TRIBUNA
Avanzando con contradicciones
Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
jueves 23 de octubre de 2014, 20:06h
La globalización está influyendo en que los partidos europeos continentales (es decir, aquellos distintos de los británicos) adopten más y más el modelo de los partidos políticos norteamericanos. Como he señalado en anteriores escritos, los partidos que aparecieron en Europa, tras la Revolución Francesa, fueron instrumentos para conquistar el poder en elecciones o por la fuerza, y por eso “el partido” fue un ente organizado como los ejércitos o las empresas de aquel prolongado tiempo (que duró desde 1789 a 1989: desde de Revolución Francesa a la caída de la Revolución Soviética). Ese modelo de partido, que era un “intelectual orgánico” (con doctrina propia, hoy “argumentario” propio del aparato), que imponía disciplina militar a sus afiliados, y que se regía como un ejército, con una táctica y una estrategia de obligada obediencia para sus “militantes”, está condenado a su extinción, en esta nuestra época que aún no tiene nombre.
En la Europa continental, la socialdemocracia ha iniciado la transformación partidaria. En Francia, Italia, España, etcétera, los partidos de esa corriente ideológica están adoptando el método norteamericano de las primarias para elegir sus candidatos y líderes políticos. Es una operación muy compleja y delicada, que si sale bien asegurará al partido que la lleve a cabo su exitosa supervivencia, pero que también puede ocasionar su desaparición.
El cambio a primarias no es sólo una modificación del régimen electoral interno, sino que transforma radicalmente el modelo de partido. Es un proceso que avanza con contradicciones, y que por eso durará mucho tiempo. En el caso del PSOE dura desde que Felipe González renunció a la secretaría general del partido en 1996, y en este año de 2014 se ha llegado a que ese cargo sea elegido también por primarias, sin que la transformación se haya realizado ni mucho menos definitivamente.
El régimen electoral tiene que ser coherente con la organización interna del partido político. Lograr la coherencia es fundamental, pues de ella depende que el partido se adapte a la sociedad, o perezca destruido por las contradicciones.
Podría resaltar muchas otras consecuencias de las primarias, pero ahora daré mi opinión sobre las que han aparecido recientemente.
Por primera vez el secretario general del PSOE ha sido elegido por sufragio directo de los afiliados socialistas. A continuación, tanto en España, como recientemente en Castilla y León, un Congreso ha ratificado la elección directa del líder partidario, y a la vez ha pasado a elegir a todos los miembros de su Comisión Ejecutiva. Nos encontramos, pues, con dos legitimaciones distintas: el líder la encuentra en los votantes, que votan en secreto; y los miembros de su equipo (la Comisión Ejecutiva) la obtienen de los delegados, que actúan en el Congreso mediante el método de las negociaciones entre grupos o facciones partidarias.
Las dos legitimaciones son contradictorias. Supongamos que al actual líder del partido en Castilla y León, Luis Tudanca, le organizaran una maniobra artera como la que sufrió el anterior secretario general, Julio Villarrubia (le dimitieron la mitad mas uno de su equipo). Obviamente, Luis Tudanca no tendría que dimitir como secretario general, digan lo que digan los estatutos. Es más, el órgano de control de la ejecutiva, el Comité Federal del PSOE, o su equivalente en la federación de Castilla y León, ya no tiene la legitimidad necesaria para censurar al secretario general del partido, pues su poder no procede de las diversas estructuras internas, que se cristalizan en el mandato del Congreso, sino que surge del voto secreto de los afiliados. Es la diferencia entre un gobierno parlamentario, que es investido y que puede ser destituido por un Congreso, o un presidente elegido directamente por los electores, que sólo puede ser destituido en el órgano de control por motivos criminales, y no por motivos políticos.
Esa doble legitimidad me lleva a sostener, por lo tanto, que el secretario general elegido en primarias deberá, más temprano que tarde, seleccionar personalmente su equipo -su Comisión Ejecutiva-, sin depender de un Congreso, como hoy ocurre contradictoriamente. Si con la elección en primarias del secretario general, el PSOE espera encontrar el remedio a sus actuales males políticos, no tiene sentido que las peores costumbres del aparato orgánico, el reparto de influencias en los Congresos, puedan frenar la tarea reformadora del líder partidario.
Como, además, la dinámica de las primarias lleva al PSOE a conceder el voto a los ciudadanos que se identifican con él, sin que sean afiliados o “militantes”, la doble legitimidad podrá ser explosiva. El candidato a líder tiene la potestad, y la obligación, de proponer el equipo que nombrará si es elegido para dirigir el partido (y lógicamente, para dirigir el Gobierno del que se trate). Este proceso se ha acelerado en este medio año, y acertar con la coherencia de las decisiones será capital.
Y aquí paso brevemente a otra consecuencia fundamental: la legitimidad partidaria en relación con la legitimidad de las instituciones representativas.
Un dirigente elegido en primarias tiene un poder que podríamos calificar como “monárquico" (un poder solo), eufemísticamente, un “poder presidencial”. Cuando he visto que los nuevos secretarios generales del PSOE, y del PSOE de Castilla y León, nombraron nuevos portavoces parlamentarios, e incluso miembros nuevos en la Mesa de la Cámara, se me han encendido unas cuantas alarmas. No porque esto sea nuevo, ya que cada vez que hubo un Congreso ocurrió otro tanto, sino porque ahora, con dirigentes que sólo dependen del sufragio secreto de los afiliados, los cargos y puestos de responsabilidad parlamentarios deberán ser nombrados por elección, por y entre los parlamentarios del partido, porque si estos nombramientos dependen sólo de la voluntad del máximo dirigente, la democratización que las primarias persiguen, no serán sino un reclamo pasajero para votantes, que se sentirán pronto desengañados.
Consejero de Estado-Historiador.
JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.
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