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Becas

José María Herrera
sábado 06 de julio de 2013, 20:07h
España necesita imperiosamente una reforma del sistema educativo. Es lo que dice el ministro Wert. Tiene toda la razón. Otra cosa es que la reforma que España necesita sea la que él ha concebido. Yo lo dudo. Más aún, dudo de que sea realmente una reforma y no más bien un cepillado.

¿Por qué chillan tanto entonces sus opositores?, ¿prefieren acaso el polvo y la caspa?

Ninguno de los problemas de nuestro sistema educativo va a ser resuelto gracias a la reforma del señor Wert. Y no lo va a ser porque ni siquiera los aborda. Se habla, por ejemplo, de las altas tasas de fracaso escolar. El número de alumnos que abandonan los estudios es desorbitado. ¿Qué se propone contra esto? Mil cosas, todas irreales. Si antes de sugerirlas se hubiera buscado al responsable del fracaso se habría comprendido que es imposible el éxito escolar sin la colaboración de las familias y que en España hay montones de ellas que no se preocupan de la formación de sus hijos. En absoluto, nada, cero.

Claro que no todo son las familias. Culpar a estas del bajo nivel de nuestros alumnos en lengua y matemáticas es un disparate. ¿Cómo han abordado el señor Wert y sus expertos este problema denunciado por los informes internacionales? Con contundencia. Para mejorar las competencias lingüísticas y matemáticas de los españoles han introducido las reválidas y han suprimido la filosofía y otras materias sospechosas. A nadie se le ha ocurrido pensar que lo que se enseña bajo el nombre de lengua o matemáticas pueda ser también objeto de reforma. Ya he hablado otras veces de lo absurdo que es dedicar años y años al complemento directo y no quiero recordar el tiempo que malgastó mi generación estudiando la teoría de conjuntos, tan cara a los pedagogos de la época. La enseñanza ha estado siempre sometida a los dictados de la política y la moda, pero además padece como nadie los efectos de la inercia. Échenle un vistazo al primer libro de texto que caiga en su manos y verán hasta qué punto es aquí letal esa combinación. Añorarán a los reyes godos.

La gran pelotera se ha montado, sin embargo, con las becas. Todo el mundo coincide en que es mejor que las haya a que no las haya. El problema es que no se le puede dar a todo el mundo. ¿Qué hacer? Unos dicen: dársela a quien lo necesita; otros, a quien lo merece. El ideal, por supuesto, es que coincidan ambas cosas, pero esto apenas sucede. El ministro ha propuesto exigir a los becarios una nota media de seis con cinco, un punto más que hasta ahora. Pocos entienden la medida. Está bien que se imponga como requisito aprobar, pero no una nota en concreto. ¿Ignora el señor ministro que obtener un seis y medio en Físicas no es como sacar un seis y medio en Magisterio? La solución en los países civilizados es sencilla. El Estado confía en las posibilidades de los estudiantes que estudian y les proporciona lo que necesitan a condición de que luego, al trabajar, lo devuelvan. Es un buen trato, aunque no en un país como el nuestro. Como me dijo uno de esos investigadores para los que ahora no hay dinero: el fin último de un proyecto de investigación es recibir el dinero que permite realizar el proyecto de investigación.

Pero tampoco ese es el problema de las becas. El problema es que sólo tienen derecho a ellas las personas cuyo nivel de ingresos está por debajo de cierta cantidad. Hablamos de ingresos declarados, no reales. Ya saben ustedes que estas cifras, sobre todo si la última es alta, nunca coinciden. Un funcionario de mediana categoría, con dificultades para llegar a fin de mes, jamás conseguirá una beca del Estado para sus hijos. Aunque le roben la paga extra (ha vuelto a ocurrir en la Andalucía de los eres) gana demasiado. En cambio, gente muy bien, pero sin nómina, disfruta de ellas.

Todos conocemos unos cuantos, ¿verdad? Yo he estado charlando antes de escribir este artículo sobre una joven que utiliza la beca de residencia del ministerio de educación para pagarse el taxi con el que va y viene cada día a la facultad. Me han dicho que es una muchacha encantadora y que le sientan de maravilla los bolsos de Gucci y las bufandas Louis Vuitton.
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