RESEÑA
Theodor Fontane: Jenny Treibel
domingo 23 de diciembre de 2012, 11:58h
Theodor Fontane: Jenny Treibel. Traducción de Constanza Pelechá Vela. Erasmus. Barcelona, 2012. 228 páginas. 19 €
Fontane presenta una obra cuy éxito rebasó las fronteras de su tiempo influyendo a autores como Thomas Mann, que le consideraron un gran maestro capaz de aunar el placer estético y las nociones ilustradas del idealismo alemán. El autor dominaba la técnica de las novelas realistas de dar protagonismo al individuo como producto de su entorno. De este modo consigue que reflexionemos sobre la naturaleza de la sociedad y los condicionamientos a los que se tiene que enfrentar el sujeto para alcanzar su autonomía y su dignidad.
Esta obra tiene lugar en la zona más noble y rica del Berlín del siglo XIX. Por entonces se estaba dando en la ciudad una gran explosión demográfica; en el centro se quedaron los ciudadanos más acaudalados, y al otro lado del Spree, los obreros y la nueva burguesía. Estos factores de distribución espacial condicionarán a las dos familias sobre las que gira la novela: la de los Treibel, adinerada y burguesa; y la del profesor Schmidt con su hija Corinna, humilde y culta. Los vástagos de ambas familias se han enamorado y quieren contraer matrimonio, aunque las normas sociales les pondrán graves impedimentos.
Theodor Fontane construye su obra dando protagonismo a los lugares, factores condicionantes del carácter de los personajes. El ambiente queda descrito desde los sentidos; se dibuja el portal, la escalera, la casa por fuera, cómo se respira… La escena comienza en un gran caserón, la casa del profesor, cuyo esplendor está en decadencia. A Jenny Treibel le llega un olor, que le hace retrotraerse a un momento de su juventud. Se muestra así su relación con este ambiente: ella vivió allí, pero ahora vive en un barrio mejor. El olor de la colada le hace recordar su pasado, ella trabajó en una lavandería. Este cambio social que ha vivido es lo que más singulariza a la protagonista.
El autor ubica a Jenny en un tiempo circular que une lo actual y lo pretérito y lo hace mediante el empleo del estilo indirecto libre. Así, se ilustra la relación de Jenny con el espacio, porque éste es eco de sus sentimientos. “¡Ay! ¡Qué tiempos aquellos!”, la primera voz que escuchamos de ella en la novela, denota cómo vive en el presente anclada en su pasado; su origen humilde choca con el esplendor en que vive.
La estancia donde se inicia la escena es grande, llena de objetos, cargada, con retratos de burgueses de rancio abolengo, todo ello es evocado por la descripción de la casa que parece ahora la sombra de lo que había sido; se denota cierta tristeza. Jenny tiene una forma de hablar curiosa, extraña, comenta todo; le gusta añorar el pasado, los buenos tiempos y, de repente, se pone a llorar.
No es una mujer con mucha cultura, al contrario que Corinna la hija del profesor, y finge que antepone los valores espirituales a los materiales, aunque es mentira, solo lo hace para legitimarse a sí misma. Mantiene una falsa nostalgia y con ello justifica su posición de poder. Fontane retrata en clave de comedia a una burguesía codiciosa, superficial, hipócrita, pedante y sensiblera que no pudiendo aportar valores propios a su condición social emula a la aristocracia y se rodea de intelectuales.
Lo más interesante es cómo el autor critica esta verdad social, empleando el espacio como elemento determinante y el lenguaje, como el instrumento más fidedigno para mostrar la realidad. No es necesaria la intercesión directa de Fontane para entender el diagnóstico que presenta de este mundo, la mejor forma de retratar su entorno es a través de la vida de los propios personajes, ya no prima el filtro del narrador, estamos ante un realismo muy maduro que inició los pasos de un cambio en el canon literario alemán.
Por María Jesús Paredes