IMPRESIONANTE, JUAN XXIII, JUAN PABLO II, BENEDICTO XVI, FRANCISCO
lunes 28 de abril de 2014, 12:59h
Se podrá ser creyente o ateo. Se podrá ser católico o budista. Se podrá ser interesado o indiferente. Nadie podrá negar la solemnidad inmensa de lo que ocurrió el domingo en Roma en torno a cuatro Papas, en la ceremonia que celebró el actual Sumo Pontífice, Francisco. Allí estaba Benedicto XVI, engrandecido en su humildad. Allí estaban en efigie Juan XXIII y Juan Pablo II. Allí estaba el alma del mundo, dos mil millones de espectadores en las televisiones de los cinco continentes.
Cerca de un millón de personas asistieron físicamente al acto en la Plaza de San Pedro, la Vía de la Conciliación y las calles adyacentes. CCOO y UGT suelen multiplicar por diez, a veces por veinte, los asistentes a las manifestaciones que convocan; es decir, hubieran hablado de diez millones en la ceremonia de canonización. La cifra real rozó el millón, en una de las manifestaciones más copiosas de la historia europea, a la que asistieron en lugar destacado los Reyes de España, varias docenas de Jefes de Estado y de Gobierno y delegaciones de 130 países.
Impresionante. Al margen de creencias, de filias y fobias, habrá que convenir la ilimitada capacidad de convocatoria de la Iglesia Católica. Nadie pone seriamente en duda que el Papa es el líder espiritual del mundo y que el actual Pontífice se esfuerza por estrechar los lazos con las otras Iglesias destacadas: la ortodoxa, la protestante, la islámica, la hinduista, la budista, la judía…
La impresionante realidad de lo acaecido en Roma el domingo ha venido precedido por los centenares de viajes de los últimos Pontífices, rodeados casi siempre por el calor de multitudes anhelantes de una guía espiritual. Desde las otras Iglesias, desde el ateísmo y el agnosticismo incluso, hay un reconocimiento generalmente explícito de lo que significa en el mundo ese diminuto Estado que se llama el Vaticano.
de la Real Academia Española
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