al lector de tabaquería se le requería que la leyera con mucha frecuencia. De aquí salió la idea del nombre de la marca, como homenaje a los torcedores y a Alejandro Dumas.
Alonso Menéndez se inició en el sector del tabaco en Cuba, pero adquirió su experiencia en las plantaciones de Florida. A su regreso a Cuba, en 1935, se asoció con José García, otro asturiano, y fundó la sociedad Menéndez, García y Cía., cuya principal marca comercial era Particulares. Mientras se potenciaba la marca Particulares, Montecristo esperaba su oportunidad. En 1936, Alonso Menéndez vendió Particulares a Cifuentes y Cía. Con los beneficios de la venta compró la fábrica H. Upmann, que no pasaba por un buen momento, modernizó la fábrica, estimuló a los torcedores y recuperó el antiguo esplendor de la marca. Fue entonces cuando decidió lanzarse a fondo con Montecristo que acabó superando todas las expectativas iniciales. Y a la vista está.