El órdago belicista de Corea del Norte
viernes 29 de marzo de 2013, 07:59h
En una escalada de irracionalidad, Corea del Norte ha anunciado que cortará la comunicación con Corea del Sur y con Estados Unidos, con el argumento de que en una situación en la cual la guerra puede estallar en cualquier momento no es necesaria esa comunicación. Este anuncio se produce después de que el régimen estalinista de Pyongyang emitiera un comunicado donde señalaba que estaba en estado de alerta y listo para el combate. A la vez, su líder, Kim Jong-un, aparecía pasando revista a las tropas y dirigiendo maniobras militares con fuego real.
Con esto se incrementa de manera considerable la tensión en la península coreana. Hasta el punto de que se teme que Pyongyang ataque a Corea del Sur, como ya hizo en 2010, con el resultado de varios muertos y poniendo a la enemistad de las dos Coreas al borde del abismo, al borde de una guerra abierta de imprevisibles consecuencias. Las maniobras conjuntas que están realizando estos días Washington y Seúl en territorio surcoreano son el pretexto para que la dictadura norcoreana lance sus amenazas y quiera convertir el paralelo 38 en un polvorín. La realidad es que el régimen estalinista de Pyongyang parece dispuesto a dar una respuesta a las sanciones que con toda razón le impuso Naciones Unidas a raíz de su tercer ensayo nuclear, llevado a cabo el pasado mes de febrero. Así, el régimen norcoreano ha dado fin al armisticio que terminó las hostilidades en la Guerra de Corea y ha amenazado con un ataque nuclear preventivo contra Estados Unidos y con destruir a Corea del Sur. Una Corea del Sur que ha dicho que tiene el propósito de responder con dureza si las belicosas intenciones de Corea del Norte se hicieran realidad.
Sin alarmismos y en la idea de que las intimidaciones norcoreanas tienen mucho de provocadora palabrería, no hay, sin embargo, que desdeñarlas. Sobre todo, al provenir de una anacrónica dictadura que cuenta con un alarmante programa nuclear, y que tiene cientos de misiles apuntando a Seúl. La comunidad internacional deberá estar muy atenta a cómo van evolucionando los acontecimientos para, si es necesario, tomar medidas antes de que la situación explote.