El Príncipe cumple 45 años mirando a Holanda
Alejandra Ruiz-Hermosilla
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ruizhermosillaelimparciales/14/14/26
martes 29 de enero de 2013, 13:43h
No se trata de dedicarle a Felipe de Borbón y Grecia un tratado de educación de príncipes al estilo renacentista. Ni de travestirse de Saavedra Fajardo para recomendarle las virtudes cristianas, la verdadera razón de Estado y el obligado y obvio sometimiento a las leyes. Hay que resistir la tentación de refutar hoy a Maquiavelo por una sola razón: el Príncipe de Asturias no va a gobernar. Que sea “un chico de su tiempo” tiene estas cosas. Así que tampoco es muy relevante el resto de cursilerías que le han dedicado a lo largo de sus 45 años de vida: “Ha elegido a la mejor compañera de viaje”, “es el heredero mejor preparado de la Historia” o “ha sido educado para reinar desde que nació”.
Y sin embargo hay un par de cosas que conviene decirle o recordarle a don Felipe. Ejemplaridad y fervor popular. La primera, además, sostenida en el tiempo para evitar el riesgo que corre su padre de pasar a la Historia por los líos de faldas, las cacerías de elefantes y las fechorías del yerno y compañía más que por su papel en la Transición, su actuación en el 23F o su representación de España en el mundo. Y la segunda, consecuencia de la primera y de un carisma que parece tener y aún debe demostrar, basada en la reciprocidad… Que el amor, con amor se paga.
En pleno siglo XXI, Felipe VI reinará y hemos de ir acostumbrándonos pese a la decisión de Juan Carlos I de no abdicar a los 75 años o siguientes como sí acaba de hacer la reina Beatriz de Holanda en su hijo Guillermo Alejandro, que suma los mismos 45 años que este miércoles cumple el Príncipe de Asturias. Y Felipe VI heredará, junto al trono, la tensión nacionalista, la crisis no sólo económica, la desafección a la Corona de los últimos años y el descrédito de la política. Tendrá poco margen de maniobra el rey que no gobierna, pero será jefe del Estado y, si se asienta con empatía entre los españoles y logra de ellos su favor, puede ayudar a calmar las muchas irritaciones patrias.
La coronación de Felipe de Borbón no corre prisa por más que la abdicación de Beatriz de Holanda haya reabierto el debate de la sucesión en España. Aquí, históricamente, las cosas se hacen de otra manera. Por aquello de “a rey muerto…” y no por esto de “a reina vieja…”. Y parece que eso no va a cambiar pese al delicado momento que atraviesa la institución monárquica en nuestro país. Sin embargo, viene bien el debate, el planteamiento abierto y en libertad sobre el futuro de la forma de nuestro Estado, de la Constitución que nos dimos en 1978 y de la representación política que otorgamos cada cuatro años. Y no estaría de más que el próximo monarca empezara ya a conquistarnos, a explicarnos más y mejor cómo es y qué piensa más allá de los discursos oficiales encorsetados.
Periodista
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