WikiLeaks: la condena al soldado Manning

Como era de esperar, el soldado Bradley Manning era condenado ayer a 20 años de cárcel por varios cargos relativos a las filtraciones hechas a WikiLeaks. Pruebas sólidas, un juicio justo y una condena no tan ejemplar como habría deseado Washington -al ser declarado “no culpable” del delito de traición Manning evita la cadena perpetua- son el resumen de un caso, el del soldado Manning, que marca un punto de inflexión en la custodia de información “sensible”.

Una parte importante de las filtraciones a WikiLeaks -en total, se estima que fueron cerca de 700.000 archivos- deja en muy mal lugar a Estados Unidos: actuaciones contra civiles en Irak y Afganistán, trato inhumano a prisioneros, misiones poco claras, etc. Es comprensible que a Washington lo le guste que se aireen sus vergüenzas, si bien el mejor remedio para evitar que suceda es no tenerlas. Dicho de otro modo, si los militares estadounidenses se hubieran comportado como es debido, en lugar de emular a aquellos contra los que combatían, nada de esto habría pasado. Y más allá de filtraciones, este tipo de conductas son de todo punto inaceptables, dando además argumentos a quienes apoyan al terrorismo.

Por otro lado, hay cables diplomáticos donde se vierten gruesas palabras sobre líderes políticos del mundo entero. Aquí la cosa es distinta, por cuanto se trata de conversaciones privadas entre la Casa Blanca y sus embajadores, algo que hacen absolutamente todos los gobiernos. Además, otros muchos archivos con chismorreos varios, que nada tienen que ver con una supuesta “cruzada por los derechos humanos”, como ha intentado vender la defensa de Manning. Si quería denunciar algo, el ya condenado podía haber escogido otra vía. En cambio, utilizó su cargo para robar toda la información susceptible de hacer daño que pudo recabar y así dar rienda a su inquina. Una condena, pues, ajustada a derecho.