Posada: pincel crítico de renombre
lunes 01 de abril de 2013, 20:40h
Ha iniciado en México el homenaje nacional al grabador mexicano José Guadalupe Posada, en el marco del centenario de su aniversario luctuoso. Se han montado exposiciones diversas que repasan su obra creadora y nos acercan al pincel de este dibujante de renombre por sus calaveras.
Posada, nacido en la ciudad de Aguascalientes en febrero 1852, murió en plena Revolución Mexicana el 20 de enero de 1913, un mes antes del asesinato del presidente Francisco I. Madero.
El artista hidrotermometropolitano es famoso por sus ilustraciones de personas convertidas en esqueletos o calaveras, pero ejecutando acciones comunes y ataviadas a la usanza de inicios del siglo XX. Las dibujaba en torno al Día de Muertos sin ser su única actividad. No obstante, su arte es universal y uno de los más característicos de la plástica mexicana contemporánea. A veces a esas calaveras las trazó como una ácida crítica social, actuando en solitario, y muchas otras con un simple ánimo costumbrista. Ilustrador de calendarios y almanaques, propaganda de empresas y catálogos, sus bocetos y dibujos de gran calidad y profusamente detallados difundían noticias y, asaz puntillosos, reflejaban la sociedad de la dictadura porfiriana primero y, después, a la convulsa que arrastró el advenimiento de la Revolución Mexicana, estallada en 1910 contra el gobierno de Porfirio Díaz. 2013 ha sido declarado su año y diversas actividades culturales están marcándolo.
¿Por qué nos llama la atención? ¿por qué darlo a conocer? José Guadalupe Posada merece el homenaje del cual es destinataria su inmarcesible memoria, porque representa a un artista gráfico de particular importancia y singularidad notabilísima, exaltado décadas después entre otros, por Diego Rivera y presente a lo largo de todo el siglo XX mexicano, y porque fue un fiel y comprometido crítico de su tiempo. Posada fue ante todo un hombre del pueblo, pero usó los medios a su alcance combinados diestramente con su natural talento a la par de la tiza, la brocha y de la imprenta, para denunciar cuánto consideraba injusto, ruin y bizarro de la desigual sociedad de su época.
Posada es por encima de todo, la muestra más palpable de que un artista merece estar comprometido con su gente, con la comunidad de donde procede y en la que vive. Posada me evoca en otros grabados –que nada tienen que ver con su más reconocido arte gráfico calaverístico– a un personaje de indiscutible capacidad observadora y crítica formidable, incisiva, que no perdía ni un solo pormenor de cuanto deseaba retratar en el papel y difundía en hojas volanderas. Consiguió ser un fiel testigo de su época y un crítico implacable digno de emularse.
Su muerte nos quedó a deber mejores ilustraciones de primera mano de la Revolución Mexicana que, estoy seguro, hubiera sido tan magníficamente expuesta como en las viñetas que alcanzó a dejarnos a inicios de aquella contienda que le costó a México un millón de muertos.
“La Catrina” o “Garbancera” es acaso la más universal de todas sus obras. Consiste en un esqueleto de mujer de medio cuerpo, ataviado con un vistoso sombrero de época cuajado de plumas de elegante presencia. Como “Garbancera” criticaba a quienes siendo pueblo pretendían creerse de alcurnia solo por engalanarse y despreciando su origen; como “La Catrina”, la forma de llamar a una persona adinerada, era una mofa a la mujer de clase adinerada y, según me contó un estudioso del tema, de burla evolucionó para convertirse finalmente en la mejor exponente del inventario de José Guadalupe Posada, ya desprendida de tal intención. Hoy es un símbolo de toda una época y una muy apreciada muestra de arte gráfico mexicano, plasmada en un sinfín de artesanías y pinturas de toda clase y género, muy conocida dentro y fuera. Es interesante que se publicara de manera póstuma, en noviembre de 1913.
Todo indica que se debe a Diego Rivera que así sucediera en definitiva, es decir, que le mereció mejor suerte tal estampado de La Catrina y lo inmortalizó en su insigne mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” –que sobrevivió al terremoto de 1985 acaecido en la Ciudad de México – en el cual el afamado muralista mexicano la pintó al centro, paseando ufana por el parque mas antiguo de América, restaurado en 2012, del brazo de su creador y pintándose él mismo, Diego, como niño portando sombrerito de carrete y sombrilla. Va dándole la mano a tan singular personaje que se muestra emperifollada, asomándose Frida Kalho ya madura, entre ellos. Se dice que Rivera consagró de esa manera a La Catrina como la mayor obra del celebrado grabador mexicano, a quien admiraba y del que se hacía llamar su heredero.
¡Enhorabuena por el centenario de José Guadalupe Posada! quien en tiempos de desasosiego y de protestas como los que corren, supo hacer del delineador y del esbozo, del ingenio y del bosquejo un arma eficaz para protestar contra todo lo que no le agradaba y merecía el calificativo de injusto. Fue un genio de esos que no nacen en maceta. La rica tradición caricaturista mexicana le debe todo y ello merece recordarse en esta conmemoración que nos alegra a todos y a nadie dejará indiferente.
Posada es una muestra de algo que todo el que escribe valora como oro en paño: la libertad de expresión. A países como México le han costado mucho alcanzarla y día a día nos toca a todos defenderla. Los tiempos que corren siempre mueven en muchas partes a limitarla. Lo vemos en otras latitudes. Nunca está del todo asegurada en ninguna parte. Posada es en ese sentido un pincel que se hecha de menos, precisamente por su combativo carácter.