Crimen y política en la era de internet
Juan José Laborda
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jueves 15 de mayo de 2014, 22:17h
Me impresionó conocer el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la diputación provincial de León, por sus características institucionales, pero también porque la conocí como senadora hace años. He sentido su muerte, y en el telegrama que he remitido a la corporación provincial leonesa digo: “que su muerte sirva para que nuestra sociedad sea mejor”.
Como en tantos otros sucesos, algunas de las noticias y valoraciones del asesinato de Isabel Carrasco, en mi opinión, nos han mostrado una sociedad que recibe informaciones y opiniones politizadas, que producen grandes controversias instantáneas, y que pasado muy poco tiempo, se olvidan completamente. Me acuerdo del análisis que José Ortega y Gasset hizo sobre una España también inútilmente agitada: “acción directa e improvisación”.
Se me ocurren estos comentarios. Para empezar, España funciona, y hay profesionales al servicio del Estado que funcionan muy bien: los policías nacionales, en este caso, como ejemplo. La actuación de ese policía nacional jubilado de León, cuya actuación permite la detención inmediata de las dos sospechosas, es un símbolo de modernidad y de vocación al servicio de la sociedad. Los ciudadanos, tantas veces molestos y desanimados por determinados servidores públicos, mantienen su adhesión al Estado gracias a que su policía representa la ley democrática.
Ha faltado, para mi criterio, objetividad intelectual y distanciamiento profesional en el hecho del crimen de León. Una visión política “totalizadora” -en la que la política lo explica todo (visión holística, según las filosofías colectivistas)-, se hizo presente en muchos de los irresponsables y brutales mensajes que han circulado por internet, desde que se conoció que Isabel Carrasco yacía asesinada en un puente de León. ¿Es algo nuevo tanta irresponsabilidad y brutalidad? En mi opinión, el número de quienes actúan así es menor, gracias al progreso de la educación. Lo que ocurre hoy es que hay muchísima más gente que escribe (en las llamadas redes informáticas), pero que siguen siendo gentes que no leen nunca, que son analfabetos morales, y que en la red, en muy pocos espacios, pueden realizar algo así como escribir en las paredes virtuales de nuestra ciudad global.
Lo destacable fue que informadores profesionales incurrieron en la misma práctica equivocada. Conocidos periodistas relacionaron el asesinato de la presidenta provincial de León con un clima social de protestas ciudadanas, señalando, en una misma categoría, los “escraches”, las manifestaciones reivindicativas, las denuncias periodísticas, y las críticas a los representantes del Gobierno. Isabel San Sebastián, un rostro habitual en tertulias informativas, no rectificó cuando sus manifestaciones causaron malestar: “No es una venganza personal -dijo San Sebastián-, sino vinculada al cargo. Quienes defienden los escraches personales tomen nota.” El portavoz del PP de Valencia, el periodista Luis Salom, rescató una portada de “El Jueves” de hace un año, en la que se criticaba una frase de Carrasco, cuando afirmó entonces: “La población está encantada del copago farmacéutico”. Salom sostuvo que la revista humorística, por supuesto, había creado las condiciones del acto violento.
Reaccionar al horrendo asesinato de Isabel Carrasco como si ella hubiese sido víctima de un atentado terrorista fue algo que no se explica entre profesionales. Es similar a los disparates que han inundado la red, y ambos se equivocan en dos supuestos: primero, la sociedad española, y las fuerzas políticas de la oposición parlamentarias, se vienen distinguiendo por el carácter pacífico y democrático de sus protestas y movilizaciones; no es verdad que exista un clima violento. Y segundo: cada día que pasa, las informaciones sobre el asesinato de Isabel muestran que el delito, y las presuntas delincuentes, se sitúan en un terreno exclusivamente privado. Es más, datos como el papel jugado por la policía municipal que guarda el arma asesina, la relación del marido y padre de las acusadas con Isabel Carrasco, y la magnitud y perseverancia de la venganza, comparada con las mucho menores causas laborales y dinerarias, hacen pensar que el crimen apenas tiene que ver con la política, a pesar que Carrasco y sus presuntas asesinas fuesen todas ellas políticas. Y aunque pertenecían al mismo partido, tampoco las rivalidades partidarias explican el crimen.
Todo esto me lleva a recordar las poco acertadas palabras del Ministro del Interior. Ordenó a la policía que persiguiese “la apología de los delitos” que se encuentren en internet. Sólo regímenes tan poco liberal-democráticos como la Rusia de Putin, o la Turquía de Erdogan, han pretendido salir a cazar delincuentes en la red, buscando cerrar “Twitter” y otras redes sociales (En Turquía, el Tribunal Supremo lo impidió). No hay apología cuando el delito es puramente privado, como el asesinato de Carrasco. Y si existe delito, cualquiera que se sienta perjudicado puede acogerse a la protección de los Tribunales. En el fondo, las palabras del Ministro apuntan a los medios de comunicación, y a incrementar, contra ellos, la capacidad del Gobierno para vigilar la libertad de información.
Consejero de Estado-Historiador.
JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.
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