Periodismo, parlamentarismo y Paul Valéry, filósofo de Europa
Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
jueves 01 de mayo de 2014, 19:10h
He leído esta semana una revista que dedicaba su último número a analizar el estado del periodismo y de la información de las principales empresas, públicas y privadas, del sector de las comunicaciones en España. No me ha sorprendido que se afirme que los medios informativos están atravesando una crisis sin precedentes, la mayor desde que vivimos en un régimen democrático. Uno de los informes señala un hecho que, como quizás recuerden mis lectores, critiqué en uno de mis artículos recientes: algunos de los periódicos más importantes de este país, siempre críticos ante cualquier falta de transparencia de los poderes políticos, habían sustituido recientemente a sus directores sin dar apenas explicaciones a sus lectores.
Por otra parte, Miguel Ángel Aguilar, un periodista siempre independiente y crítico, explicaba en esa revista que el periodismo actual, llevado del dogma de supeditar el periodismo a las exclusivas (es decir, teniendo en cuenta los beneficios y no la ética profesional), estaba limitando la autonomía de la política en nuestras “democracias informativas”, singularmente, la capacidad de hacer política de los gobiernos democráticos. Miguel Ángel Aguilar se refería al ejemplo, muy conocido, de las negociaciones entre israelíes y palestinos, celebradas en secreto en Noruega, hacia 1991. Si los negociadores hubiesen tenido que dar en cada sesión sus opiniones a los periodistas, el primer acuerdo entre el Estado de Israel y Al Fatah palestino no se habría producido. Años después, en julio del 2000, el encuentro entre el presidente palestino, Yasir Arafat, y el primer ministro judío, Ehud Barak, auspiciado por Bill Clinton en Washington, se saldó con un dramático fracaso, causado, en gran medida, porque los negociadores -muy destacadamente Arafat- estuvieron pendientes, en todo momento, de dar sus mensajes a los medios de comunicación.
En realidad, esto que ocurre hoy de manera generalizada se inició cuando las Cámaras parlamentarias dejaron de ser ámbitos para convencer a la mayoría de los representantes elegidos, y pasaron a convertirse -por efecto de la televisión y de las imágenes virtuales- en una plaza pública más, en la que el proponente repite, una vez más, el argumentario con el que su partido político intenta conquistar o mantener el poder. El discurso no se dirige a los demás parlamentarios, sino a los electores potenciales, y ese es el cambio básico de nuestras “democracias informativas”. Consiste supeditar la verdad a la imagen: así, Arafat se dirigió al pueblo palestino, en vez de a sus interlocutores israelíes. Catorce años después, los problemas están en Palestina -como mucho- igual que cuando se cambió el diálogo democrático, por el monólogo de las ruedas de prensa.
Por eso me alegró conocer la llamada “enmienda de Burgos”. Esa enmienda a la ley general de telecomunicaciones consistía en que las mismas condiciones que gozaban los usuarios familiares de fibra óptica, se aplicarían a los centros educativos de formación profesional. Un centro de formación profesional se dio cuenta de ese defecto del proyecto de ley, y como el parlamentario del Gobierno no hizo caso a sus llamadas, el director y los profesores del centro acudieron al senador burgalés de la oposición, Ander Gil, y este representante hizo lo propio de su fundamental cometido: legislar, un trabajo que no se ve en las filmaciones televisivas y tampoco en las crónicas informativas. El senador Gil se empeñó en demostrar que su enmienda era razonable, y fue capaz de crear un lobby -lobby: una sala del parlamento inglés donde los electores se reunían con su diputado del distrito para hacerle propuestas- a favor de la “enmienda de Burgos”. Después de todos los trámites, se ha convertido en ley, y entonces ese hecho se ha conocido en la prensa provincial y nacional.
Todo este relato me lleva a las elecciones europeas. La campaña y su reflejo en los medios de comunicación están, en mi opinión, induciendo a una abstención que será nefasta. La democracia no es el aire que naturalmente respiramos, sino un arte que requiere esfuerzo constante. Estaba leyendo estos días a Paul Valéry, en sus escritos filosóficos -Octavio Paz escribió que Valéry fue el filósofo de Francia, mucho más que Sartre-, y encontré este pensamiento sobre Europa: “La “civilización” moderna hace conocer el cansancio de lo extremo, la facilidad de lo enorme, la monotonía de la sorpresa, la desgana de las maravillas (…) Ningún pueblo de Europa habrá tenido las cualidades necesarias para imponerse e imponer una organización viable común. Y eso desde los romanos. Unificación religiosa fallida, 3 religiones cristianas antagónicas. Papel funesto de las “naciones”. (Cuadernos, 1945).
Consejero de Estado-Historiador.
JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.
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